Ese fin de semana viajamos en clase turista de regreso a Santa Mónica. Nos fotografiaron, nos quisieron preguntar algunas cosas en el aeropuerto e incluso una mujer intentó tomarse una foto conmigo. Me sentía igual que una celebridad. A Winter no le importaba. Estaba tan segura de sí misma que no le importaba cuan hermosa fuese la persona que se acercaba a mí o el coqueteo de la aeromoza en el avión cuando le pedimos algo de beber. Ella sabía que mi corazón y mente eran suyos. La última vez que viajé en clase turista tuve que soportar a una monja que pidió que el hombre a su lado no fuese un pervertido que quisiera abusar de ella. Fue gracioso recordarlo, así como lo fue viajar en clase alta con una mujer que no hizo más que juzgar mi atuendo y posteriormente pedirme llevarla a casa. Mis