Las lecciones comenzaron aquel día, la señorita Jones venía cada día por la mañana enseñar a las dos muchachas, mientras que la incertidumbre y el odio crecía cada vez más en Jessica, quién notaba que Catalina tenía ciertos privilegios, y sobre todo que Emilio la rechazaba cada vez. No importaba lo que ella hiciese o como se vistiera para él, el siempre se negaba a estar con ella.
Elizabeth Jones dejó a Nora sentada en una de las mesas de la biblioteca, ejercitando las vocales, y llamó a Catalina juntó a ella a sentarse al sofá que estaba al lado del ventanal.
Catalina obedeció y se sentó frente a la institutriz.
-Señorita Catalina, además de enseñarle materias escolares, debo enseñarle modales y buenas costumbres, aquello le servirá para ser una buena esposa.
Catalina se quedó pensando en las últimas palabras de su profesora, “¿buena esposa?”, ella no pensaba casarse nunca, y no entendía por que debía aprender de aquellos deberes.
-No necesito aprender como ser una buena esposa, yo no deseo casarme nunca
Elizabeth sonrió.
-Es usted aún muy joven, pero le aseguro que algún día si querrá hacerlo. Comencemos
Sin darle más espacio para rebatir, Elizabeth comenzó las lecciones de buenos modales con Catalina.
Así pasó una semana completa, la mitad de la mañana Catalina estudiaba sobre historia, ciencias, lenguaje y matemáticas y la segunda mitad sobre como ser una buena esposa y dama.
Catalina amaba aprender sobre materias escolares, sin embargo, odiaba cuando llegaban las lecciones de buenos modales. Aún así se esforzaba porque si no lo hacía temía que Don Emilio le quitara las horas de aprendizaje, y eso si que la iba a matar en vida.
Nora ya había aprendido a escribir palabras simples, y comenzaba a leer pequeños fragmentos de cuentos infantiles.
Cuando llegó el viernes de aquella semana, Elizabeth fue llamada al despacho de Beltrán.
Las dejó estudiando sus libros y se marchó.
-Señorita Jones, tome asiento por favor- dijo Beltrán mientras le abría la puerta
Jones se sentó en una cómoda e impecable silla de escritorio, frente al Berger de Beltrán.
-Cuénteme, ¿Cómo ve a usted a Catalina?
Elizabeth sonrió.
-Oh, ella es una niña espléndida, muy hábil para aprender materias escolares, tiene buena memoria y excelente dicción.
Beltrán sonrió con gusto.
-Sin embargo- prosiguió Elizabeth- no le agradan nada las lecciones de buenos modales y buenas costumbres, y le interesan muy poco las de como ser una buena esposa.
Beltrán se llevó una mano en el mentón.
-Tiene que hacer que ella se interese por aquello, ella debe familiarizarse con las labores y deberes de una esposa.
-Creo que se debe a que aún es un tanto inmadura, recién el lunes cumplirá 16 años
Beltrán tragó saliva.
El sabía que Catalina cumpliría años muy pronto, pero había olvidado por completo averiguar día exacto en que había nacido.
-Me interesa que aprenda sobre biología humana, sobre todo como nacen los bebés. Ella algún día querrá ser madre y no quiero que la tome por sorpresa
Beltrán se sorprendió con su comentario, sin embargo, él deseaba tener hijos con ella, siempre y cuando ella estuviese lista. No quería que Catalina fuera ingenua en ningún tema, y que más adelante no pudiera decidir con plena conciencia.
-Así será. Me atrevo a hacerle una pregunta Señor Beltrán.
Emilio asintió
-¿Qué parentesco tiene usted con Catalina?
Emilio abrió los ojos.
-Supongo que a usted le puedo decir la verdad, más que mal ella aprenderá todo de usted. Catalina será mi futura esposa, cuando cumpla la mayoría de edad
Elizabeth abrió la boca, sin embargo, no se atrevió a hacer ningún comentario más al respecto, sabía de sobra que él era un hombre peligroso, y más le valía mantener la boca cerrada.
-Gracias por su confianza. Haré mi mejor trabajo con ella
Elizabeth se retiró del despachó apretando el dobladillo de su chaquetilla. Se sintió culpable por que estaba preparando a aquella niña para entregársela en bandeja a aquel hombre.
Cerró los ojos y se prometió proteger a Catalina, y cuando fuera el momento, confesarle los planes de Beltrán, para que ella pudiese huir.
Tomó aire y volvió a la biblioteca.
Catalina estaba sentada leyendo sobre historia, mientras Nora escribía varias palabras sueltas en el pizarrón, las miró de lejos y sonrió.
-Bien señoritas, es todo por hoy
-Pero señorita Jones aún me quedan mis lecciones de buenos modales- acotó Catalina
-Por hoy no las tendrás, vayan a descansar han trabajo suficiente por esta mañana
Catalina miró a Nora y sonrió. Aún les quedaba media mañana libre para estar juntas y jugar en el jardín.
Ambas se tomaron de la mano y salieron dando saltos de la biblioteca.
Eso sí, debían esconderse de Jessica, si querían tener un poco de diversión durante la mañana.
Elizabeth las miró marcharse y se sentó acongojada en su escritorio.
Negó con la cabeza y comenzó a recoger sus libros para marcharse.
Catalina y Nora salieron silenciosas hacia el patio trasero, se escondieron por los arbustos y caminaron por un sendero hacia uno de los jardines más alejados de la casa.
Ambas se sentaron en una banca debajo de un manzano a conversar.
-¿Por qué crees que la señorita Jones terminó la clase antes?- dijo Nora mirando las manzanas del árbol.
-No lo sé quizás tiene cosas que hacer- dijo Catalina
Nora se levantó y comenzó a trepar el árbol para poder alcanzar una deliciosa y roja manzana.
-Quizás fue a visitar a su novio- dijo Nora
Catalina miró hacia arriba y decidió sostener a su amiga mientras trepaba.
-¿Tu crees que tenga novio?- preguntó Catalina sin quitar la vista del árbol.
-Claro que si, ella es guapa e inteligente, cualquier quisiera tenerla de novia- acotó Nora a punto de alcanzar la manzana más grande del árbol.
-¿Cómo será tener novio?- preguntó Catalina
-Asqueroso- dijo enseguida Nora y jaló la manzana
-Yo pienso que debe ser muy romántico, imagínate alguien que te ame y te cuide y que te regale flores y chocolates
-Y que te bese…yiuk
Nora le pasó la manzana a catalina y esta se la guardó en el bolsillo del delantal.
-¿Por qué te dan asco los besos?
-Toda esa saliva, y lenguas…¡que asco!- acotó Nora mientras se volvía empinar para alcanzar una segunda manzana del árbol.
-No lo había pensado así, pero supongo que cuando te gusta un chico no piensas en su saliva
-Catalina, deja de hablar de eso, por tu culpa ya no se me apetece comer manzana
-Me gustaría que mi primer beso fuera con un chico que me guste mucho- dijo Catalina ignorando la petición de su amiga.
Nora cortó la segunda manzana y se bajó del árbol.
Miró a Catalina y se encogió de hombros, finalmente le dio un mordisco a su manzana.
Con la boca llena comenzó hablar -¿Y donde conocerás chicos?, si vivimos encerradas en esta fortaleza
Catalina se quedó pensando, y luego de unos segundos sus ojos brillaron.
-Tenemos que ir a la ciudad
Nora abrió los ojos y se atragantó con la manzana.
-No, no, no. ¿A caso quieres que nos maten?- dijo moviendo los brazos
-Lo haremos al atardecer cuando todos se vayan a sus dormitorios, nadie sospechará
-¡Catalina, por favor para!, me asustas
Catalina se volteó y tomó los hombros de Nora.
-Esta noche- sentenció Catalina
Al escucharla tan decidida, Nora no pudo seguir comiendo su manzana.