Capítulo 17

1732 Words
Los ojos de Catalina se abrieron enormes cuando desde la ventanilla del carro se comenzó a divisar el mar, una gran masa azul al fondo de aquella calle la mantenía expectante y casi sin pestañear. El chofer se detuvo justo en frente de la playa, en unos aparcaderos municipales, Catalina miró a Nora quien tenía la boca abierta y luego a Laura quién no paraba de dar pequeños saltitos en su puesto. -Hemos llegado señoritas- dijo Emilio volteando hacia atrás, la sonrisa de Catalina se hizo aún más enorme y juntó sus manos sobre su pecho. -¿Podemos bajar ya?- preguntó la pequeña Laura. -Por supuesto, vayan y diviértanse. Lo que sí, si no saben nadar no se alejen de la orilla, yo las estaré observando- y como si aquello hubiese sido una gran luz verde, las 3 niñas salieron disparadas hacia la arena. El chofer miró como Beltrán sonreía de una manera un tanto extraña, jamás lo había visto de esa forma. -Está caliente- se quejó Nora cuando hundió un pie en la arena -No te quites las sandalias hasta que estiremos las toallas- le dijo Catalina, las tres corrieron muertas de la risa hasta un lugar cómodo en la arena, estiraron sus toallas y se subieron encima cuidando de no quemarse los pies. -Quiero ir a bañarme- dijo Laura mientras se quitaba su vestido de flores. -Ya escuchaste a Don Emilio, sólo en la orilla. No sabemos nadar- le advirtió Catalina a su hermana Laura asintió y tomó la mano de ambas muchachas más grandes. Juntas corrieron para tocar el agua, y en la orilla dieron pequeños saltitos tratando de esquivar las olas que rompían en la orilla, el día estaba hermoso, había un sol radiante y el mar parecía más tranquilo de lo común. Beltrán instaló un gran quitasol en la arena, le costó un poco más de lo normal porque por primera vez en años hacía algo por sí solo, respiró profundo y se quedó contemplando a las 3 niñas jugar. No visitaba la costa desde que su esposa había fallecido hace ya 20 años atrás, parecía que aún podía escuchar las risas de ella y su hijo chapoteando en las aguas. Habían sido buenos tiempos, pero ahora eso era pasado. Cuando las niñas volvieron, empapadas por el golpeteo de las aguas, se encontraron con un picnic sobre un mantel aún más grande que sus toallas. Nadar les había robado bastante energía y ahora estaban hambrientas, pero las tres se quedaron paralizadas frente al banquete, y frente a Emilio quién descansaba en una silla de playa. Él se veía bastante a gusto, había recogido su camisa hasta los codos y arremangado su pantalón hasta los tobillos, llevaba puesto un fino sombrero de sol y unas gafas que parecían hechas a la medida. -¿Qué esperan, no tienen hambre?- Las niñas sonrieron y se sentaron a devorar todo lo que había encima, fruta, galletas, sándwich, huevos, jugos naturales y algunas golosinas. Catalina nunca había tenido tanta comida para su cumpleaños, y ahora que lo pensaba bien ella nunca había tenido tanta comida deliciosa en su vida. Luego de que estuvieron satisfechas, Laura quiso volver al mar, pero Catalina estaba algo cansada, su piel blanca a ratos le ardía, entonces prefirió quedarse resguardada un momento más bajo el quitasol. -Yo voy contigo Lau- dijo Nora entusiasmada por volver a zambullirse en el mar, Nora cogió la mano pequeña de Laura y se la llevó consigo, Catalina y Emilio quedaron solos bajo el quitasol. -¿Te ha gustado tu cumpleaños?, lamento que haya sido atrasado. -Claro que si Don Emilio, este ha sido el mejor cumpleaños de mi vida- dijo con una enorme sonrisa que calentó el corazón de Emilio. -Catalina ¿qué piensas hacer cuando seas mayor?- Catalina lo miró con incertidumbre ¿Acaso ella podía elegir? -Pues creo que ya estaré bastante mayor para hacer algo con mi vida, cuando terminé de pagar mi deuda- ella se río, aunque sabía que era triste permanecer encerrada en la mansión, aquello le pareció irónico. -¿Y si yo te dijera que no tienes que pagarme la deuda trabajando para mí?- Catalina se atoró con su propia saliva y tuvo que tomar un sorbo de jugo para calmarse. -¿Y que quiere a cambio?- ella era joven pero no tonta, sabía de sobra que nada era gratis en la vida. -Cuando llegué el momento lo sabrás- dijo Emilio y sonrió. Catalina no lo entendió en ese momento, no sabía a que se refería Emilio Beltrán con aquella frase, pero cualquier cosa que aquello significara no podría ser tan malo como permanecer el resto de su vida como sirvienta en la mansión, así que también sonrió, con la esperanza de saberlo pronto. El sol comenzó a esconderse, y anunciaba que el día se había acabado. Con tristeza las niñas subieron de vuelta al coche, había sido un gran día, y Catalina se despidió de la playa deseando volver algún día. Las pequeñas se quedaron dormidas exhaustas en la parte trasera del carro, y cuando el chofer se estacionó en la mansión, Beltrán las despertó para que ingresaran a la casa. Caminaron somnolientas pero muy felices, en la sala las niñas se encontraron a Doris y a la madre de Catalina tomando el té, y fue como una bomba de energía verlas allí, las chicas salieron corriendo para contarles el día maravilloso que habían tenido, no paraban de hablar del mar, de la arena, del picnic y de los juegos en el agua. -Muchas gracias Don Emilio- dijo la madre de Catalina- mi hija está muy feliz aquí- Emilio asintió. -Bien debemos marcharnos- anunció la madre, tomó de la mano a Laura quien hizo un puchero en automático y le dio un abrazo cálido a Catalina. -Espero verte pronto cariño- a Catalina se le hizo un nudo en la garganta, pero no quería llorar delante de su mamá y preocuparla. -Así será madre- le dio un beso en la mejilla y luego se agachó para abrazar a su hermana menor- Estudia mucho y pórtate bien con mamá. Laura asintió de inmediato y comenzó a derramar varias lágrimas. -Mi chofer las llevará, ha sido un gusto- La madre de Catalina se despidió de todos y agradecida subió al coche que la llevaría a su humilde morada. Pero antes, se acercó de Emilio y le dio su mano. -Cuide bien de mi hija Don Emilio, es lo único que le pido- Emilio hizo una reverencia y dejó ver una cálida sonrisa. Aquello no hacía falta decirlo, él daría la vida por Catalina. Todos se fueron a acostar, todos menos Beltrán y Gómez, ellos aún tenían algunos asuntos que atender. Pero antes Beltrán se dio una ducha, y se vistió con un traje impecable de tres piezas. Llamó a Gómez y juntos fueron hasta una casa alejada de la mansión, una que albergaba el cuarto n***o. -¿Te ha dicho algo? -Lo único que habla es de su amor por usted… -Ya veo- respondió, y mientras caminaba junto a Gómez pensó en el grave error que había sido involucrarse con una mujer como Jessica, deseosa de poder y muy resentida, él sabía de sobra cómo era ella, sin embargo, ella le calmaba el deseo s****l, y gracias a ella el no tenía que acudir a otras mujeres, ni antros, que tanto odiaba frecuentar. Ambos entraron a la pequeña y blindada casa, y cerraron con llave la puerta principal, aquel lugar era donde Emilio llevaba a torturar a los infiltrados o los delincuentes que trataban de robarle. Gómez le pasó unos guantes de látex y le abrió la habitación donde estaba Jessica esposa a la pared. Jessica abrió los ojos grandes cuando miró ingresar a Emilio, y un frío indescriptible recorrió su espalda. Estaba en problemas y lo sabía. -Don Emilio yo… -¡Calla!- dijo con fuerza y le volteó la cara de un bofetón, Jessica dejó caer la cara y apretó sus dientes por el dolor. Sentía arder su mejilla, pero lo resistió con dignidad. Emilio caminó hacia ella y le levantó la cara desde el mentón de forma brusca, clavó sus ojos llenos de furia en los de ella y le dijo: -Te has metido con la persona equivocada ¿lo sabás?- Ella comenzó a derramar lágrimas. -Te di mi confianza y me traicionaste Jessica- apretó con fuerza el mentón de ella, hasta clavarle los dedos en su piel, Jessica soltó un gemido de angustia, podía sentir como los dedos de Beltrán estaban punzando su hueso. -Lo hice por que lo amo, no podía soportar ver como esa mocosa tomaba mi lugar- Emilio la soltó con fuerza, y el movimiento le hizo girar la cara hacia un lado. -¿Tu lugar?, no seas estúpida- Emilio se carcajeó con fuerza- Una andrajosa muerta de hambre como tú, jamás podría tener un lugar en mi vida Las palabras de Emilio entraron como dagas afiladas en el corazón de Jessica, siempre pensó que ella era especial para él, entonces ¿Por qué la había convertido en la jefa de la servidumbre?, ¿Por qué la dejaba entrar a su despacho a complacerlo? ¿ por qué?, fue allí que la verdad le cayó como un balde de agua fría, ella jamás había significado nada para él, ella solo era un objeto, una cosa para satisfacer las necesidades de él. Sintió ganas de vomitar, y un asco incalculable apareció en su garganta. -Prefiero que me mate, ¡Hágalo ahora!- dijo Jessica ahogándose en su llanto, prefería morir allí mismo, que vivir con el dolor del despecho. Porque ella era una tonta, y a pesar de todo lo que él le había dicho, ella lo seguía amando. -No me voy a ensuciar las manos contigo, pero me aseguraré de que no te queden ganas de volver a acercarte a mi o a Catalina- Beltrán hizo un fino sonido, y la puerta del cuarto n***o se abrió, asintió con la cabeza y de inmediato ingresó Gómez con un bate de beisbol. -Quiébrale las piernas, hasta que no pueda volver a pararse en su puta vida- dijo Beltrán y cerró la puerta, dejando a Gómez con Jessica a solas. Antes de salir de la alejada casa, sólo sintió un aullido desgarrador de parte de Jessica, entonces cerró la puerta con una sonrisa sombría en sus labios.
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