La siguiente semana, después de una reunión con varias compañías que se encargaban de exportar parte de nuestra tecnología y encabezando la lista de las empresas más importantes del año, estuve seguro de mi decisión. Esa noche con Winter bastó para esclarecer mis ideas, unas que lamentaba en demasía, pero que eran lo único que me mantendrían firme los años consecuentes. Por ello, sin pensarlo demasiado y dejándome llevar por el sentimiento que hinchaba mi pecho, llamé a mi asistente Grecia para informarle los nuevos cambios. —¿Quiere que cancele todo por un mes, señor? —Sí. —Asentí con la cabeza—. Haré un viaje con mi esposa. Grecia mantuvo el lapicero rozando la agenda. —¿Sus socios lo saben? Mis dedos estaban en el teclado y la mirada en la pantalla. Redactaba un documento importa