Capítulo 4

1688 Words
Emilio llevó a la pequeña y asustada niña directo a su mansión. Pero invadido aún por los recuerdos de su difunta esposa y la forma en que ella falleció decidió mantener oculta a Catalina, nadie podía enterarse de que ella sería su futura esposa, por lo tanto, se le ocurrió mandarla directo al piso de la servidumbre, y hacerla pasar por una criada. Sin embargo, ella tendría alguno lujos y privilegios que el resto de los empleados no. Su asistente y chofer Gómez era el único que conocía los planes reales del Señor, y por tanto era su mano derecha. Cuando el lujoso carro de Beltrán llegó a la mansión, todos los sirvientes se formaron en una hilera para recibirlo, Jessica quién era la jefa de la servidumbre, se puso a la cabeza de todos y aguardó emocionada por su Señor. Pero la cara de Jessica cambió en un instante al ver descender del carro a una joven chica pelirroja, que irradiaba dulzura. Emilio la ayudó a bajar, y la llevó por las escaleras tomándola de codo. Aquel acto provocó una ola de celos en Jessica, quién era, hasta ahora, la favorita de don Emilio. Observó con detención como Beltrán la miraba y la ayudaba a caminar, él le ofrecía un trato distinto a aquella jovencita, y eso desató el murmullo de los empleados. -¡Silencio!- dijo con seriedad Jessica. Todos guardaron silencio en el acto. -Buenos días mi Señor- dijo Jessica con una sonrisa hipócrita. -Buenos días Jessica. Desde hoy María Catalina vivirá en la mansión, y tendrá una habitación en la planta de servidumbre Jessica sonrió entre dientes, al parecer esa mocosa no era tan importante después de todo. -Claro, yo me encargaré Don Emilio -Hola jovencita- dijo con una mirada penetrante Jessica Catalina se removió en su sitio, y los ojos de aquella mujer le produjeron escalofríos. -Jessica, muéstrale por favor cuál será su habitación- ordenó Emilio Beltrán se volteó y bajó la mirada hacia la pequeña Catalina, le sonrió con los ojos y le dijo. -Aquí no tienes nada que temer, esté es tu hogar de hoy en adelante Jessica llamó a uno de los sirvientes y le ordenó que llevará la maleta de Catalina hacia su habitación. -Vamos pequeña, te mostraré tu cuarto Catalina asintió temerosa y con los dedos entrelazados siguió en silencio a Jessica. Beltrán la miró desaparecer por la escaleta que llevaba a la planta baja. Catalina iba en silencio siguiendo los pasos de Jessica, y cuando iban por la mitad de la escalera, Jessica se plantó en seco. -Quiero que sepas una cosa mocosa, aquí soy yo la mujer de esta casa, y me debes obedecer. Se hará lo que yo ordene. -Pero el señor Emilio dijo… -No importa lo que el haya dicho, él no está aquí para defenderte. Así si quieres sobrevivir más te vale no hacerme enojar- dijo con seriedad y continuó bajando las escaleras como si nada hubiese pasado. Catalina tragó saliva nerviosa. -Si señora- terminó por decir, para continuar bajando atrás de Jessica La planta de la servidumbre estaba un piso más abajo del nivel del suelo. Jessica abrió una puerta al fondo del pasillo, y reveló una pequeña pieza con un poco de olor a humedad y algo oscura ya que tenía solo una pequeña ventana en una de las paredes laterales, que daba al jardín de rosas. Jessica sonrió, por que le había dado la peor pieza de los empleados. Con eso bastaría para marcar territorio. Pensó que aquella niña no aguantaría ni una sola semana en ese lugar. -¡Me encanta! Muchas gracias Jessica abrió la boca, no podía creer lo que escuchaba. Ciertamente Catalina encontraba que aquella habitación era hermosa, por que, aunque fuera pequeña y solitaria, era mucho más grande y moderna que la que tenía en casa de sus padres. Tenía muebles antiguos pero refaccionados, un ropero de roble y una cama de una plaza solo para ella. Catalina pensó que todo aquello era un lujo. -Prometo cuidar todo- dijo de forma ingenua Catalina Jessica apretó los dientes. -A las 14h se sirve el almuerzo de los empleados en la cocina, no vayas a llegar tarde, sino te quedaras sin comer- sentenció y cerró con fuerza la puerta tras de ella. Catalina se quedó sola en la habitación. -No lo puedo creer una cama sólo para mí- dijo y se lanzó al lecho con los brazos abiertos -Esto huele maravilloso- dijo llevándose el almohadón a sus narices -A mamá le encantaría… Se quedó por un momento pensando en su familia, y en cuanto los iba a extrañar, poco a poco se le forma un vació en el estómago, pero se detuvo cuando recordó que ella estaba allí para salvarle la vida a su madre. Aquello la hacía mantenerse en pie, y sentirse menos miserable. Luego de un par de minutos recostada, la puerta de su habitación sonó. Catalina se sentó de golpe en la cama y acomodó