Catalina despertó al día siguiente muchísimo más repuesta, tenía dentro de su estómago una sensación de emoción, que no podía ignorar.
Se vistió con la mejor ropa que tenía y guardó paciente por la llegada de Don Emilio, se sentó sobre tu cama y fijó la vista hacia la puerta, expectante. Así trascurrió una hora y luego dos, y nada sucedía, durante la tercera hora Catalina se sintió mal, se sintió engañada y utilizada. “¿por qué Don Emilio le había mentido?”, estaba a punto de ponerse a llorar cuando oyó una voz familiar proveniente del pasillo, se levantó con rapidez y se paró frente a su puerta con el corazón desbocado.
“¿podría ser…?”
-¡Laura!- gritó Catalina cuando vio a su pequeña hermana correr por el pasillo de la servidumbre rumbo a sus brazos. Se agachó a su altura y la abrazó con fuerza, hundió su nariz en el suave y rizado cabello de Laura y aspiró como si aquello fuera el oxigeno que necesita para seguir viviendo.
-Te extrañé tanto- dijo Laura enredada en el cuello de Catalina.
-Y yo a ti- Al decir esto, Catalina miró para ambos lados del pasillo, temió que saliera la señora Jessica de su habitación a reprenderlas, pero luego de unos segundos ella no apareció, entonces Catalina respiró aliviada.
-¿A mi no me saludas?- levantó la vista y se encontró con su madre quién venía avanzando con la ayuda de unas muletas, estaba mucho mejor de lo que ella recordaba, soltó a Laura y corrió hacia su madre, abrió los brazos y con cuidado de no dañarla, le dio un delicado abrazo.
-Catalina, que grande que estás, te extrañé
-Mamá ¿Cómo te sientes?
-Mucho mejor, gracias al tratamiento que estoy teniendo- la joven recibió un cálido beso de su madre en la frente. Catalina sintió que todo el sacrificio y esfuerzo por permanecer en aquella mansión estaba valiendo la pena, su madre se estaba mejorado y aquello era impagable.
De pronto una de las puertas se abrió y salió Nora, a Catalina le brillaron los ojos y corrió enseguida a un lado de su amiga, la tomó de la mano y la arrastró hacia su madre.
-Mamá, ella es mi mejor amiga Nora- Nora abrió los ojos ¿había oído bien, ella dijo mamá?, Nora enfocó la vista y divisó a una mujer con muletas, sonrió y le dio la mano, luego miró a Catalina con la cara llena de felicidad y se conmovió.
-Un gusto señora- dijo Nora muy respetuosa
-Me alegro que tengas una amiga cariño, eso me deja mucho más tranquila- Catalina extendió el brazo y abrazó con fuera a Nora. En ese momento Nora lo entendió mejor, ella era la única familia que tenía Catalina dentro de la mansión, ella tenía a su madre Doris y a su padre Gómez siempre cerca, pero Catalina no, ella estaba completamente sola. Su corazón se encogió, a la vez que se sintió orgullosa de ser su amiga.
Doris apareció por la escalera y con una sonrisa dijo:
-Bienvenidas señoritas, Don Emilio las espera en la sala
Las mujeres asintieron y caminaron detrás de Doris.
A la sala ingresó la madre de Catalina tomada del brazo de sus hijas, Emilio las esperaba con una sonrisa.
-Feliz cumpleaños Catalina- dijo a penas se volteó para mirarlas. A Catalina se le llenó el corazón de gratitud y no dudó ni un segundo en correr a abrazar a Emilio. El abrazó fue tan real y genuino que Beltrán no pudo rechazarlo, Catalina se hundió en su pecho y él aprovechó de inhalar el exquisito olor a jazmines que emanaba de su cabello. La pequeña se separó un tanto y mirándolo a los ojos le dijo:
-Gracias, éste es el mejor cumpleaños de mi vida- se puso en puntitas de pie y le besó la mejilla. Beltrán se sonrojó y luego aclaró su garganta. Doris fue la única que notó la incomodidad de Don Emilio, pero decidió desviar la mirada.
-Esta bien Catalina, no te emociones tanto, por que aún queda otro regalo- Catalina juntó sus manos cerca de su pecho.
-¿Qué es?, ¿Qué es?- dijo con euforia Laura, la pequeña hermana de Catalina.
-Shh, guarda silencio cariño- susurró la madre, Laura hizo un marcado puchero y enlazó sus brazos con molestia.
-¿Estas lista para tener un día en la playa?- La boca de Catalina se abrió, tanto que parecía una gran “o”.
-Don Emilio, yo…-tartamudeó
-Ve y prepara tus cosas, salimos en 10 minutos.
-¿Puede ir Nora?- preguntó enseguida
Emilio miró a Doris, en busca de su aprobación.
-No lo sé, aún le queda un saco de patatas que pelar- Nora miró a su madre e hizo un marcado puchero, y Catalina a su vez juntó sus manos como rezando. Doris negó un par de veces, y chasqueó la lengua.
-Creo que por un día que no pele patatas, no habrá problema.
-¡Gracias mamá!- saltó Nora y le dio un beso en la mejilla, luego miró a Beltrán y sonrió- Gracias don Emilio- él asintió.
Catalina tomó de la mano a su amiga y la jaló hacia las escaleras, para alistar sus cosas. Pero antes que descendieran, escuchó hablar a su madre.
-Don Emilio, le agradezco la invitación, pero, ¿podría quedarme aquí mientras espero que vuelvan?, para mi es muy difícil hacer un viaje como éste- Catalina apretó los dientes, pero no dijo nada, sabía de la condición de su madre, y no iba obligarla a acompañarla si no era su deseo.
-No hay problema, puede aguardar junto a Doris- Doris sonrió
-Muchas gracias
-¿Mamá yo si puedo ir?- preguntó con inocencia Laura
-Veremos que dice tu hermana, recuerda que es su regalo de cumpleaños- Laura bajó la mirada y asintió no muy convencida.
Nora y Laura se demoraron exactamente 8 minutos en preparar todo, Catalina tenía solo un bañador, así que no tuvo más opciones, tomó un vestido amarillo y unas sandalias, y por si las moscas, echó otro vestido celeste. Ambas tomaron dos sombreros de paja, de los que usaban para hacer el jardín y subieron corriendo las escaleras.
Catalina se quedó parada en la sala esperando las instrucciones de Don Emilio, cuando sintió un jalón de su vestido, miró hacia abajo y sonrió.
-¿Cata, me llevas contigo?- los pequeños ojos de Laura se volvieron enormes dentro de su cara, Catalina sonrió.
-Por supuesto- Laura abrazó las piernas de su hermana y le tomó la mano.
Las niñas se despidieron de todos en casa y salieron junto a Don Emilio.
Esta vez el chófer sería otro, y eso le llamó la atención a Catalina, pero luego de un momento y con la euforia del viaje lo olvidó, las 3 niñas subieron a la parte trasera y esperaron pacientemente. Emilio se quedó unos minutos hablando con Gómez en la entrada de la mansión.
-Lo encontramos, encontramos al culpable- Emilio se levantó las gafas de sol.
-¿Quién fue?
-Jessica- las manos de Beltrán se apretaron en un puño.
-Maldita despechada. Llévala a la habitación negra, a mi vuelta me encargaré de ella.
-Entendido señor, que tenga un buen viaje.
Beltrán se volteó y caminó hacia su auto, Catalina lo miró por a ventanilla tintada y sintió emoción, emoción de que el mejor día de su vida había comenzado.