Cuando dejamos a Brenda y Jesse en la puerta de su casa, la limosina nos llevó hasta nuestro hotel. Le pagué al hombre en efectivo, cerré la puerta y entré con Winter. Nos quitamos la ropa, nos dimos un baño y terminamos en la cama, continuando aquello que dejamos pendiente. No queríamos más que fundirnos en esa cama, en el sofá, donde quisiéramos, hasta que llegamos a un punto en el que no era necesario continuar. La madrugada tocó los ojos abiertos de Winter. Ella se levantó de la cama y caminó hasta la terraza. Estábamos en el quinto piso, justo a pocas manzanas del mar. Las pequeñas luces iluminaban los techos, las ventanas y parte de las calles. No había tráfico como horas atrás, cuando estábamos en el club ni cuando salimos de él. Me encantaba la idea de mirar el mar moverse como u