Victoria silenciosa

2422 Words
 Canción: Arctic Monkeys - Too Much To Ask — ¡¿Qué está mal contigo, niña?! —Y nada más atrévete a llamarme niña otra vez, pedazo de imbécil. —Julie se dio media vuelta y volvió a alguna conversación que mantenía con uno de sus amigos. Ahora entiendo por qué Alejandro los llamó salvajes. —Yo estaba bromeando, primero que nada. —Dije tomándola del hombro y girándola de nuevo. Su puño listo para volver a atestar contra mí, lo tuve que detenerlo con un reflejo de auto defensa. —No. —Murmuré. Su mano tembló, y se soltó. — ¿Qué quieres de mí? —Preguntó, me vio y volteó su vista a su mano, pero volvió a verme a mí entrecerrando sus ojos. —Oh... —Murmuró al verme más detenidamente. —Y ¿Cómo está Otelo? —Dijo en un tono suave Me quedé mirándola un par de segundos estupefacto, ella está viéndome con una sonrisa serena y sin mostrarme su dentadura. Sus ojos marrones también están enfocados en mí. — ¡Después tanto tiempo es así como reaccionas! —Grité en un tono bajo. —Eres apática, insensible, insulsa, seca, y todos los sinónimos que correspondan. —Perdoname por no ser una fangirl que grita por todo. —Murmuró con una sonrisa de media luna. —Pues resulta que Otelo no es Otelo, es Desdémona. —Dije en tono impasible, y ella sonrió. — ¡Entonces si te lo quedaste! —Gritó contenta. —Y no eras una fangirl. —Bufé en voz baja. —Tú cállate, ¿Cómo está Otelo? —Preguntó con los ojos brillosos. —Bueno, ¿Me callo o te digo como está Desdémona? —Dije cruzado en brazos. Ella frunció el ceño alzando una ceja suavemente. —Está bien, es... Ella es muy especial para mí ahora. No puedo soltarla, estoy día y noche con Desdémona. —Me da gusto que seas un ermitaño que se la pasa en casa día y noche. —Dijo palmeando mi hombro. Este fue mi turno de arquear la ceja. —Bueno, agradezco lo que hiciste ese día por mí. No me hubiera ido nunca si no hubieras llegado. —Sí, más bien quise venir a saludarte para agradecerte. —Dije esta vez. —Pero, dime, ¿Qué haces en esta ciudad? Tan lejos de donde nos vimos por última vez. —Bueno, es una larga historia. —Murmuró mirando sus dedos. La niña comenzó a hablar, a platicarme que se mudó con su primo hasta aquí, y que lleva meses viviendo en esta ciudad, pero sin él. Entre copa y copa, Julie cada vez se volvió un poco más indiscreta con respecto a su vida personal, me contó que ambos tuvieron una discusión, y él no está haciéndose cargo de ella como acordó con su madre, que la pensión que su madre manda una vez al mes, él no se la da a ella, y que en "Jardín de animales", le pagan por algo que ella haría gratis. La universidad está costeándosela únicamente porque el pago semestral se hace por nomina, y así su primo no puede robarle. Después de hablar por más tiempo del que pronostiqué, miré la hora. —Se hace tarde. —Murmuré. Julie sorbió un poco más del vino blanco que tiene en su copa de Cristal, es preocupante cuantas lleva, y aún más el tiempo que ha resistido sin flaquear nada —Me da gusto que a pesar de tu primo hayas seguido adelante. Supongo que fue un placer reencontrarnos. — ¿En que trabajas? —Preguntó ignorando mi supuesta despedida. —Ahora mismo escribo para una editorial. —Murmuré, no sé por qué me molesta hablarle a la gente de que escribo. —Y en esto, haciendo caridad, supongo. — ¿Y qué haces con los humanos? — ¿Humanos? —Pregunté. —Sí, sí, los médicos. —Dijo. —Sabemos lo que dicen de nosotros, eso de que somos salvajes, y todo, pero, si eres escritor ¿Qué haces con los humanos? —Por alguna razón dudé en si decirle sobre qué estudié, o no. Es como si otro recuerdo hubiese golpeado mi mente, y quise alejar a