Capítulo 14

1188 Words
Emilio no quería alejarse de la mansión por mucho tiempo, ahora tenía a un tipo de imán que lo atraía y lo hacía permanecer mucho más tiempo en casa. Pero esta vez no tuvo otra opción, debía visitar una de sus fábricas que estaba a dos ciudades de distancia, y que por alguna razón estaba produciendo mucho menos que las otras 20 que tenía regada por el país. Por mucho que no fuera su voluntad no podía descuidar el negocio por permanecer cerca de Catalina. Se fue pensando todo el camino que se perdería el cumpleaños de la pequeña.Ya no podía cambiar aquello, pero si podía compensarla a su vuelta, pensó en varias opciones para hacerla feliz, pero cuando llegó a la correcta sonrió con alegría, aquella sin duda, iba hacer que ella no olvidará su cumpleaños número 16 en toda su vida. Antes de salir muy temprano por la madrugada, Emilio fue a la habitación de Catalina sin que nadie lo notara, abrió la puerta y la contempló unos minutos dormir en silencio, pasó su mano por sus cabellos rizados, y se acercó para oler su aroma a jazmines. Le hizo una cruz en su frente y deseo que ella estuviese bien. Se volteó y se fue rumbo a su helipuerto. Allí abordó su helicóptero privado y emprendió el viaje. La mañana comenzó como todas, era domingo y Catalina sabía que tenía varios deberes por hacer, algo hizo que ella se levantara con muy buen humor, quizás fue la tarde agradable que pasó con Doris en la huerta o quizás era por que su cumpleaños se acercaba. A ella le emocionaba mucho esta fecha. Sabía que esta vez iba a ser distinto, pero no por eso iba ser malo. Tenía a Nora y a Doris como familia, y solo pensar en aquello le sacó una gran sonrisa. Fue a desayunar con el resto de los empleados como siempre y otra vez descubrió a Jessica mirándola con una cara espeluznante, que hizo que su columna vertebral se estirara. Trató de no darle importancia y la ignoró lo que más pudo. Luego de comer, todos los sirvientes se levantaron para empezar las labores del día, ella miró a Doris y aguardó alguna instrucción, pero antes de que Doris pudiera hablar Jessica le ordenó otra cosa. -Ven conmigo, hoy trabajarás en los pisos del salón de baile Doris apretó la boca, por que no podía rebatir a Jessica, era ella la jefa de los sirvientes, y por tanto se hacía lo que ella decía en cuanto a las labores de la casa. Catalina miró a Doris y luego a Nora quién ya estaba sentada en su taburete con un saco de patatas nuevo y listo para ser pelado. Nora le dio una sonrisa cómplice, y una mirada de lástima. A Catalina no le quedó más que salir caminando tras Jessica, atravesaron toda la sala y llegaron a una puerta doble hecha de madera de roble, se veía muy gruesa y también muy pesada. Catalina aguardó con la fregona y un cubo de agua a un costado de Jessica mientras ella empujaba con ambas manos la enorme puerta. A Jessica le costó un gran suspiro abrirla, y cuando Catalina observó al interior descubrió un gran salón con un piso de baldosa blanco con n***o, a los costados varias mesas con sus respectivas sillas, un pequeño escenario al fondo y una barra enorme de bebestibles, que atravesaba la sala de costado acostado. Baños privados al lado derecho y una gran lámpara en el techo. Los metros de piso eran incalculables, ella pensó que aquel espacio era 2 o 3 veces más grande que su antigua casa. Tardaría quizás todo el día en limpiar baldosa por baldosa. -Quiero que todo esto quede impecable, no te detengas hasta que pueda ver mi reflejo en cada baldosa- ordenó Jessica y se retiró golpeando con fuerza sus tacones contra el suelo. -Si señora Catalina metió la fregona en el cubo de agua y estrujo el exceso de agua con sus manos, y comenzó a trapear, a trapear y a trapear. Las horas pasaban como segundos bajo el agua, la manecilla del gran reloj parecía que retrocedía en vez de avanzar, y el tiempo se hizo eterno dentro de ese gran salón. Sentía que cada cuadro del piso era exactamente igual al anterior, y de repente perdía la noción de que si ya lo había limpiado o no. Los brazos le comenzaron a pesar, y la espalda a doler, las manos estaban heladas y arrugas de tanto meterlas al agua. Pero no pararía hasta terminar todo el piso, ya sea le demorara años, ella iba finalizar el trabajo. Ya no sabía cuántas horas llevaba limpiando el piso, cuando sintió la puerta crujir otra vez. Apareció Jessica cargando un vaso de jugo de naranja, parecía recién exprimido. Catalina se detuvo y mientras se sobaba las manos miró a Jessica avanzar con una sonrisa hacia ella. -Debes estar cansada, ten bebe esto, refréscate y sigue trabajando. Catalina miró el vaso y luego la miró a ella, ¿Por qué ella estaba siendo amable justo ahora?, fue lo primero que se le cruzó por la cabeza, sin embargo, tenía tanta sed que podría haber dado su pierna derecha por un vaso de delicioso y helado jugo de naranja. Se acercó y tomó el vaso entre sus dedos, y sin mirarlo bebió todo el contenido hasta no dejar ni una sola gota. Se relamió los labios y se limpió con la manga de su vestido. Jessica la miró con asco hacer aquello y le arrebató el vaso de sus manos. -Sigue fregando- le ordenó y se marchó. Catalina no le dio más vuelta al asunto y siguió trabajando, aquel líquido le había calmado la sed y el calor y le había dado un poco de energía para poder terminar la tediosa labor. Cuando le quedaban tan solo 5 cuadros por fregar, las manos le comenzaron a temblar, y un sudor frio empezó a bajar por su frente, miró rápidamente hacia adelante, pensado que al estar por tanto tiempo agachada podría haberla mareado, pero cuando subió la vista se dio cuenta que no veía nada, todo se había vuelto n***o, y poco a poco dejó de percibir los sonidos, incluso dejó de escuchar su propia respiración. No alcanzó a pedir ayuda y se desmayó. Catalina no llegó a cenar, y Doris un poco inquieta decidió buscarla. Subió a la biblioteca pensando en que la encontraría allí leyendo alguna lección de sus clases, pero no. Bajó al huerto, sabía cuanto le gustaba a Catalina regar, pero tampoco la halló allí. Comenzó a preocuparse en serio, entonces le preguntó a Nora si la había visto. -No mamá, no la he visto desde el desayuno. Pero oí decir a la señora Jessica que se la llevaría a limpiar el salón de baile Doris miró a su hija y la tomó de la mano, para correr rápidamente hacia el salón. Ambas empujaron la pesada puerta y entraron apresuradas. Encontraron a Catalina desmayada sobre un charco de agua, estaba tan pálida y helada que parecía que estaba…muerta.
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