Capítulo 5

1775 Words
Aunque Patty había sacado a Emilio de su casa, no se imaginaba que al día siguiente iba ser muy importante para ellos dos, debían tomar una decisión que cambiaría la vida de ambos para siempre. Ese día parecía ir normal, como cada mañana ella se apresuró a realizar todas sus tareas, hizo que su hija desayunará, le dio las indicaciones al escuela, pasó al restaurante donde atendió a sus clientes regulares y también a nuevos que muchas veces eran viajeros o personas que se habían desviado de su destino habitual, Naty llegó y está vez tuvo que quedarse sentaba en la mesa cercana a la barra porque ahora estaba castigada por su madre y no podía moverse de ese lugar ni para ir al baño, tenía que esperar a Patty para poder ir. Al terminar el turno sintió la libertad al poder levantarse de esa silla, para su suerte era viernes y podía descansar el fin de semana, pero la otra semana le tocaría básicamente lo mismo todos los dias, aunque Naty no pensaba mucho en el futuro. Sin embargo, al regresar a su casa y entrar, envió a Nathaly a su habitación para cambiarse de ropa, pero se llevó un gran susto desde la parte de atrás en la ventana de su cocina escuchó varios toques, la figura del hombre la hizo saltar hasta que se dio cuenta que era Emilio, se apresuró a abrirle, él entró pasando las manos por sus jeans, se veía alterado y asustado. –Emilio, me asustaste. –Perdóname, por favor, es que no sabía como salir. –¿Cómo salir? ¿Qué pasó? –Los policías regresaron, esperaron a que el señor y la señora Hannigan volvieran, estaban aquí y logré verlos, parece que ellos negaron que alguien trabajaba con ellos y yo no tenía donde esconderme, fue lo primero que se me ocurrió, lo lamento, me voy a ir, perdón. –No –respondió ella –. Está bien, no te preocupes. –Aún tengo la llave de la casa y queria devolverla, no he tomado nada, solo algunas de mis cosas están en el cobertizo. –Yo puedo ir a entregarlo –propuso ella. –Ellos están afuera, no sé por qué están aquí, regularmente se van, pero no sé que he hecho, te juro que solo voy al trabajo y vengo a la casa. A Patty también le parece extraño, muchos inmigrantes trabajan en las casas como ayudantes en la cocina o el jardín, incluso van al escuela, tienen sus propios derechos, suelen llevarlos cuando cometen algún delito o bueno, hay policías que no son tan buenos, a pesar de las leyes el racismo aún existía en el pensamiento, no solo a las personas n*gras también a todos aquellos que no fueran como ellos. –Creo que deberías ir a sentarte –comentó señalando el sofá –. Deberías cambiarte, perdón no tengo ropa para ti. –Está bien. –Sabes, llevaré las llaves y preguntaré por tus cosas. –No sé que sea buena idea. –No diré que estás aquí, no te preocupes. Naty salió de su habitación y miró a Emilio, sonrió porque siempre le gustaba jugar con él, su madre le indicó que saldría con los vecinos, que no tardaría nada, los dejó un momento y fue con los Hannigan, eran una pareja no tan mayor, alrededor de treinta y cinco años, su vida era diferente a la de los demás, viajaban y tenían diferentes trabajos que les iba bastante bien, nunca habían tenido hijos y tampoco pensaban tenerlos, Beth fue la primera en salir. –Hola Patty. –Hola Beth, ¿cómo estás? –Cansada –suspiró –. Recién regresamos hoy en la mañana y me siento cansadísima, mira que hemos tenido una semana bastante dura, los viajes son demasiado estresantes, creo que nos quedaremos un tiempo, pero ya sabes como es, siempre sale algo nuevo, ¿qué te trae por aquí? Ella siempre hablaba demasiado y nunca te dejaba pasar a su casa, era un poco extraña, diferente a los demás vecinos. –Bueno… –recordó las llaves en sus manos –. Emilio dejó tus llaves conmigo. –Oh sí –las tomó –. Bueno, igual cambiaré los registros, ya sabes que no se debe de confiar en ellos. –Es una lástima que Emilio no pueda seguir con ustedes. –Si, eso pasa porque no tiene sus papeles, no podemos fiarnos de esas personas. La mente de Patty trabajo lo suficientemente rápido para saber que había sido ella, la única razón por la que esos policías habían detenido a Emilio era porque Beth los habia llamado para que lo hicieran. –¿Llamaste a la policía para que se llevarán a Emilio? –cuestionó, aunque no era una duda como tal, fue casi una afirmación –. Sabes que su madre está enferma y depende del dinero que él envía. –Esa no es mi responsabilidad, Patty –expresó –. Esas personas no deberían estar aquí, solo causan problemas, mira que me dejó todas esas cosas, ahora debo pedir que las saquen. –Hay personas que pueden utilizarlas, de hecho, yo conozco algunas, dámelas. Patty lo dijo con