Julie de mi pasado. —Primero dime que estudias. —Hablé finalmente. —Historia del arte. —Murmuró pensando en alguna cosa que solo personas como Julie comprenderían. — ¿Y tú? —Julie terminó con su copa, y tomó otra, la cual termino rápidamente. — ¿Es que estás bebiendo más de la cuenta, o es cosa mía? —Pregunté irritado. —Más de la cuenta, definitivamente. —Murmuró limpiando sus labios del líquido claro. —Me permito tomar cada cierto tiempo, y cuando lo hago, procuro hacerlo bien. — ¿Y en donde, en tu cabeza, cabe que tomar esta bien? —Pregunté. —No, no, no. —Dijo firmemente. —Dije, "Procuro hacerlo bien" refiriéndome que ese día cada cierto tiempo, que es casi nunca, procuro tomar como si tuviese un problema con él. — ¿No es algo extraño, Julie? —Casi nunca lo hago, por Dios, ¿Qué estudias? —Volvió a preguntar. Fijé mis ojos en ella unos segundos antes de responder, es muy extraño que haga eso. —Debiste intuir que no estudio. —Dije con una sonrisa media. —Pero... Estudié medicina. — ¡Medicina! Por eso estás aquí. —Dijo chasqueando los dedos. —Cuando dijiste que eras escritor caí en una profunda depresión. No sé, creí que eras de esos que van a obras caritativas para ganar puntos al público. —No, niña, aún estoy al otro lado de la calle. —Guiñé el ojo. — ¿Es una carrera difícil? —Preguntó interesada. Parece como si a Julie todo le pareciese mágico, a diferencia de mí, en realidad todo es común, es decir, todo encaja en algo, y eso es lo que para mí lo hace común, en cambio a Julie, el hecho de que algo encaje en algo es maravilloso. —Depende de si te gusta la carrera o no. —Hablé casi, casi en un tono arrogante. —A mí, por ejemplo, me fue bien porque siempre lo tuve presente. —Oh, o sea que siempre te gustó. —Dijo ella —Así es, niña —Murmuré mirando a el grupo de salvajes observándonos a Julie y a mí. — ¿Y viste a algún muerto? —Preguntó —Contextualízame. —Dije con los ojos entrecerrados. Ella tiene una mirada cansada, reconfortante, contenta y serena. —Bueno, tuviste que ir a la morgue cuando eras joven, ¿No? — ¿Cuándo era joven? Bueno, ¿Qué carajo? — ¿Joven? —Pregunté ofendido. Ella soltó una risotada tremenda que se escuchó por todo el salón, haciendo así voltear a más de una persona. Les dediqué una mirada retadora a ver si se atrevían a seguir viéndola así, y nadie lo hizo. —Estoy bromeando, niña. —Dijo. ¿Niña? Dios, hay algo mal en la cabeza de la niña. — ¿Qué edad tienes, primeramente? —Pregunté irritado. —Diecinueve. —Dijo al momento. — ¡Pero claro que para ti soy viejo! —Me burlé más tranquilo. —Eres solo una niña, refunfuñona, y burlona. Falta que madures. —Julie se puso lentamente roja, y más roja, y más roja, e intentó poner su puño sobre mi rostro de nuevo, pero mis reflejos, más conscientes de la poca cordura de la niña, la detuvieron. —No, Julie. —Murmuré. Ella rodó los ojos, y yo miré su puño cerrado. Tiene marcas rojas por el golpe que previamente me proporcionó, y también ligeros cortes que aún tienen un poco de sangre seca. —Nada más ve como dejaste tu mano por un golpe que me diste. No queremos que te destroces el brazo, ¿Verdad? —Eres un engreído. —Murmuró parpadeando lentamente — ¿Y si vamos a que te limpies eso? —Pregunté. —Además, tus amigos no dejan de vernos. —No confían en ti. —Dijo ella comenzando a caminar, tuve que seguirla para no perderla de vista. —Dicen que tienes algo malo en tu mirada, Abal. —Así que recuerdas mi nombre. —Afirmé contento, hasta ignorando lo que sus amigos dijeron de mí. — ¿Estás bromeando? ¡Le hablé a toda mi familia de ti! Eres famoso, jamás dejé de pensarte. —Murmuró, muy bien, la niña ahora está