No miré atrás ni una vez, ni siquiera para cerciorarme de que Everett me seguía con su mirada. Sabía que no se iría hasta que el avión no despegara, pero también quería verlo una última vez, así que subí apresurada, me senté en la primera ventanilla que encontré y lo vi mirando hacia arriba, sin poderme distinguir. Las luces estaban encendidas, pero desde afuera no se veía adentro, sin embargo, él sabía que lo miraba desde mi silla. Verlo allí solo, detenido, esperando por un milagro que no sucedería, me rompió el corazón. Una gran parte de mí quería bajar esas escalaras, tirar de su brazo y volver a casa, pero las palabras de Everett continuaban resonando en mi cabeza. Más que nada en el mundo, el hombre abajo quería que fuera todo lo feliz que él no lo era. Everett quería que viera el m