EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO

Capítulo 6

Doris se encargó de Catalina, ella había atendido varias insolaciones y sabía perfectamente como actuar.

Primero mojó todo el cuerpo de la niña, con un paño húmedo, y puso otro en su rostro. Luego cortó las hojas de aloe vera de forma longitudinal y extendió las grandes lenguas sobre las quemaduras de Catalina.

Aquello hizo que la temperatura descendiera y que su piel se rehidratara.

Catalina comenzó a volver en sí y lo primero que hizo fue pedir agua. Bebió dos vasos completos sin parar y recién allí pudo hablar.

-¿Dónde estoy?, ¿Qué me pasó?

-Estas en casa pequeña, te insolaste trabajando al sol

-¿Quién es usted?

-Soy Doris, la cocinera de Don Emilio

Catalina sonrió con dificultad.

-Entonces usted es la madre de Nora y la esposa del chofer Gómez.

-Veo que estas muy bien informada pequeña- sonrió y le acarició el cabello

-¿Qué hago aquí? Esta no es mi alcoba- dijo con susto Catalina

-Estas en la habitación de don Emilio, él te encontró afuera en el jardín y te cargó hasta aquí

-Dios mío, Jessica me va matar no terminé mi trabajo

Doris negó con la cabeza.

-No puedes trabajar hasta desmayarte, eso no esta bien cariño. Debes tener más cuidado para la próxima. Detente, descansa, toma agua, usa sombrero- le aconsejó Doris como una madre.

-Jessica no me lo permitió, no podía parar antes de terminar todo. Pero los jardineros eran tres y cortaban muy rápido todo, yo, no pude alcanzarlos- dijo con angustia

-Ya no te preocupes más de eso, Don Emilio lo arreglará. Ahora lo haré pasar, estaba muy preocupado por ti. Pero antes debemos vestirte.

Doris le ayudó a Catalina a vestir otra vez su ropa, con cuidado le puso el vestido sobre los hombros y la ayudó a recostarse otra vez.

La cocinera se levantó e hizo ingresar a Beltrán.

-¿Cómo está ella?- dijo con prisa Beltrán desde la puerta.

-Pase y compruébelo usted mismo señor.

Beltrán ingresó y vio a Catalina recostada en su cama mucho más recompuesta, aquello lo alivió.

-Gracias Doris, puedes volver a la cocina.

Doris asintió y se despidió de la muchacha

-Debes descansar cariño, y por la noche te pondré más compresas- dijo Doris y se marchó.

Emilio caminó hacia su cama y la quedó mirando.

-¿Cómo te sientes?

-Mejor señor- dijo Catalina con respeto- Gracias

-¿Por qué estabas trabajando al sol?

-Es parte de mis obligaciones señor, debo pagarle mi deuda- dijo Catalina.

Decidió no acusar a Jessica ya que aquello podría traerle aún más problemas, y temía que Emilio se retractara de ayudar a su madre por encontrarla a ella muy conflictiva.

-No necesitas trabajar en el jardín, esas no son tareas para niñas como tú.

-No soy una niña tengo 15 años, y él mes que entra haré 16- dijo orgullosa

Emilio abrió los ojos, no sabía que Catalina cumpliría años pronto.

-Quédate recostada allí, ya escuchaste a Doris por hoy tienes que descansar

Catalina negó y trató de levantarse por sus propios medios, pero las quemaduras le dolían muchísimo y la hicieron quejarse con fuerza.

-Se obediente y quédate quieta

-¿Puedo ir a mi habitación?

Catalina quería marcharse de allí, se sentía incómoda en esa alcoba. Al menos en la suya podría conversar con Nora y mirar por su ventana a los colibríes sobre las rosas.

-No, no puedes. Aquí estarás más cómoda

Catalina guardó silencio y asintió con la cabeza.

-Pediré que traigan comida- dijo Beltrán y se marchó rápidamente.

A Emilio no le gustaba ser duro con la muchacha, pero su constante temor a que alguien le hiciera algo lo cegaba. Entonces decidió tratarla como a cualquier otro empleado, para que hasta ella misma se lo creyera. Y no levantara sospecha alguna, que llamara la atención de algún enemigo.

Catalina se quedó en la habitación, tal y como ordenó Beltrán, llevaba ya una hora mirando el techo y muy aburrida cuando ingresó Doris con una bandeja de comida.

-Veo que tienes mejor cara- dijo y depositó la bandeja en el regazo de Catalina

-Gracias, se ve delicioso, me muero de hambre

-Entonces come pequeña debes recobrar tus fuerzas.

Catalina asintió y comenzó a comer con prisa.

Doris la miró un poco curiosa, parecía que ella no había probado bocado en días.

-Cuando termines deja todo sobre la mesa, enviaré a una criada a recogerlo

-Espera Doris, ¿puede venir Nora a conversar conmigo?

-No lo creo, tiene deberes y a Don Emilio no le gustaría. No queremos tener problemas con él.

Catalina hizo un puchero y puso ojos lastimosos.

Al verla a Doris se le encogió el corazón, se veía tan sola e indefensa.

-¿Te parece si envió a Nora a recoger la bandeja?- Doris le guiñó el ojo a Catalina

Catalina dibujó una gran sonrisa en el rostro y asintió feliz.

-Pero no deben quedarse conversando mucho tiempo

-Así será Doris, gracias

Doris sonrió y se marchó.

Luego de unos minutos, sintió un golpe en la puerta. Al pensar que era Nora la dejó ingresar de inmediato.

Pero quedó paralizada al ver entrar a Jessica.

-¿Qué haces aquí mocosa?- dijo con rabia

-Señora Jessica, el señor Beltrán me trajo hasta aquí, yo no quería…- trató de disculparse

-No terminaste lo que te ordené, eres una mujer floja. Aquí no aguantamos a mujeres perezosas. Aquí la gente debe ganarse su alimento y su techo

-Si señora, prometo que no volverá a pasar

Las manos de Catalina comenzaron a temblar, estaba a merced de Jessica, y aunque quisiera defenderse se encontraba muy débil para hacerlo.

Jessica avanzó un par de pasos, con ganas de estrellar su mano en la cara de Catalina.

La tomó por los hombros y abrió por completo su palma.

-¡Señora Jessica!

Una voz débil la detuvo desde la puerta, Jessica volteó a mirar y se encontró con la pequeña Nora parada en la entrada.

Jessica apretó los dientes y soltó con fuerza a Catalina.

-Mocosa escurridiza- susurró cerca de su oído.

Se giró hacia la puerta.

-¿Qué quieres tu?

Nora bajó la vista

-Me enviaron a retirar la bandeja de la señorita Catalina

-Pues apúrate- dijo Jessica cuando pasó por un lado de ella para salir de la habitación

Nora saltó en su puesto y corrió al lado de la cama.

Jessica las miró con los ojos endiablados y cerró con fuerza la puerta.