Capítulo 18

1368 Words
Catalina siguió recibiendo las lecciones de la señorita Elizabeth, y cada vez se hizo más lista y refinada, desde que Jessica ya no estaba en la mansión, todo era armonía, los empleados adoraban a Catalina y se sentían muy augustos con su nueva jefa, la señora Doris. Nora y Catalina crecieron juntas, se volvieron unas mujeres hechas y derechas en un abrir y cerrar de ojos, dos años pasaron como un suspiro. Catalina no volvió a ver a Nick, por que él se mudó con sus padres a otra ciudad, pero Nora si siguió viendo a Robert, y se volvieron muy buenos amigos y enamorados, tanto así que hace poco Robert se había presentado en la mansión para pedir la mano de Nora. -Catalina no puedo creer que vaya a casarme- dijo con felicidad Nora -Ni yo tampoco, quién te viera hace 2 años, huyendo de los besos y su baba- Nora soltó una carcajada -Era muy pequeña e ingenua, realmente la señorita Elizabeth nos ha enseñado muy bien -Así es, ella ha sido una gran maestra -Catalina, ¿y tu quieres casarte algún día?- Catalina miró por la ventana de su nueva habitación, una que no quedaba en la planta de sirvientes, si no que estaba en el segundo piso de la mansión a un costado de la recámara de Don Emilio. Su habitación era espaciosa y lujosa, tenía una gran cama doble con sábanas de seda blanca, y muebles de madera fina, un escritorio donde ella hacía sus deberes y una estantería larga donde ella guardaba sus libros favoritos. -No creo que el matrimonio sea para mí Nora- murmuró Catalina -¿Bromeas?, eres bellísima cualquiera estaría orgulloso de tenerte como esposa, además eres muy astuta con los modales y las buenas costumbres- dijo Nora mientras le tomaba ambas manos -Simplemente, no creo que pueda salir nunca de esta mansión- pensó en Don Emilio, y en lo bueno que él había sido con ella, pero aparte de protegerla y cuidarla también la había privado de libertad, y a esa altura ella estaba resignada a que ese era el precio que debía pagar por la salud de su madre. -¿Cómo me queda?- Nora sacó de sus pensamientos a Catalina, y le mostró un velo transparente de tul blanco, se paró frente al espejo de cuerpo entero y se lo probó. -Te queda hermoso- Catalina sonrió con ternura. -¿Están listas?, el novio está esperando- dijo una sirvienta desde el otro lado de la puerta. Nora pegó un saltó y se acomodó su vestido blanco, se bajó el velo escogido y tomó de la mano a Catalina. Juntas bajaron las escaleras y caminaron hasta el jardín. Allí estaba montado todo lo necesario para la boda de Nora, Don Emilio había corrido con todos los gastos, y había mandado a contratar a la mejor planeadora de bodas de la ciudad. Todo estaba bellísimo, mesas blancas, jarrones con flores en tonos rosa y lilas, las sillas adornadas y un largo camino hacia el altar con una alfombra de color crema. Catalina miró a Nora por última vez y le dio un beso cálido en su mejilla antes de entregársela a Gómez, que la llevaría hacia su prometido. Gómez la recibió con una sonrisa, y una pequeña lágrima naciente en sus ojos, mientras que Catalina corrió a sentarse junto a Beltrán, Emilio la miró llegar y le entregó una sonrisa, Catalina lo tomó del brazo y aguardó paciente a que su amiga atravesara la alfombra hasta el encuentro con su novio. -¿Estas emocionada?- dijo Beltrán mientras veía como Catalina derramaba un par de lágrimas -Claro, que sí. Ella se ve preciosa. -¿Te gustaría verte así algún día?