ebria. —Creo que ya tomaste mucho, niña. —Murmuré frunciendo el ceño. —Bueno, es cosa de casi nunca. —Dijo encogiendo sus hombros. Llegamos al área de baños, y Julie se adelantó al de chicas, entré detrás de ella, donde la vi sentada en los lavabos. Me puse a un lado de ella, prendí el pequeño tramo de agua y lavé mis manos, para luego tomar la mano de Julie. — Ya veo porque casi sacas mi cabeza del cuerpo. Tienes manos grandes. —Lo sé. —Murmuró mirando al suelo. —Siempre he tenido manos grandes, a diferencia de las chicas bonitas. Tal vez por eso casi nunca tuve pretendientes. — ¿Por tener manos grandes? —Bufé. —Tonterías, creo que tu actitud agresiva fue la que alejó a todos de ti. —Ella alzó sus ojos marrones a los míos, algo se filtró sobre sus ojos tanto así que de pronto se le vio nerviosa. —He de tener mis razones para ser así. —Me pregunto cuales serán. —Murmuré terminando de lavar su mano. —Estás lista. — ¿Quieres que te ayude con tu rostro? —Preguntó avergonzada, bajando también del lavabo quedando a corta estatura enseguida de mí. —No, es algo que voy a poder solucionar yo mismo. —Le guiñé el ojo. — ¿Hoy que estamos? —Preguntó de repente. Me quedé flotando en el aire por un momento. —Pues... quince. —Murmuré. —Sí, pero ¿De día? —Preguntó. —Es decir, ¿No sabes qué día estamos? —Pregunté burlón, ella me miró con esos ojos, ya tan característicos de ella cuando se molesta. —Sábado. — ¡Sábado! Ratas. —Maldijo. — ¿Por qué? —Pregunté. —No es nada, en realidad. Es algo que voy a poder solucionar yo misma. —Me guiñó el ojo imitándome. —Tal como te enseñé, niña, aprendes rápido. —Julie rodó los ojos. —Tampoco eres tan mayor ¿Sabes? —Murmuró comenzando a caminar, casi tuve que correr para seguirle el paso. —Es decir, ¿Qué edad debes tener? ¿Veintidós? ¿Veintitrés? —De hecho veinticinco, niña. —Sus ojos se agrandaron, llena de sorpresa comenzó a reírse de mí. —Bueno, sigues sin ser tan viejo, claro que si hablamos de tu edad mental...Debes tener unos ochenta y tantos. —Dijo. — ¿Ah sí? ¿Y eso por qué? —Ambos paramos en el estacionamiento. —Pues mírate, no llevas ropa formal como el resto y sin embargo me parece que eres el más formal de aquí, con esa postura recta, y esos ojos inexpresivos, que sin embargo expresan tanto... Hay algo en ti. —Nada que puedas averiguar. —Murmuré, para luego carraspear, está poniéndome nervioso. —Entonces, ¿Dónde está tu auto? —Tú, y tus cambios radicales de tema. —Le señalé mi auto a la niña, y ella comenzó a caminar a él. — ¿Qué haces? —Le pregunté siguiéndola. —Pues voy a tu auto, ¿Parecía otra cosa? —Es exactamente lo que parecía, pero me refiero a ¿Qué haces yendo a mi auto? —Ah, eso. —Dijo yendo al lado del copiloto. —Pues nos vamos de esta fiesta. — ¿A dónde? —Pregunté suavemente. Ahora mismo siento que haría cualquier cosa que ella me pidiera. —Vamos a que yo conozca a Otelo. —Me quedé en silencio observándola con detenimiento. Aun soy un completo desconocido, ¿Y no le interesa? Es decir, si ella supiese mi historia, si ella supiera lo que hice...Ni siquiera pensaría en venir conmigo. —Desdémona. —La corregí. (....) —Así que es éste tu edificio. —Murmuró mirando el lugar aluzado por las ventanas de los apartamentos, dándole así una luz clara a su cabello castaño —Sí. —Dije en voz baja. Ambos entramos al complejo, y al pasar la llave Desdémona saltó a Julie, entre ese momento que ladró y lamió al rostro de Julie, ella comenzó a acariciar su pelaje. —Pero mírate nada más. —Murmuró hincándose con Desdémona en sus manos. —Tú no eres ese Otelo que vi. —Hay un brillo en sus ojos marrones tan extenso, que me permito a mí mismo