Tengo tantas emociones atragantadas. Una de sus manos va a mi mejilla y luego se traslada a mi nuca para profundizar el beso. Muevo mis labios suavemente sobre los suyos, pero con firmeza. Mis manos toman sus hombros y sigo besándolo con ganas de desgastarle sus labios. Él chupa mi labio inferior y el beso que iba a pasar a ser dulce, rompe con eso. Ya no es dulzura lo que sus labios pretenden darme, es fuego, pasión.
Nosotros sin pretenderlo somos un fuego divertido que amenaza con consumir todo a su paso.
Siento como jadeo cuando me acerca más a él. Sus manos se enredan en mi cabello y me dejo llevar embriagándome de todo lo que me hacen sentir. Lamo sus labios y los muerdo. Maldición, odio que bese tan bien. Inuyasha me hace acercarme y me siento ahorcadas de su cuerpo de manera torpe, pero ahora tengo mejor asceso a sus labios que es lo que pretendía. Sus manos acarician mi espalda y lucho contra la sensación de moverme sobre su cuerpo. Su lengua se entrelaza con la mía y comienzan una batalla donde ambos dudamos en quién sea el ganador. Me besa tan delicioso que me encuentro despeinando su pelo para acercarlo.
Recuerdo que Inuyasha y yo tuvimos momentos que ambos sabiamos no eran de amigos, estaban esas miradas, esos toques, esas sonrisas de complicidad ya pesar de eso ninguno dio el paso para más, ambos temíamos romper con esa amistad tan hermosa que poseiamos. Sin embargo, hubo mucho de ese deseo en nuestros ojos por unir nuestras bocas y hacer nuestras respiraciones una sola. Muchas veces me pregunté en cómo me sentiría si Inuyasha me besara, muchas veces soñé incluso con eso. Porque a pesar de ser mi mejor amigo en aquel entonces, Inuyasha era y será, mi primer amor, la primera persona a la cual amé tanto que dolió cuando simplemente me desechó como si fue nada.
Una caricia en una de mis nalgas es lo que me hace reaccionar y morder una última vez sus labios para luego alejarme. Quedo atrapa en esos ojos dorados que tantas veces se robaron mi mirada. Me siento como aquella adolecente que hacia todo para permanecer al lado de Inuyasha. Sus labios están inflamados y ambos respiramos fuertes tratando de calmarnos. Mis manos pican por tocarlo y tengo una necesidad de a sentir sus labios, pero sé volver que no será asi. Siento como si con ese beso Inuyasha drogara cada particula de mi cuerpo porque me siento tonta y con ganas de besarlo una y otra vez. Culparé a que él en realidad es un excelente besador. Lamo mis labios y se sienten tan inflamados, claro que de esta manera cualquiera quisiera seguir sintiéndolo así. Cierro un momento los ojos y luego los abro despacio.
Una lluvia de aplausos me sacan de mi estado de estupides y me levanto tan rápido que si no es por las manos de Inuyasha en mi cintura caigo al suelo llevándome un golpe que era designado a ser muy dolorido.
No lo miro, pero ambos sabemos que perdimos el control por un momento. Que ambos deseábamos con locura seguir fundiéndonos de esa manera tan única. Que ambos extrañamos y anhelamos un momento a solas y dar rienda suelta a todo. Pero ahora mi cara se endurece mientras de reojo me doy cuenta de que sigue mirando al frente.
—Simplemente perfecto, ustedes dos lo han hecho increíble. Por primera vez fui vencido en un karaoke a pesar de que el tema cantado fuese Pony salvaje—dice el fortachón—me creí de verdad toda esa pasión y entrega, son muy buenos, felicidades—le sonrío como puedo.
—Es... mejor que me... me vaya—murmuro como puedo.
—Yo igual—ellos asienten.
Como si el diablo me estuviese siguiendo salgo de ese lugar con Inuyasha pisando mis talones. Bueno, tal vez no el diablo, pero si alguien que se le asemeja. Justo ahora me siento traicionada por mis emociones y no tengo las ganas de lidiar con este imbécil que no hace más que complicarme la existencia.
—Kagome—lo escucho llamarme, pero como si tuviese un certificado y haber pasado con honeres, lo ignoro—¡Kagome!—ignoro su grito y continúo mirando a ver si hay algún taxi cerca—deja de comportarte como una cría y hablemos—lo ignoro en silencio y cuando siento que toma mi brazo giro.
—¿Qué?—pregunto mirando otro lugar que no sea él.
—Lo que pasó allá dentro...
—No fue nada, solo fue un beso—me encojo de hombros cortándole el rollo.
—Sabes que no solo fue un beso—muerdo mis labios y suspiro.
—Lo fue Inuyasha, no le busques cinco patas al gato cuando tiene solo cuatro. Ahora, si eso era todo, me largo—digo mirando a ver si veo un jodido taxi que me saque de aquí.
—Ambos anhelabamos ese beso Kag—dice y giro a mirarlo, hace tiempo que yo no veía a Inuyasha mirarme tan serio. Trago en seco y suspiro.