tanta firmeza que Beth se sintió un poco intimidada, sabía que Patty era del agrado de todos y pelear con ella, era pelearse con todo el vecindario y arruinar su imagen de persona bondadosa. –Por supuesto, nos gusta ayudar a otros, ven conmigo. La llevó hasta el cobertizo y Beth se quedó en la puerta observando lo que hacía. –¿Tienes una bolsa o algo donde colocar la ropa? –le preguntó Patty. –Ahora te lo traigo. Se dio la vuelta y se fue, Patty aprovechó para buscar en una gaveta del mueble donde encontró un libro y debajo de la cama encontró algo de dinero con una medalla que llevaba un collar, no lo entendió, pero la metió entre su bolsa de la falda que aún llevaba del uniforme de camarera, justo cuando Beth apareció y le extendió la bolsa, Patty metió la ropa disimulando desinterés y al terminar la amarró. –Mañana la llevaré al refugio, estarán felices. –Eres muy amable, Patty. –La próxima vez que contrates a alguien asegurate que no sea inmigrante –le reprochó aunque Beth tuvo el cinismo de solo reír pensando que era una broma. Cuando Patty llegó a su casa estaba furiosa, incluso Naty estaba asustada viendo como caminaba de un lado a otro, una leona enjaulada. –Es que si hubiera dicho una palabra más… ¡una más! ¡Yo…! –unió sus manos como simulando tomar algo y luego lo sontó con un gruñido –. Qué mujer tan detestable. Emilio estaba viendo la bolsa con su ropa, no era mucho, apenas había conseguido algunas cosas, pero al menos ahora podía cambiarse. –No te preocupes por eso –mencionó –. Gracias por la bolsa. –Casi lo olvido –se detuvo ella metiendo la mano en su bolsa –. Esto estaba debajo de la cama, también había un libro pero no logre tomarlo. A Emilio le cambió el rostro cuando vio la medalla y se la quitó. –¡Gracias! ¡Gracias! –expresó –. Mi madre me la dio antes de irme, es lo que tengo de ella –contó –. Y el dinero me ayudará a conseguir un lugar donde dormir, aún estoy en la empresa, así que estaré bien, gracias Patty. –Yo quiero ver –dijo Naty. Emilio le enseñó la medalla. –Se llama San Judas Tadeo, el patrón de las causas perdidas. –¿Por qué tu mamá te dio eso? Emilio sonrió. –Es para que me proteja y pueda seguir aquí, quiere decir que se le pide algo que es muy difícil de cumplir y puedes lograrlo con su ayuda. La niña siguió sin entender, pero aún así le sonrió por amabilidad y porque su madre ya se veía furiosa y no quería hacerla enojar aún más. –Lo lamento mucho, Emilio –expresó Patty –. Quédate a comer y tenemos una habitación extra si te quieres quedar ahí está noche y si necesitas algo más puedes decirme. –De hecho, si hay algo más –comentó él, miró a Naty y luego volvió a Patty –. La otra noche me comentaste sobre la propuesta y si no te has arrepentido quería aceptarla, me ayudaría mucho. Patty recordó lo que había dicho de ayudarlo con sus papeles, que podían casarse, aunque lo dijo en un momento de angustia por conocer su situación, ahora que volvía a salir el tema no estaba muy segura. –Lo hablamos después de cenar –titubeo ella –. Vamos Naty, ayúdame. La niña se levantó con ella, le enseñaron a Emilio la habitación extra y luego se fueron a cocinar, las ayudo a colocar la mesa y se sentaron juntos, Naty como siempre habló casi la mayor parte de la noche, aunque la mayoría eran historias inventadas como siempre, la niña tenía demasiada imaginación, finalmente llegó su hora de dormir y Patty la llevó a su cama. –Mami, ¿Emilio no se puede quedar con nosotros? –¿Por qué lo preguntas? –Es que no quiero que se vaya lejos y luego ya no lo vamos a ver nunca, siempre viene y cocina esa comida con mucho sabor. Patty sonrió. –A veces pica un poquito. –Y tiene mucha sal. –Es lo que a él le gusta –le dijo Patty –. Pero no sé si pueda quedarse. La niña movió sus manitas y vio un segundo hacía abajo. –Es que la mayoría de mis amigos en el instituto tienen un papá y yo sé que papá ya no está, pero no tengo a quien llevar cuando piden que lleguen. En el instituto había muchas actividades que involucra a los padres y madres, pero Naty no llevaba a nadie. –Le podemos decir a D*ck que te acompañe, aunque Denis es más joven. –Es que ellos también trabajan en el restaurante. –Bueno, ya veremos que hacer –le respondió finalmente –. Duérmete, te quiero. –Yo también te quiero mami. Después de salir de la habitación de su hija, vio a puerta abierta donde Emilio se estaba quedando, se acercó y se quedó ahí un momento antes de decirlo… –Emilio. –Sí. –Está bien, te ayudaré. Si lo pensaba un instante más se iba a arrepentir, a veces las mejores decisiones salen de un impulso o tal vez no.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD