A la mañana siguiente Catalina despertó por el canto de las aves, se sentía mucho más repuesta y con más ánimo. Se iba a levantar, pero recordó la orden de Don Emilio, entonces volvió con un puchero en sus labios a su cama.
Pasaron un par de minutos cuando sintió el golpe de la puerta, deseando con todas sus fuerzas que no fuera Jessica, dijo:
-Adelante
La puerta se abrió y Catalina sonrió al ver a Nora con una bandeja.
-¡Nora!- dijo con ánimo
-Hola señorita Catalina ¿Cómo amaneció hoy?
Catalina negó con la cabeza
-No me digas señorita Catalina, soy Catalina
Nora sonrió
-Esta bien cuando estemos solas puedo llamarte Catalina, pero afuera debo decirte señorita
Catalina tensó los labios.
-No me gusta, pero lo acepto. No quiero traerte problemas
Nora asintió y dejó la bandeja en el regazo de Catalina
Catalina observó toda la comida que traía en ella y se le hizo agua la boca.
Tenía fruta, yogur, dos panecillos con jamón, huevos y un gran tazón de leche.
Tomó el pocillo de fruta y comenzó a comer.
-Espera Nora, aún no te vayas
Nora la miró y permaneció de pie
-Debo ir a trabajar Catalina
-Estoy segura que nadie notará si te ausentas un par de minutos, por favor estoy muy sola.
Nora la observó, y finalmente accedió.
-Siéntate a mi lado- dijo Catalina y dio dos pequeños golpes en la cama
Nora le obedeció y trató de no mirar la charola llena de alimentos deliciosos.
Catalina la sorprendió mirando su comida.
-¿Quieres?
Le mostró un trozo de panecillo con jamón
Nora negó de inmediato.
-No puedo
-Ten toma, no le diremos a nadie. Además, esto es mucho para mí, y no quiero que lo terminen botando
Nora miró la mano extendida de Catalina ofreciéndole el pan y luego de tragar saliva lo recibió.
Ambas comenzaron a comer y a conversar, estuvieron tan inmersas en su charla que no se dieron cuenta que el tiempo pasó sin aviso.
De pronto ambas pequeñas reían a carcajadas cuando la puerta se abrió.
Las dos quedaron en silencio y miraron hacia la entrada, de allí apareció Don Emilio.
Nora sintió que la sangre le bajaba hasta los pies, y comenzó a temblar.
-D-don Emilio- tartamudeó Nora y se puso inmediatamente de pie frente a él.
Catalina la miró asombrada por el miedo que le infundía Beltrán.
-¿Qué esta pasando aquí?- dijo Emilio con voz ronca
Nora estaba a punto de desmayarse, cuando Catalina habló.
-Don Emilio, Nora es mi única amiga aquí. Le pedí que me acompañara a charlar un momento
Emilio la miró detenidamente, y comenzó a pensar “Ciertamente es una mujer joven, necesita compañía, distracción y rodearse de niñas de su edad”
Emilio sacó los ojos de Catalina y lo llevó hacia Nora, quién estaba mirando hacia el piso con la cabeza agacha.
-Esta bien, Nora será tu dama de compañía, ella irá donde tu vayas.
Emilio pensó que necesitaría también a alguien que le informase de los pasos de Catalina, así podría tenerla aún más vigilada.
-¿Estás de acuerdo jovencita?
Nora saltó en su puesto, y no podía creer lo que había acabo de oír.
“¿Don Emilio le había dado permiso para visitar y ser amiga de Catalina?”
-Si claro que sí- dijo con un hilo de voz
-Ella también podría estudiar conmigo, así aprendería mejor y más rápido- acotó Catalina.
-Me parece bien- aceptó Emilio
Catalina sonrió y se levantó para tomar el brazo de Nora, Nora estaba temblando en su lugar
-¿No es maravilloso? Ambas aprenderemos juntas- dijo Catalina con una gran sonrisa.
El corazón de Emilio se apretujó al ver lo feliz que estaba la pequeña.
-Veo que estas mejor, no te agites por hoy- ordenó Emilio
-¿Puedo salir a dar un paseo por el jardín?- aprovechó de preguntar la Catalina.
Emilio levantó una ceja y miró a través de la pequeña ventana.