—¿Qué importa eso? Ahora somos enemigos y un beso no lo cambiará—él niega mirándome fijamente.
—Te propongo algo—eso llama mi atención—¿qué tal si hoy desatamos todo esto que llevamos para luego seguir odiandonos libremente—niego de inmediato.
—Ni lo sueñes, no me acostaré contigo, que asco—él rueda los ojos.
—Simplemente hablemos Kagome, es todo lo que pido—lamo mis labios.
—Bien, tu pagas el hotel, tengo sueño y necesito un baño urgentemente—asiente caminando.
—Vamos por algo de ropa antes—no digo nada más y solo lo sigo. Lo miro sin comprender que pasa por la mente de este estúpido Inuperro, espero que no sean cosas lujuriosas porque no voy a participar en lo que sea que su mente pecaminosa quiera. Ni en juegos me involucro con él de esa manera.
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Me miro una última vez viendo la vestimenta que llevo. En realidad no es que sea el piyama más sexy del mundo, pero me divierto mirando todos loa unicornios que tiene. Amarrando mi cabello en una coleta desordenada salgo del baño del hotel viendo a Inuyasha terminar de colocarse la camiseta. Sé que lo hace para no hacerme sentir incómoda y que me enoje y termine nuevamente en el suelo bañado en sangre. Inuyasha es de esos hombres que suelen dormir solo en bóxer porque la ropa al dormir les molesta.
—Tardaste más de lo esperado—comenta sentándose en la cama—pensé que superaste los unicornios cuando tenías diez años—me encojo de hombros dejándome caer en la cama al lado contrario de él.
—Supongo que algunas viejas costumbres nunca se olvidan—murmuro y me giro para tomar un poco de la tortilla que hay en una bandeja.
—Me detestas ¿cierto?—me encojo de hombros restándole importancia y observo como él hace un desastre con su cabello al pasarle las manos.
—No te detesto, te odio—le respondo y él suspira. Veo como se levanta de la cama y termina frente a mi. Mi cuerpo entra en tensión de inmediato.
Los ojos dorados de Inuyasha brillan con intensidad y me encuentro perdida en tantos recuerdos donde los protagonistas principles somos nosotros. Trago en seco mirando como él lame sus labios y me regala una sonrisa perezosa de esas que muchas veces me regalaba al yo despertarlo muy temprano, al yo simplemente molestarlo y él querer reír a carcajadas, pero se hacía el duro y me regalaba esa sonrisa.
Inhalo lentamente llenando mis pulmones de oxígeno para tener la fuerza de no saltar sobre Inuyasha y besarlo para luego acallarlo con su propia muerte. Creo que mis pensamientos están confusos sobre lo que quiero hacerle a Inuyasha. No me decido si disfrutar de él o simplemente regalarle su pase al otro mundo.
—Creo entender por qué—me responde de manera pausada, como si temiera que en cualquier momento salga mi demonio interior y acabe con él.
—No Inuyasha, no tienes idea del por qué te ganaste tanto odio de mi parte. No tienes una sola idea de las miles de formas que mi mente maquina para acabar contigo.
—Lo siento, discúlpame, se que en parte fue por todo lo que pasó, sé que traicioné tu confianza Kag, sé que fui el peor amigo de la historia contigo, que te dejé en un momento en el que más me necesitaste—reprimo las ganas de mandarlo a la mierda porque la realidad es que nada de lo que diga ahora me importa.
Muchas veces me cuestioné el por qué actuó de esa manera tan baja, pero luego simplemente lo ignoré, decidí que no valía la pena cuestionarme sobre el comportamento animal de Inucerdo. Simplemente lo dejé pasar.
—Si lo sabes entonces ¿por qué te disculpas? Una disculpa no hará nada por mi ahora. Eres peor que una sabandija, no quiero una maldita disculpa ahora Inuyasha. ¿Sabes por qué? Porque cuando quise una maldita disculpa tu simplemente estabas con una española que en realidad no era española alejándote de mi. En ese momento añore una jodida disculpa. Ahora simplemente me da igual todo lo que salga de tu jodida boca, porque todo será mentira, eso es lo único que sabes decir, muchas mentiras—tomo un respiro y él me mira con los ojos abiertos. ¿Qué? No daré mi brazo a torcer ahora, no ahora que ya superé eso. Pueden llamarme resentida, pero él simplemente me abandonó. Es un maldito traidor.
—Lo siento, disculpa—murmura y suspiro.
—No te disculpo idiota de mierda—lo veo sonreír con altanería.
—Bien, disculpa—dice de nuevo más cerca de mi.
—¿Acaso no te lavaste el jodido oído bien o no entiendes mi puto idioma? Dije con mucha claridad que no te disculpo jodido bastatdo infeliz—él e regala otra vez esa jodida sonrisa altanera.
—No me disculpaba por eso—frunzo el ceño.
—¿Entonces por qué?—niega sin perder esa sonrisa.
—Por eso—y toma mi rosteo entre sus manos para luego unir nuestros labios. Otra vez Inuyasha me está besando.