observarla deliberadamente. —Te ves bien, chica, ¿Qué has comido? ¿Ah? —Dijo cariñosamente. —Te reconoce. —Hablé aun viéndola. —Desdémona no es así, porque sí. Tal vez te hubiera mordido, sin embargo, mírala. —Gracias por salvarla. —Murmuró levantándose de nuevo. —En serio, no puedo creer que nos hemos encontrado. —Es una ciudad muy grande. —Afirmé encogiéndome en hombros. —No me parece nada más que una coincidencia. —El destino nos ha hecho justicia. —Dijo. —Yo por ponerte a Otelo en el camino, y tú a mí por salvarla y cuidarla. —La encontré en un momento en el que necesitaba esa clase de cariño que jamás creí necesitar. —Ella suspiró, y comenzó a inspeccionar mi apartamento. —Es grande, Doctor.... —Ella me miró interrogante. —Wingfield. —Dije mi apellido. —Abalám Wingfield. —Probó mi nombre en sus labios claros. —Yo soy Julie Cassiel. —Curioso apellido, ¿De dónde es? —Pregunté tomando asiento en uno de los dos sillones color café de piel. —No sé, la verdad. —Murmuró encogida en hombros. —Pero no tengo muchos datos de la familia de papá, así que no podre darte mucha información. —No te preocupes. —Dije. — ¿Quieres algo de tomar, antes de irte? —Iré a tu baño primero. —Afirmó. Le señalé donde está el baño, y ella asintió en silencio, y caminó a él. —Aún estoy algo mareada por beber tanto. —Dijo desde el baño. No fue la manera ortodoxa de decirle que quiero que se vaya, pero de todas maneras a la antigua, como yo suelo ser, hubiera sido peor. No quiero que se quede, porque sé que eso podría surtir alguna clase de efecto en mí que terminaría perjudicándola a ella, y no quiero que se acerque demasiado, me prometí no herir a nadie más, y técnicamente para no herir necesito no involucrarme sentimentalmente con nadie. Esperé paciente a que Julie disidiese salir del baño, pero la niña se tomó su tiempo, y esperé y esperé, no quise presionar la situación, pero veinte minutos después de esperar, me asusté por sus salud, es decir, después de haber bebido tanto. — ¿Julie? ¿Niña? —Pero nadie respondió, y entonces si una alerta se propagó sobre mi pecho, y fui en busca de ella. Al llegar al baño, no la vi ahí, así que totalmente angustiado corrí a la única habitación para dormir que hay en el apartamento, y la vi allí, dormida con sus pestañas largas pegadas a las inferiores, su cabello castaño repartido por toda la almohada alborotado, y sus puños aferrados a la misma, sus piernas extendidas casi apropósito para no darme espacio enseguida de ella. No, no, no. No voy a dejar que esto suceda. —Julie, despiértate. —Murmuré moviendo su hombro. —Niña, ya tienes que irte, pediré un taxi. —Pero no hubo respuesta. Fruncí el ceño y pase ambas manos por mi cabello cada vez perdiendo la cordura un poco más. —Julie Cass, despiértate, ¿Quieres? —No. —Dijo simplemente en un gruñido dormilón, y me di cuenta de que sería imposible sacarla de MI cama. —Está es la única vez que te vas a quedar, ¿Me escuchas? —Susurré en su oído a sabiendas de que de hecho no está escuchándome, y ella asintió aun atontada con la cabeza. Rodé los ojos, tomé una almohada a su lado, y me fui al sofá café en la sala. De cierto modo, saber que tengo alguien más que proteger además de Desdémona de algún modo me hace sentir bien, bien de nuevo, como yo mismo, como si no estuviera aparentando nada, sin embargo no voy a permitirlo, no volverá a dormir en mi casa. Esta niña impetuosa, grosera, impredecible, somnolienta, cariñosa, fría, impasible, impredecible, bromista y extraña no puede filtrarse por mis huesos, no como Emma lo hizo, no voy a permitirlo.
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