-¡Hay un día hermoso!, prometo que será breve y no iré por el sol
Beltrán miró a Nora.
-Que sea breve y que Nora te acompañe- ordenó y se marchó cerrando la puerta tras de él.
Nora al fin pudo respirar con normalidad.
-Que alegría, ahora podremos ser amigas sin escondernos.
Nora tragó saliva y la miró
-Creí que me iba matar
-Nada de eso, él es un buen patrón
-Se nota que no lo conoces, no se por que se comporta así contigo, pero tampoco lo quiero averiguar
-¿No estas contenta de que podamos ser amigas?
Nora la miró y sonrió
-Claro que sí, jamás había tenido una amiga y jamás he recibido clases- dijo y le tomó ambas manos a Catalina con alegría
Catalina la abrazó.
-Vamos a dar un paseo al jardín
Catalina se lavó y se vistió, se puso un sombrero de paja que había para los trabajadores y salió junto a Nora a caminar.
Cuando estaban ambas admirando los rosales, Jessica las observó desde lejos y no tardó en apresurar su paso para interceptarlas.
-¿Ustedes mocosas que hacen aquí? ¡Vayan a trabajar!
-Señora Jessica- dijo con susto Nora
Estaba a punto de soltar el brazo de Catalina para marcharse a sus labores cuando Catalina habló:
-Don Emilio me autorizó a pasear por los jardines con mi amiga Nora- dijo sin vergüenza
La cara de Jessica se puso roja de coraje.
-Eres una mentirosa, Don Emilio jamás diría algo así
-Si quiere vaya y pregúntele usted misma
-Catalina…- susurró con miedo Nora en su oído
-No te preocupes- le respondió Catalina
-¡Ve a tu trabajo!- le gritó Jessica a Nora
Aquello asustó tanto a Nora que dio un gran pasó hacia atrás, sin fijarse que en su espalda estaban todos los rosales.
Catalina no pudo afirmarla y Nora cayó de espaldas hacia las espinas.
Nora dio un grito de dolor al enterrarse varias espinas en su espalda.
Jessica río y se fue de aquel lugar.
Catalina se volteó y sin importarle lo filosa de las espinas, se adentró entre las matas para ayudar a levantar a Nora.
Se clavó también espinas en los brazos y piernas, pero logró sacar a su amiga.
Nora se veía bastante adolorida, y cojeando la llevó hacia la cocina.
Catalina sangraba de los brazos, pero no le importó.
Cuando entraron a la cocina, Doris la miró asombrada.
-¿Qué te pasó muchacha?- le dijo al ver cojear a su hija
Amabas comenzaron a relatar la historia. A lo que Doris se vio bastante molesta.
-Esa bruja…- dijo refiriéndose a Jessica
Doris curó y vendó las heridas de Nora con ayuda de Catalina.
Luego de que Nora estuvo estabilizada y sentada en una banca. Doris miró a Catalina y sus brazos enrojecidos por los arañazos
-Catalina, ven para curarte a ti también
Entonces fue allí cuando Catalina notó la sangre en sus brazos y piernas.
Catalina se acercó y dejó que Doris la limpiará.
-Tu piel ya esta bastante maltratada por el sol, y ahora estas espinas. Espero que no te queden cicatrices
Catalina no le tomó el peso a las palabras de Doris, lo único que a ella le importaba era que Nora estuviese bien.
De vez en cuando Nora se quejaba y Catalina la miraba compungida.
-Lo siento…-dijo al borde de las lágrimas
-No fue tu culpa Catalina, esa mujer es perversa
Catalina asintió
-Catalina, creo que no podemos ser amigas. Es muy peligroso.
Catalina sintió como si algo se quebrara dentro de ella.
-Pero Nora…
-No quiero volver a tener problemas con la señora Jessica
Catalina comenzó a llorar en forma silenciosa
-Te prometo que te visitaré en tu alcoba cada noche- le dijo Nora con una sonrisa
Catalina se limpió las lágrimas y la miró.
-Esta bien…- dijo para no hacer más alboroto, pero por dentro estaba destrozada.
Se levantó y le agradeció los cuidados a la señora Doris, caminó hacia las escaleras y descendió hacia la planta de servidumbre, la único que quería era llorar tranquila sobre su cama.
-Pobre niña- dijo Doris negando con la cabeza- está tan sola…