Capítulo 3

1567 Words
Patty paso intranquila toda la mañana desde la noche anterior, ella conocía la situación de Emilio, habían hablado un par de veces, la mayoría de los vecinos se conocía y convivían, era un lugar tranquilo y estable, le costaba un poco mantenerlo, pero al menos agradecía tener una casa estable, fue lo único que no pudo quitarle su suegra, Paul había dejado la casa a su nombre. –Oye, D*ck. –Sí. Ella estaba en la cocina preparando un poco de fruta para su hija que le había robado a D*ck de las malteadas, aunque la pequeña niña era la consentida de todos, solo tenía que sonreír para que le dieran lo que pedía. –Siempre has ayudado a los que vienen aquí, te visto hacerlo muchas veces. –Hum… –¿Cómo tomas esa decisión? Él se detuvo, respiró y le bajó el fuego a la estufa, luego la miró. –Mis padres eran extranjeros en este lugar, colocaron una venta de comida allá afuera –señaló –. En la calle, porque no había otra forma de hacerlo, volver no era una opción, ya estaban aquí y no habían oportunidades en su país, pero cuando colocaron la venta de comida no fue nada fácil, no vendieron nada la primer semana y no sé cuántos días más pasaron, nadie confiaba en ellos, pero entonces una mujer de una tienda de zapatos de acercó y les compró, luego los demás clientes empezaron a llegar y llegar hasta que se hicieron conocidos –contó –. Hay personas que solo necesitan una oportunidad. –Debieron trabajar mucho. –Para eso vinieron –contestó –. Yo nací aquí, pero creo que nadie se va de su hogar sin una buena razón y es muy difícil estar solo sin apoyo. Ella dio un paso al frente y bajó la voz como si estuviera a punto de decir un secreto. –Es que yo creo que puedo ayudar a alguien, pero no sé. –Eres la única que puede saber si está bien o no. –Según las reglas no. –Pero qué pasa con el juicio propio –le debatió –. ¿Qué es lo que te dice tu corazón? Dereck siempre tenía esa forma de plantearte la situación, llevaba años en ese restaurante atendiendo, cocinando y escuchando a personas, la experiencia era lo que le daba la habilidad de decir lo correcto en el momento indicado. Patty salió de la cocina, no vio a Naty en su silla, miró alrededor del restaurante y no estaba a la vista, se alarmó porque ella nunca desaparece de la nada, la presión en su pecho creció, dejó el plato sobre la mesa. –Molly, ¿has visto a Naty? –Creo que está en el baño –comentó mientras siguió atendiendo. Patty corrió hacía el baño, pero no estaba, parecía una mala broma de su parte, Naty de pequeña jugaba al escondite y era una tortura para Parry los minutos que no la veía, miró en todo el baño y no estaba, se dio la vuelta y corrió al frente, entonces respiró. –No te puedes quedar aquí y a mi me van a regañar… –Nathaly Berenice Williams. La niña cerró los ojos sabiendo que estaba en problemas, miró a su madre con sus ojitos tristes, pero está vez no iba a funcionar, Patty se acercó y se dio cuenta que había un niño a su lado, tenía una camisa azul y jeans, bien peinado, no se veía que fuera de por aquí. –Te he dicho que no puedes salir del restaurante. –Sí mami, ya sé. –Y tampoco hablar con extraños. –Sí mami, ya sé. –Y deja de decir mami ya sé. –Sí… –cerró la boca cuando estaba por decirlo –. Es que él está aquí y yo le digo que no puede estar aquí sin nadie, además estaba llorando. –¡Yo no estaba llorando! –refunfuñó el niño. –Si estabas llorando, yo te vi allí –señaló la ventana. –Eres una chismosa. –Y tú un llorón. –Bueno ya –los detuvo Patty, miró alrededor y luego se acercó al niño –. ¿Cómo te llamas? –George. –Hola George, yo me llamó Patty y ella es Naty… –Ya le dije. Naty ya no dijo nada más cuando su madre la vio enojada. –¿Dónde están tus padres? ¿Con quién estabas? –No sé –contestó –. Yo me fui. –¿Es por aquí cerca? El niño miró a todos lados y luego a Patty confundido. –No sé –respondió y empezó a llorar. –Eres un llorón –se quejó Naty. Patty