su vestido y su cabello rizado. -Adelante- dijo con voz temerosa La puerta se abrió y una niña como de su edad apareció, Catalina sonrió se alegró de ver a alguien como ella allí. La pequeña morena cargaba con dificultad un par de sabanas limpias y varias frazadas. Catalina se apresuró en ayudarla y la liberó de toda la ropa, dejándola encima de su cama -Hola señorita, me enviaron a dejarle esto. En la noche hace mucho frío aquí Catalina sonrió -No me digas señorita, mi nombre es Catalina. Mucho gusto- se acercó a la otra joven y le dio un apretón con su mano. La niña se quedó paralizada y tragó saliva. -¿No me vas a decir tu nombre?, ¿Qué pasa, acaso viste un fantasma? La niña parpadeó un par de veces -Mi padre me dijo que usted es muy importante, no debo faltarle el respeto Catalina de echó a reír -¿Importante yo?, creo que te equivocaste de persona -¿Usted no es Catalina Ramírez? -Si que lo soy. Pero ¿quién te dijo que soy importante? -Mi padre, él es Pedro Gómez, es el chofer de don Emilio Catalina se sobó el mentón. -Se de quién hablas, lo conocí esta mañana, es muy agradable, y ustedes dos se parecen bastante. Claro que a ti te falta la barba- dijo Catalina de forma juguetona La niña morena se largó a reír -Ves que no soy importante, ¿una persona importante bromearía de este modo? La chica negó con la cabeza y luego sonrió. -Soy Nora Gómez- dijo y le entrelazó la mano a Catalina -Encantada. ¿vives aquí? -Si, desde que nací. Mi madre es la cocinera de Don Emilio y mi padre su chófer. Yo ayudo con la limpieza -Yo también estoy aquí para servir- le contó de manera alegre Catalina- seremos mejores amiga Catalina no tenía idea del plan de Emilio de convertirla en su esposa. Él había mencionado que trabajaría y viviría con la servidumbre, entonces por supuesto tendría que limpiar y atender a los patrones. Estaba feliz de encontrar a alguien de su edad para poder compartir. Nora sólo la miró, pero Catalina se acercó y la abrazó. -Gracias por las sábanas- le dijo y se separó de ella. Nora asintió. -Tengo que seguir con mis deberes, si no la señora Jessica se enojará. Catalina la quedó mirando, al parecer Jessica era realmente de temer, tenía que tener cuidado con ella. A pesar de la corta edad de Catalina, ella no era boba y sabía muy bien cuando alguien no era bueno. Nora se despidió y se marchó por el pasillo. Catalina se sentó en el borde de la cama y comenzó a sacar las pocas pertenecieras que había traído de su casa. Sacó un cuadro de fotos y lo colocó en la mesita de luz, en él había una fotografía de los cuatro sonriendo, aquel día su padre las había invitado a merendar a la entrada de un bosque cercano, ese había sido el mejor día de su vida. Su madre aún no se enfermaba, su padre tenía trabajo y ellas eran felices. Deseo poder retroceder el tiempo y volver a sentir la brisa tibia de ese día, cerró los ojos y revivió cada momento en su mente, se relajó tanto que se quedó profundamente dormida. Pero luego de unas horas el tronar de sus tripas la despertó, se tomó el estómago y entendió que estaba muerta de hambre. No había comida nada desde el desayuno de aquel día. Miró un pequeño reloj que colgaba de una de las paredes. -Oh no, son las 16 horas, me perdí la hora de almuerzo- dijo con decepción Aún quedaba mucho para la cena, así que decidió subir hacia la cocina por si podía tomar algún bocadillo. Cuando ingresó a la cocina, la encontró totalmente ordenada y limpia, los trastos del almuerzo ya estaban lavados y guardados. Miró para todos lados y se encontró con una cesta llena de fruta, en ella había una apetitosa manzana. No pensó más y la cogió, le dio un gran mordisco y comenzó a masticarla como si no hubiese un mañana. La fruta estaba deliciosa. Cuando iba a darle el tercer mordisco, una mano apareció entre ella y la fruta y le golpeó con fuerza el brazo, haciendo que la manzana se cayera y rodara por el piso de cerámica. -¡¿Qué estás haciendo, pequeña ladrona?! Jessica la tomó de la muñeca y la levantó en lo alto, los pequeños pies de Catalina estaban empinados tratando mantener el contacto con el suelo. -Me lástima- dijo con dificultad Catalina -Te dije que, si no subías a las 14h, te quedarías sin comer. Me desobedeciste y tendrás un castigo -Discúlpeme señora Jessica, tenía mucha hambre, me quedé dormida y no supe cuánto tiempo había pasado -¡Además de ladrona eres floja! Jessica estaba enfurecida, entonces levantó su mano libre para darle un azote a Catalina. Catalina la miró, y entendió de inmediato lo que iba a suceder, cerró con fuerza los ojos y ladeó un tanto el rostro, dispuesta a recibir aquel bofetón.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD