—Quiero ver dónde vive mi hermana—. —Soy hermanastra, está bien, no es que realmente compartamos sangre—. —Tal vez no, pero eres parte de la familia y quiero asegurarme de que estés bien—. —Me estaba yendo bien antes de que mi madre decidiera casarse con tu padre. No hay ninguna razón para que eso haya cambiado—. —Déjame entrar.— Levantó la mano. Una percha colgaba de su dedo medio. Debajo, material violeta protegido por plástico transparente. —Conseguí tu vestido. Para la boda. Parecía que no podías molestarte en recogerlo—. —Oh, mierda, lo olvidé de nuevo. Sí. Adelante.— Ella abrió la puerta. —Supongo—, dijo, entrando al pasillo y llenando el espacio. —La versión de cada uno de estar bien es diferente, ¿verdad?— —Tengo una casa, un trabajo y amigos—. Sus nervios se dispararon. Ten