Capítulo 5

1504 Words
Pero el cachetazo no llegó, Catalina abrió lentamente los ojos y observó a Don Emilio sosteniendo la mano de Jessica. De inmediato Jessica la liberó y ella comenzó a sobarse la muñeca con dolor. -¿Qué sucede aquí? Jessica comenzó a temblar y agachó la cabeza. -Te hice una pregunta, ¿Qué sucede aquí? -Ella estaba robando señor Catalina saltó en su puesto, Jessica era una mentirosa, ella no era una ladrona, solamente buscaba algo de comida. -Yo solo buscaba algo de comer, no alcancé a llegar a la hora de almuerzo- dijo bajando la mirada hacia el piso -Jessica, sírvele en seguida algo de comer a Catalina. -Pero señor ella faltó a la hora de almuerzo, se quedó dormida…las reglas dicen que… -¿Me estas contradiciendo?- los ojos de Emilio abandonaron la dulzura con la que miraba a Catalina y se convirtieron en dos bolas de fuego ardiendo. Jessica se atemorizó tanto que corrió hacia la despensa a servirle algo de comer a Catalina -Gracias señor- esbozó Catalina -Alimentante bien, y para la próxima recuerda los horarios -Si señor Beltrán se giró y se dio media vuelta para volver a su despacho. El no quería demostrar mucho favoritismo por la pequeña, porque temía que podía ser descubierta por sus enemigos y por ende ser puesta en peligro. Cuando Emilio desapareció, Jessica arrojó sobre la mesa un plato con caldo y carne para Catalina. -Deja todo limpio, y luego quiero que vayas al jardín. Tienes trabajo- ordenó - y no creas que Don Emilio va a estar siempre para salvarte- dijo y se marchó. Catalina la miró y luego miró el plato caliente de comida, se le hizo agua la boca, tomó la cuchara y la metió con celeridad al plato. Sin darle mucha importancia a la amenaza de Jessica comenzó a comer. -Si señora- susurró con la boca llena de caldo. Se devoró con prisa todo el contenido, y una vez que estuvo satisfecha sonrió con gusto. Mientras se sobaba el estómago recordó lo que Jessica le había ordenado, entonces se levantó con rapidez, lavó y ordenó todo y se apresuró a ir al jardín, no quería ser regañada otra vez por esa horrible mujer. Catalina salió por la puerta trasera y caminó un par de metros hacia la entrada de la mansión, en donde estaba Jessica dándole órdenes a los jardineros. -Te demoraste mucho mocosa, ven aquí Catalina avanzó con temor y se puso en frente de la mujer. -Toma- Jessica le pasó una escoba y un barre hojas- quiero que limpies todas las hojas y el césped que están cortando los jardineros Catalina miró la gran cantidad de restos de poda que estaban dejado los trabajadores, le iba a costar mucho tiempo recogerlo. Sin embargo, no chistó ya que prefería estar al aire libre que encerrada en la mansión limpiando retretes. Tomó las herramientas y comenzó a barrer las ramas y hojas de la entrada principal. Jessica la miró un segundo con los brazos cruzados sobre su pecho, y esperó que cometiera un mínimo error para reprenderla, pero la muchacha era hábil y cuidadosa. Entonces buscando alguna excusa para ponerla mal se le ocurrió algo. -Catalina- la llamó de nuevo La chica volteó la cabeza y asintió. Caminó hacia Jessica y aguardó las instrucciones. -Va a venir un caballero en un coche azul, debes entregarle el paquete que te dejaré en porche de la casa. Catalina miró a lo lejos y divisó el porche. -No es tan difícil ¿lo podrás hacer? -Por supuesto- contestó entusiasmada Aquella era una gran oportunidad de ganarse el respeto de Jessica, así quizás ella dejaría de molestarla. -Continua con el césped Jessica se volteó y se fue sonriendo hacia el interior de la casa, en la entrada se topó con dos cajas iguales, una debía ser entregada al caballero del coche azul y la otra debía ser enviada como encomienda privada a otro país. Una contenía ropa antigua que era donada a un orfanato y la otra droga. Tomó la caja con droga, y la colocó en el porche. Y la segunda caja la dejó para que Gómez la llevara al distribuidor mas tarde. Jessica subió al segundo piso, y se dirigió al despacho de su jefe. Pero antes de tocar la puerta miró por una de las ventanas y comprobó que el coche azul había ingresado a la mansión. Sonrió con malicia y golpeó la puerta. -Adelante Jessica abrió la puerta con sigilo e ingresó. -¿Qué necesitas?- dijo Emilio inmerso en sus documentos Jessica lo miró y se abrió otro botón más de la ceñida blusa, dejando ver el comienzo de sus senos. Avanzó y se colocó por detrás de la silla de Beltrán, como solía hacer a diario. Le comenzó a masajear la espalda, apoyando sus pechos en su nuca. Buscaba provocarlo y obtener lo que la hacía poderosa y ama y señora de esa casa. -¿Qué haces?, no es momento- dijo en tono frío Beltrán. Jessica bajó sus manos y sobó el pecho de Beltrán, mientras apoyaba su mejilla en la de él. -Esta muy estresado Don Emilio, yo lo podría ayudar Beltrán sin dejar de leer los papeles, le dijo. -Ya no necesito de tus servicios, puedes retirarte Jessica La mujer se tensó en su lugar, y sintió miedo de ser derrocada. -¿Hice algo malo, patrón? -Simplemente, ya no me apetece estar contigo. -¿Ya no le gusto?- dijo desesperada Caminó hacia el frente y se abrió por completo la blusa. Jessica era una mujer de 40 años que se mantenía muy bien, y aún poseía una figura juvenil que había servido para saciar las necesidades de Emilio, pero con la llegada de Catalina a su vida, él ya no tenía deseos por Jessica ni por ninguna otra mujer. -Vístete y sal de mi vida -Pero Don Emilio… -¡Dije que te fueras! Emilio golpeó la mesa con fuerza y apretó la mandíbula con enojo. -Sal de mi despacho antes que tu osadía te cueste caro- sentenció Jessica pálida y temblorosa, se abotonó la blusa y salió corriendo del despacho de Emilio. Cerró la puerta y se recostó en la pared jadeando y aturdida. -¿Todo esto es por esa mocosa?- se preguntó. Apretó con fuerza los puños y juró que sacaría a Catalina de aquella mansión. Catalina ya llevaba 2 horas bajó el sol, su piel blanca se había vuelto roja y le comenzó a picar. Se sentía sedienta y hambrienta, sin embargo, no paró ni un segundo de trabajar, porque aún quedaba muchos restos de poda por recoger. Lo único que le daba consuelo es que había entregado correctamente la caja, aquello sin duda le iba significar un elogio de parte Jessica. Luego de la interrupción de Jessica, Emilio trabajó unas horas más, pero con muy poca concentración, aquel altercado lo había sacado de sus casillas y ya le era muy difícil volver al centro. Entonces decidió descansar y mirar el paisaje. Se levantó de su silla y caminó hacia su gran ventanal, que daba justo hacia su inmenso jardín. Lo primero que vio fue a la pequeña Catalina recostada sobre el mango de la escoba, secando su sudor. Se veía muy cansada y estaba muy colorada a causa del sol. “¿Por ella estaba haciendo esas labores?” Emilio se enfureció y bajó las escaleras con prisa. Salió hacia el jardín y caminó a paso rápido hacia la muchacha, le iba a preguntar algo justo cuando Catalina comenzó a desvanecerse en su lugar debido a la fatiga y al sol. Emilio dio una larga zancada y alcanzó a sostenerla en sus brazos, la miró con detención y comprobó que su cara estaba roja y llena de diminutas gotas de sudor, la cargó con cuidado y al interior de la mansión. Catalina iba desmayada en los brazos de Emilio, a pesar de lo sudada de su piel su rostro seguía siendo angelical. Emilio se topó en la entrada de la mansión con la señora Doris, la esposa de su chofer. -¡Dios mío señor!, ¿Qué le ha pasado a esta criatura?- dijo asustada Doris -Lleva paños fríos a mi habitación, necesitamos bajarle la temperatura Doris asintió rápidamente y corrió hacia la cocina a preparar lo necesario, y antes de subir a la alcoba de Emilio, cortó del jardín de la cocina, tres hojas grandes de aloe vera. En la habitación Beltrán recostó con cuidado a Catalina en su cama, le levantó el pelo con cuidado y despejó su cara y cuello. Le quitó los zapatos y el vestido dejándola solo en ropa interior. Su piel estaba roja e hirviendo, y ella seguía inconsciente. Doris entró corriendo y vio a la pequeña en ropa interior, miró a Emilio y este se sonrojó. -Yo me encargo patrón, no se preocupe Emilio quería seguir allí, junto a Catalina, pero entendió que debía salir por la privacidad de la jovencita. Beltrán aguardó nervioso a las afueras de su habitación.
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