Cazafortunas

1346 Words
—Uff… Creo que ese fue el último —dice Jeremy, dejándose caer en el sofá. —Hicimos un gran trabajo. —¿Hicimos? —levanta la ceja con incredulidad—. Prácticamente hice todo solo. —Que mentiroso y arrímate a un lado, de lo contrario no te daré de mi limo… ¡Hey! —le reclamé cuando me quitó mi bebida. Bebiéndose el contenido del vaso de un solo sorbo, me quedé mirándolo con la boca abierta, procediendo a darle un ligero golpe en el muslo. —Seguro tienes más en la cocina, solo ve a servirte. —Muy gracioso, esa estaba endulzada con miel. —Con razón pude saborear algo distinto, pero ya no hagas un drama, no creo que haya sido él único vaso que hayas preparado. —No, pero se acabó la miel, debido a todos estos últimos acontecimientos, no me ha dado tiempo de ir a hacer las compras de alimentos. —¿Y qué comes? ¿Aire? Creo que por eso ni fuerza tenías para empujar los muebles. —¿Sabes? Por momentos eres algo insoportable —le sonrío con total sarcasmo, cosa que a él no le importa, porque me guiña el ojo. —También me agradas, Lys. ¿Quién lo imaginaría? Un sujeto tan correcto, tan formal, tan serio cuando lo conocí, pero toda una joyita fuera de su labor profesional. Jeremy es una persona en la que se puede confiar y llegar a estar tranquila, pues sabía separar muy bien lo laboral de la amistad, aunque hay una cosa con la que tiene cuidado, y eso es sobre familia. Debido a que en su trabajo debe defender a personas que muchas veces no lo merecen. Se ha ganado un par de enemigos, por lo que prefiere guardar sus temas personales para el solo. —Si como no, se ve a kilómetros que te agrado, en fin… Ya que hemos terminado con lo demás, ahora si puedes decirme a lo que viniste. —¡Auch! Después de haberte ayudad, ¿me echas? —se llevó una mano al pecho fingiendo sufrimiento. —Jeremy… —Muy bien, basta de dramas —relajó su expresión—. De hecho, si es importante, ¿me traes las cosas que te encargué? Me levanté del sofá, encaminándome a subir a mi habitación y tomar los objetos que tenía sobre mi escritorio. No tardé en regresar, por lo que cuando le entregué sus pertenencias a Jeremy, él sacó sus gafas para poder proceder a leer los documentos importantes que traía consigo. —¿Y bien? —volví a acomodarme a su lado, mientras él me explicaba el contenido de esta. —Cómo ves, todo está dentro del margen legal, pero al ser ellos familiares directos, tendrán derecho a apelar, así que es probable que nos citen, sin embargo, no te preocupes, todo está firmado por el señor Pascal. Al parecer, sabía que todo esto iba a suceder. —Pero dime, ¿eso sería un impedimento para que yo pueda abrir la fábrica? —Técnicamente no, ya que tu eres la dueña, el problema radica en los porcentajes de ganancias que se obtendrán, además de que tu al ser quien administre la herencia, ellos permanecerán más atentos a ti. Suspiré, solo de imaginar todo el terremoto que se avecinaba, me producía un dolor de cabeza casi insoportable. —Bueno, ya es muy tarde para arrepentimientos. Le di mi palabra al señor Pascal, y eso haré. —¿Abrirás la fábrica? —Por supuesto que sí. Cuando el señor Dolciani aún vivía, me comentó que a pesar de tener las puertas cerradas, la maquinaria recibía mantenimiento. De modo que solo es cuestión de contratar a alguien que pueda revisarlo para dar el visto bueno e iniciar con el trabajo. —Estuve enterado de eso, y fue precisamente luego de que un hombre hiciera un pedido grande. —Palmieri —añadí—. No sé la razón que llevaría a un hombre a querer tantos chocolates, así que, el señor Dolciani hizo una excepción—. Por cierto, ya que estás aquí, me gustaría que pudieras prestarme tus servicios para la fábrica. —De todos modos iba a formar parte de tu equipo, pero me da gusto que lo consideres. —Es que no es una consideración, lo que sucede es que no tengo contactos en este lugar. Levantando sus cejas, cruzó sus brazos sobre su portafolios. —En otras palabras, soy lo único que te queda, por eso no tienes opción. Gracias por el halago. —Vamos no te ofendas —le sacudí el hombro, pero él quiso seguir con su papel dramático. —Me has hecho daño, Lys. Yo vine con la mejor de las intenciones y me tratas de está manera. No, definitivamente eres muy cruel. Tal vez uno de los chocolates que mi madre solía comprarme te endulce la vida, pero hoy no es el día, por eso me voy. —Está bien, no use la palabra adecuada, pero sabes a lo que me refiero. Solo puedo confiar en ti, no me queda nadie —con mi total sinceridad, él relajó su rostro, suspirando para pasar su brazo sobre mis hombros. —Lo entiendo, Lys. Solo bromeaba… A ver si así al menos logro que sueltes una carcajada real. —Eres muy tierno, pero… —Apuesto mi cabeza que debes tener una risa muy bonita —él me sonríe de lado, deteniendo su mirada color miel, en mis ojos—. Un rostro tan dulce, no puede tener una expresión tan apagada. ——————— POV Hera —¿De qué te quejas? Ya es tu esposo. —¡Idiota! —le lancé una de las revistas que tenía en su escritorio—. ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? No es como si fuera cualquier mujer, se trata de ella, y con la estupidez del viejo, ahora tendrá excusas para acercarse a ella. —Ay, entonces divórciate y déjalo que vaya tras las faldas de esa mujer. Buscando otro objeto, le aventé el casco que tenía al lado de sus demás revistas de autos. —¡Pero que te pasa! ¡Si has venido a quejarte de tu marido ve a un risco y grita las maldiciones que quieras! —mi hermano era un verdadero parasito, vivía en la mejor de las comodidades de una habitación en un lujoso departamento que Diaval pagaba, pero él muy infeliz no hacía nada por su vida, solo le importaba el dinero que se le transfería cada mes. —Pues aquí tienes tu dosis de coraje. Como ella manejará el dinero, tendrás que decirle adiós a tus comodidades para ponerte a trabajar. —¡¿Qué acabas de decir?! —Lo que oíste, imbéciI. —Entonces tenemos que hacer algo, el dinero… —¿Crees que me importa el dinero? —le contesté—Por mi viviría en la casa más pobre del lugar más oscuro de la ciudad, solo quiero tener a Diaval conmigo —pasé mi pulgar sobre mi dedo anular y lo apreté contra mi corazón—. Lo amo, y por eso quiero seguir a su lado. Nada ni nadie nos va a separar. —Me asustas, hermanita. —Pues no me subestimes, no sabes hasta donde puedo ser capaz de llegar. —————— POV Diaval —Su cuenta de ahorros está completamente intacta, señor Dolciani, pero me temo que por el momento está congelada. —Pero ese dinero es mío, ni siquiera es de la fábrica. Es el dinero que yo ahorré con mi trabajo, ¿por qué demonios ahora me lo niegan? —Lo que sucede es el número lo abrió su difunto señor padre, así que ahora quien lo maneja es… —¡LYS LANDI! —me di media vuelta sin dejar que el empleado del banco terminara de responder. —¿Señor, a dónde va? —¡A recuperar mi dinero! Una “cazafortunas” no va a arrebatarme lo que con mi esfuerzo conseguí.
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