Capítulo VIII Bajó del taxi justo en la puerta de su domicilio. La brisa de marzo vino a recibirle acariciando sus mejillas y moviéndole el cabello hacia atrás, tal y como lo hacían las manos de su madre cuando niña. Traía el bolso de mano repleto de todas las cosas que había comprado en Brasil, además de tirar tras de sí, la maleta con rueditas que gentilmente le había llevado con algo de ropa hasta su empresa la fiel mucama el día antes de su partida. Se detuvo delante de la puerta del frente rogando que no se hallara su esposo dentro de la casa. Sacó un manojo de llaves que había colocado en el bolsillo de su bolso y tras elegir la que correspondía a aquella puerta intentó introducirla. Varios intentos fallidos le indicaron que la cerradura había sido cambiada quedando absolutamen