Capítulo III
Corina, por alguna extraña razón que no sabía explicar, se sentía feliz y libre como el viento, en las playas de Brasil junto a Delia, quien terminó por convencerla de ir a pasar unos días de descanso.
Aunque ya casi finalizaba el mes de febrero, quedaban aún suficientes días cálidos para disfrutar del mar.
Hacía mucho tiempo que no reía con genuina felicidad hasta sentir calambres en su estómago, para decir verdad, habían sido contadas con los dedos de una mano aquellas ocasiones a lo largo de sus treinta años de vida, así como tampoco nunca había disfrutado de unas lindas vacaciones como lo estaba haciendo ahora.
Últimamente ya ni siquiera deseaba salir con André porque él no hacía más que coquetear descaradamente con otras mujeres en presencia de ella, y si se lo reprochaba, él insistía que era solo su imaginación. Las últimas vacaciones que vivió a su lado fueron las más amargas de su vida. Él no había hecho otra cosa que desaparecer todas las noches dejándola sola en el hotel.
Su amiga, al ver a Corina tan feliz no se arrepintió de haber insistido tanto en que la acompañara y no era por no ir sola, era por ayudarla a superar este mal momento.
Delia era soltera, a sus veintisiete años aún no había hallado al amor de su vida, pero las esperanzas de encontrarlo la mantenían en una dieta equilibrada para verse como una diosa.
Luego de pasar la tarde en la playa subieron a un taxi y volvieron al hotel donde se alojaban, con todo el sol impregnado en su piel que ya había comenzado a ganar un tono marrón dorado haciendo resaltar los ojos claros de ambas.
En sus habitaciones contiguas cada una tomó un baño relajante y espumoso para quitarse la sal del mar que había dejado sus cabellos enmarañados. Luego hidrataron sus jóvenes pieles y se vistieron elegantes para ir a cenar a algún lugar.
Corina parecía volver a tener veinte años con su cabello suelto. Aquel vestido rojo que acababa de comprar en el centro de são Pablo que ceñía su cintura modelando una esbelta figura y los tacones al tono de éste. se veía semejante a una modelo. Delia la observaba en silencio; no se explicaba qué había hecho tanto tiempo junto a aquel patán que solo la quería a su lado por el dinero que le proveía aprovechando su vulnerabilidad emocional, para manipularla y encima no dudar en abandonarla cuando se aburrió de ella, rompiendo su frágil corazón.
Pero ninguno de estos pensamientos le confesó a su amiga para que ni siquiera recuerde ese miserable trato que no merecía.
Por otro lado se rió con malicia para sus adentros tan solo de imaginar a ese ruin solo y desprovisto de la tarjeta de crédito que le hizo bloquear por Corina. Sabía que lo último que deseaba en la vida era trabajar para subsistir, así que si estaba en la ruina económica en estos momentos lo tenía bien merecido, así como Corina merecía también utilizar su propio dinero en ella misma.
Una vez más se sintió muy satisfecha y feliz de haberle persuadido para tomar aquellas vacaciones.
Delia también se había comprado un bello vestido en el centro y se lo puso esa noche. Era color n***o, como sus sandalias y tenía detalles de strass en el escote.
Con la piel caribeña y sus bellas figuras eran el centro de las miradas masculinas hacia donde iban.
Detuvieron un taxi y se dirigieron al centro, pero esta vez decididas a cenar algún platillo brasileño.
Fueron a Camarada Camarão, lugar que les recomendó el chofer del taxi. Tras unos momentos de divisar la cartilla pidieron arroz con pequi que acompañaron con cerveza y como postre quindim.
En verdad disfrutaron mucho de aquellos nuevos sabores que les resultaron de lo más deliciosos.
Luego de la cena caminaron un rato por aquellas concurridas avenidas hasta que desearon volver al hotel, pues estaban exhaustas luego de aquel día de playa.
El taxi frenó en la puerta del Melhor hotel cerca de las tres de la madrugada y una hora mas tarde estaban profundamente dormidas.
Cerca de las 11:00 de la mañana, el insistente timbre de una llamada entrante proveniente de su nuevo móvil arranca sin piedad a Corina de su maravilloso sueño. Aún medio dormida escucha del otro lado de la línea a Brenda, su secretaria, disculpándose por interrumpir su descanso. Pero debía informar cuanto antes que los interesados en comprar su compañía preguntaron insistentes acerca de su regreso para efectuar el papeleo, parecían tener prisa para ello.
Corina respondió que en un momento le devolvería la llamada para confirmárselo, pero la verdad era que, ahora que ya se había tranquilizado, no estaba tan segura de vender la empresa por la que tanto había luchado.
Se levantó de la cama aún con ganas de quedarse allí un rato mas, tomó una ducha ligera para despertarse, se vistió y bajó a desayunar, no sin antes comprobar que Delia la acompañaría.
Su amiga ya había despertado y se hallaba lista para bajar con ella a tomar el desayuno.
Mientras colocaba algo de azúcar en el café con leche, miró a su amiga directamente a su amiga sin parpadear para decirle:
–Delia, gracias por abrir mis ojos y hacer que vea la miserable vida que había aceptado hasta ahora.
-No,- dijo Delia- no he sido yo la responsable. En verdad fue André, quien lo hizo, y convengamos que además fue el momento en que te sentiste preparada para ver la realidad. ¡Y lo hiciste!. De lo que sí soy enteramente culpable es de haber aprovechado tu despertar emocional para traerte corriendo a estas maravillosas playas.
- ¡Y lo bien que hiciste!...- dijo feliz Corina-( ambas rieron mientras casi finalizaban su desayuno). Luego, en un tono de angustia volvió a decir -Debo volver Delia...asuntos de la empresa, hace un momento recibí una llamada de Brenda-.
- Comprendo, podemos viajar esta noche si lo deseas.-respondió Delia-
-Es que la verdad...no tengo deseos de regresar y lo que es peor no d***o volver a ver a André en todo lo que resta de mi vida.
El hecho de ver que lo único que desea es que firme el divorcio para darle la mitad de lo que he conseguido me destroza el alma.
- Lo sé –dijo Delia, con sus ojos puestos en el café de la taza que bebía, para no ver el dolor en los de Corina. –Pero mira (replicó con ánimo), tómate tu tiempo, aclara tu mente y luego decide. ¡Vamos a la playa!-
-¡Vamos!, contestó Corina contagiada de la sana energía de su amiga.-
Finalizaron el desayuno y subieron a cambiarse a sus habitaciones.