Capítulo 7

1406 Words
-Catalina ¿estas bien? Asentí con la cabeza aún asustada -Esa mujer es realmente mala -Así es, ha logrado deshacerse de todas las mujeres que Don Emilio les ha prestado atención. Catalina la miró curiosa. -¿Prestado atención? -Ajá, como tú. Don Emilio tiene un trato especial para ti -No lo creo -Sólo mira donde estás descansando Catalina miró a su alrededor y puso sus labios en una línea -Tienes razón, pero esto fue fortuito porque me desmayé. -Una vez una sirvienta se cortó la pierna con un vidrio y Don Emilio pasó por el lado de ella sin notarla. Catalina suspiró -Tienes que cuidarte Catalina, ella puede ser el mismo demonio María Catalina asustada apretó las sábanas con sus manos. -Debo volver a mi habitación- dijo y se trató de incorporar -No, no, no hagas nada sin que él te autorice- remendó enseguida Nora -No me importa, no quiero seguir aquí- contestó obstinada Estaba cansada, asustada y preocupada. No quería darle más motivos a Jessica para que la siguiera molestando. -Ayúdame a ponerme de pie -Catalina, me vas a traer grandes problemas Catalina la miró y pensó. -No quiero traerte problemas, por favor solo ayúdame a levantarme y a ponerme mis zapatos. Luego puedes coger la bandeja e irte a la cocina. Fingiremos que me dejaste acostada ¿de acuerdo? Catalina tenía una mente veloz y hábil. Nora la miró contrariada. -Esta bien, pero nadie puede saber que yo te ayudé -Promesa- Catalina extendió su palma Nora se apresuró y la apretó con fuerza. Ambas sonrieron. Nora ayudó a Catalina a terminar de vestirse y a calzar sus zapatos. Luego de que ella estuvo de pie, Nora cogió la bandeja y salió de la habitación. Catalina aguardó un par de minutos y cuando ya no escuchó ruido en el pasillo, salió del lugar. Se escabulló por el pasillo y bajó sigilosa las escaleras, el cuerpo aún le dolía, pero aguantó lo que más pudo sin gemir. Bajó hasta la planta de la servidumbre y se apresuró a entrar a su habitación. Una vez allí suspiró tranquila. Se recostó en su cama, y se tapó hasta la cintura. Luego de unos minutos se quedó profundamente dormida con el canto de los zorzales en su ventana. Emilio terminó una reunión importante, y volvió a pensar en Catalina, aquella muchacha era tan terca, como adorable. A penas era una adolescente, y su criterio debía formarse aún. Fantaseó con el momento en que ella creciera y lo aceptara como su esposo. El sería el mejor esposo para ella. Se levantó y decidió ir a visitarla a su habitación, aún seguía preocupado por sus quemaduras. Ingresó a su cuarto, y encontró la cama vacía. -¿Catalina?- dijo y la buscó en el baño privado. Abrió los armarios y miró debajo de la cama. Salió de su habitación enfurecido. Fue a la cocina y preguntó por ella a Doris. -No la he visto señor, sólo bajó Nora con la charola del almuerzo. ¿Cierto Nora?-Preguntó clavándole los ojos. -S-si, yo la dejé recostada en su habitación Señor Beltrán- tartamudeó Nora mientras secaba una olla. Beltrán bufó y se volteó hacia las escaleras. Cuando Emilio descendió, Doris levantó una ceja y se acercó a su hija. -¿Tú sabes algo? -No mamá, dije la verdad- Nora apretó los labios y continúo secando la losa La presencia de Beltrán en el piso de la servidumbre asombró a todos. Los empleados habían acabo su jornada laboral y deambulaban por aquel piso. Pero cuando él avanzó por el pasillo de las habitaciones todos se quedaron quietos y en silencio. Beltrán se dirigió a la mejor habitación de aquel piso y abrió la puerta con fuerza. Esperaba encontrarse allí a Catalina, pero grande fue su sorpresa cuando miró a Jessica, cambiándose de ropa. -¡Señor!