- Catalina limpió las lágrimas con un pañuelo blanco de género, antes de responder, a ella no le tomaba de sorpresa aquella pregunta, en varias ocasiones había hablado con Don Emilio sobre el matrimonio, claro que de forma hipotética. Ella no entendía por que él sacaba siempre el tema a flote, pero ya había pasado a ser repertorio común dentro de sus largas conversaciones. -No lo sé- se limitó a responder Nora y Robert se desposaron en medio de varios aplausos y alaridos. La fiesta continuó hasta el amanecer, con un gran banquete y mucha música. Los invitados estaban felices por un fiesta tan lujosa e impecable. Antes que los novios se marcharan a su nuevo hogar, uno construido por Don Emilio cerca de la mansión, Nora corrió a abrazarlo y a darle las gracias. -Muchas gracias Don Emilio, todo estuvo hermoso. Fue el mejor día de mi vida -No podría hacer menos por ustedes, son como mi familia Nora le dio una gran sonrisa y volvió junto a su, ahora, esposo. El chofer de Emilio los llevó hacia su destino, mientras la novia se despedía con su mano. -Ve a descansar. Mañana celebraremos tu cumpleaños y tienes que estar llena de energía- Catalina sonrió, al fin cumpliría 18 años, y como era costumbre Emilio la sorprendería con algo. Estaba ansiosa de saber cuál sería aquella sorpresa. Catalina se acercó y le dio un beso familiar a Beltrán en la mejilla, y se marchó a su alcoba. La mañana siguiente se despertó ansiosa, y bajó a toda prisa a desayunar solo con una bata de levantar. El día prometía ser magnifico, y ella no quería desperdiciar ni un solo segundo. -Buenos días cariño, Feliz cumpleaños- dijo Doris cuando la miró aparecer en la cocina. Catalina corrió y le dio un apretado abrazo. -Gracias Doris -Siéntate a desayunar te sirvo en seguida- Catalina obedeció y se sentó en la mesa de la cocina. No le gustaba comer en el comedor de la mansión, lo encontraba tan solitario y tan impersonal, esa mesa de casi 3 metros era tétrica. Prefería mil veces comer en la cocina junto a Doris y a los empleados. Por suerte Emilio siempre desayunaba en su despacho, y rara vez le pedía a Catalina que lo acompañara en la mesa del comedor. -¡Wafles!, mis favoritos- dijo Catalina dando un brinco en su puesto. Doris sonrió complacida. Catalina no demoró ni 5 minutos en devorar la comida, además tomó zumo de toronja y comió una fruta, y cuando estaba realmente satisfecha se levantó. -Iré a vestirme, gracias por todo Doris- Doris asintió y la vio marcharse hacia las escaleras. Catalina subió la escala de dos en dos, y abrió con rapidez la puerta de su alcoba, allí miró a una sirvienta que estaba esperándola. -¡Feliz cumpleaños señorita Catalina!- dijo y le extendió una caja del porte de su escritorio, era rosada y de cartón- Don Emilio se lo envía- Catalina corrió a recibir el obsequio y lo lanzó sobre la cama, y con apuro sacó la tapa para revelar su interior -¡Es hermoso!- dijo y sacó un largó vestido color lavanda, que le llegaba hasta los tobillos, era ajustado en la parte superior y con un escote discreto en forma de corazón, las mangas eran tipo volante y dejaban ver sus brazos descubiertos. Luego de medirse el hermoso vestido frente a su espejo, volvió hacia la caja y encontró otras dos pequeñas cajas adentro. Las tomó y las miró. -¡Pendientes y un collar!- estaba que se desmayaba de la emoción, sacó las joyas y las miró con detención, los pendientes eran de cristal y en medio tenían un pequeño diamante cada uno. Y el collar era a juego con una cadena de plata y un punto de luz justo en el centro, también de diamante. -Don Emilio quiere que se lo pongo para su fiesta de cumpleaños- señaló la sirvienta que seguía parada junto a la cama. -Está bien, gracias -Durante la tarde vendrán a maquillarla y a peinarla- Catalina asintió emocionada. Jamás en su vida había tenido tantas sorpresas y tan costosas. Sabía que cumplir 18 años era importante, Elizabeth, Doris e incluso Don Emilio se lo decían con frecuencia. Pero si aquello significaba recibir muchos halagos y obsequios, ella quería cumplir 18 años todos los días. Tomó el vestido y se lanzó con el sobre su cama, suspiró profundo y comenzó a reír de una forma genuina.
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