vio a todos lados y sin saber muy bien que hacer, lo entró al restaurante, le sirvió fruta junto con Naty y la niña tuvo que compartir sus pinturas y crayones, su madre le dijo que no estaría castigada si cuidaba del pequeño, parecían tener la misma edad, pero como George actuaba se veía menor. El turno casi terminaba, Patty había visto a la ventana en todo momento, nadie había aparecido a buscar al niño, ni siquiera una madre o un padre preocupado afuera, tal vez un adolescente al que le habían dejado a su hermanito y se quedó hablando con sus amigos, no era la primera vez que tenía a un niño perdido en el lugar, incluso los padres los olvidaban a veces en el mismo restaurante. Su turno terminó, miró a los chicos en la mesa, ahora estaban hablando, George se veía más tranquilo y hasta sonriente, como si no le afligiera no tener a sus padres cerca. –¿Qué hago contigo, mi vida? –le preguntó tocando su cabello –. Mi turno acabó. –Puede venir a casa con nosotros –se apresuró a contestar Naty –. Yo le comparto mis juguetes, será mi hermanito. –No lo podemos llevar a casa, Naty. –¿Por qué no? –preguntó el niño. –Bueno… supongo que tus padres deben estar preocupados buscándote, debemos encontrarlos, ¿sabes tu dirección? El niño negó con la cabeza y le dio a Naty los crayones que quedaban en la mesa. –Mi papá está ocupado, no me va a extrañar. –Oh cariño, no digas eso –le pedí –. Debe estar preocupado por ti, será mejor que lo busquemos, vamos. Podían quedarse en el restaurante, pero era mejor salir, podían ir a la clínica, al parque y si no encontraba a nadie hablaría a la comisaría, parece que iba a ser una tarde cansada, pero no tuvo que caminar mucho porque al llegar a la clínica un hombre llamó al niño. –¡George! –se acercó de inmediato seguido de otros dos hombres detrás, George abrazó a Patty como instinto y ella lo sujetó. –¡Hijo! ¡Estás aquí! ¡Santo cielo! ¿Qué te hiciste? –¿Lo conoces? –le preguntó Patty a George, pero el hombre no la dejó responder. –¿Qué si me conoce? –cuestionó furioso –. ¡Es mi hijo! ¡George, ven aquí! El niño se soltó de Patty y caminó hacía el hombre de traje que lo empezo a revisar. –¿Estás bien? ¿Qué pasó? ¿Por qué corriste? –Está bien –intervino Patty –. No debería hablarle así, está asustado. El hombre se levantó y miró a Patty furioso. –Una extraña no va a venir a decirme como tratar a mi hijo, seguramente lo tenía secuestrado y quiere alguna recompensa. –¿Disculpe? –No piense que le voy a dar algo, al contrario puedo llevarla a la policía. –Por cuidar de su hijo –señaló. –No lo cuido, se lo llevó. –Yo no me llevé a nadie y no necesito nada. –Entonces, no tendrá ningún problema si vamos a que le hagan unas preguntas. –¡No voy a ir con usted a ningún lado! –Aquí está el pequeño George –una tercera voz los interrumpió, el rubio le sonrió a Patty al reconocerla –. Hola Patty. –Hola doctor Robinson. El hombre lo vio confundido. –¿La conoce? –Es amiga de mi esposa –mencionó –. Hola Naty, te hemos esperado en casa, ya no quieres jugar con Jackson. –Jackson es un bebé, no puede jugar –reprochó la niña. –Naty, no digas eso –la regañó Patty. –Está bien, ahora no hace gran cosa, pero ya crecerá –mencionó el doctor Robinson. Aunque encontrarse a Jonathan Robinson el dueño de la clínica y esposo de su amiga Andy era agradable para Patty, el momento se arruinaba con el hombre a su lado. –Fue un gusto verlo, doctor Robinson –sonrió. –Espero que lleguen pronto. –Gracias –se puso sería al ver al desconocido y luego bajó la mirada al pequeño a su lado –. Adiós George, cuídate mucho. –Sí. –Perdón por no salvarte del ogro –dijo la niña, pero a ninguno le dio tiempo de reaccionar porque Patty ya iba lejos, ahora sabía porque el niño se quería ir con ella, pobrecito, tener que soportar a un padre así debía ser difícil, esperaba que su madre fuera un poco más comprensible.
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