- gritó ella con impresión mientras se tapaba sus senos. -¿Dónde está Catalina? Y ¿Qué haces tú en su habitación? La habitación era bastante más grande que el resto, poseía un baño privado y un armario espacioso. Además de un escritorio y una estufa. Catalina se puso rápidamente su blusa y lo quedó mirando. -Señor puedo explicarle…-dijo con miedo Los ojos de Beltrán comenzaron a enrojecerse y una vena gruesa apreció en su cuello. Emilio entró en la habitación y cerró la puerta tras de él, avanzó tanto que logró acorralar a Jessica contra la pared. Jessica estaba jadeando de miedo. -No se ponga así don Emilio- le dijo y le tomó la muñeca cariñosamente -No me hables, me desobedeciste. Te di instrucciones expresas y ¡no las cumpliste! Serás castigada- dijo y la tomó del cuello. Le comenzó a apretar la tráquea poco a poco, y Jessica comenzó a perder la respiración. Subió ambas manos y apretó el brazo de Beltrán. Sus ojos comenzaron a salirse de su órbita y pequeñas gotas de sudor aparecieron en su frente. -Don Emilio…por favor- balbuceó Cuando estaba apunto de desmayarse, Emilio la soltó bruscamente. Jessica se derrumbó en el suelo y comenzó a toser en busca de aire. Beltrán se volteó hacia la puerta y dijo. -Quiero que vuelva todo a su lugar, tal y como yo lo ordené- se planchó el traje y abandonó la habitación. Jessica se quedó derribada en el piso, jadeando sin control. Apretó sus puños con rabia y maldijo a Catalina en silencio. Emilio salió hacia el pasillo y allí detuvo a uno de los sirviente más jóvenes. -¿Cuál es la habitación de Catalina? El joven abrió los ojos como si acabase de ver al mismo diablo. -Te hice una pregunta El sirviente parpadeo rápidamente buscando las palabras. -Es la del fondo señor- dijo finalmente y bajó la vista al piso. Beltrán se volteó y miró la pequeña puerta del fondo. Caminó a paso firme y se enfrentó a la entrada. Iba a ingresar bruscamente, pero se detuvo de golpe. Inspiró profundo y tocó con calma la puerta. El sirviente lo miró sorprendido, jamás había visto a Beltrán tener una muestra de respeto con los sirvientes. “¿Qué tenía de especial aquella niña?” Catalina se removió en su cama, pero no quería despertar estaba teniendo un sueño muy hermoso, en aquel ella visitaba por primera vez la playa, veía el mar e introducía sus pies descalzos en la arena. Junto a ella estaba su pequeña hermana y ambas jugaban contentas a la orilla del mar. Beltrán al no obtener respuesta abrió con cuidado la puerta, y se encontró con la pequeña durmiendo plácidamente, ella estaba sonriendo, y parecía muy feliz. Emilio cerró la puerta y se quedó contemplando por unos minutos esa angelical escena. Mágicamente olvidó su enojo con Jessica, y la desobediencia de Catalina. Catalina despertó pronto, se sobó los ojos y se encontró con Don Emilio parado a un lado. Se asustó y se incorporó de golpe en la cama. -Don Emilio- dijo asustada -¿Qué estabas soñando? Catalina se sonrojó. -Soñaba que conocía la playa, tocaba el mar y jugaba en la arena junto a mi hermanita- dijo con un cierto dejo de nostalgia -¿No conoces la playa? Catalina negó con la cabeza. -¿Por qué me desobedeciste? Catalina jugó nerviosa con el dobladillo de sus sábanas. -No estaba cómoda allí, no podía descansar tranquila. Emilio la miró. -Por tu desobediencia, estarás castigada mañana todo el día en tu habitación. Catalina abrió los ojos. Lo que realmente quería lograr Emilio era que ella descansara y se cuidara. Las quemaduras no habían sido leves y si ella se levantaba y comenzaba hacer labores de la casa podía empeorar. Emilio estaba apunto de marcharse cuando la pequeña lo detuvo. -Don Emilio, hay algo que quiero pedirle- dijo con vergüenza Emilio aguardó. -Extraño la escuela, me gusta mucho aprender… -No volverás allí- dijo tajante Emilio Catalina sintió un nudo en su garganta y apretó los labios. -Aprenderás en casa, desde el lunes vendrá un profesor a enseñarte No era precisamente lo que Catalina hubiese querido, pero estaba bastante bien para seguir estudiando. Una sonrisa genuina se dibujó en su rostro. Catalina se apresuró y tomó la mano de Beltrán. -Gracias señor- le dijo ella con la misma sonrisa. Emilio miró su delicada mano y sintió una corriente eléctrica, que debió acallar abandonando de prisa aquella habitación. Llegó a su alcoba con la respiración entre cortada y se dio una larga ducha con agua fría.
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