Me llamo Lys, y no precisamente porque así se planeó, digamos que fue una travesura de mi abuela antes de morir. Si bien mi familia no es la más adinerada, teníamos la suerte de rodearnos de personas que si lo eran, pues papá era un importante cirujano, sin embargo, todo cambió cuando una noche mamá recibió una llamada, anunciando que mi progenitor había decidido quitarse la vida junto a su asistente, mi madre no soportó tal noticia y tomó la decisión de marcharse lejos, dejándome bajo el cuidado de uno de los mejores amigos de mi padre, el señor Pascal Dolciani.
Con tan solo catorce años, fui bien recibida por su pequeña hija y el mismo señor Dolciani, los sirvientes eran personas muy amables y procuraban darme todas las atenciones, casi todo era perfecto, y digo casi, porque había una persona que no me soportaba, y esa era la señora Dolciani. Su disgusto a mi persona nunca fue ocultado, hubo veces en las que incluso la oí discutir con su esposo por mi presencia.
Yo no quería ser una molestia, de modo que decidí tomar mis cosas y salir a buscar a mi mamá, aunque no tenía idea de su ubicación, pero decidida a no seguir siendo un estorbo, tomé mis cosas en plena madrugada, me preparaba para escapar, mas mi mundo dio un giro total, al descubrir ante mí al rostro más bello que mi ojos hubieran podido ver.
La luna bañaba su rostro, resaltando sus hermosas facciones y esa altura que me sacaba amplia ventaja.
—¿Quién eres tú? —me pregunta, sosteniendo la maleta con su mano al mismo instante en que vio la mía—. ¿Apenas te conozco y ya te vas? —sonríe de lado, lo cual causa que mi corazón se alborote y mi estomago sintiera mariposas volar en su interior.
—L-Lys —logro decir casi temblando con la voz—. Me llamo Lys.
—De acuerdo Lys, pero aún no me dices que haces aquí, No pareces ser una amiga de Brisa, y es muy tarde para que andes con una maleta.
—Bueno… Es que yo… —los nervios no querían dejarme continuar, y evité seguir mirándolo, hasta que él soltó un grito.
—¡Ladrona! ¡Estás robando! —señaló mi maleta y de inmediato fue a tomar mis pertenencias—. Pequeña y ladrona.
—No, le juro que no he robado nada —contesté negándome a soltar mi maleta, pero la fuerza de él era evidentemente mayor que la mía, sin embargo, yo no nunca me rendía tan fácilmente, y fue así que entre el forcejeo, las luces de la casa se encendieron y mi maleta se abrió, dejando caer todas mis pertenencias al suelo.
—¡Diaval! —se escuchó decir a la pequeña voz de Brisa, la hija del señor Pascal, una niña de diez años, quien era alegría pura. Ella corrió a abrazar al joven que había acabado de llegar—. Hermanito, estás en casa —decía, restregando su rostro en el pecho de él.
—¿Qué haces despierta a esta hora? Tu debes…
—Oh, la ropa de Lys —apenas ella lo notó, se acercó a mí para ayudarme a recoger las cosas que yo trataba de guardar en la maleta.
—¿Lys? —preguntó, soltando su maleta—. ¿Es la mocosa horrenda que mencionó mamá? —me señaló.
—¡Yo no soy una mocosa horrenda! —exclamé, sosteniendo una de las prendas que recogía en la mano.
—¿Qué es todo este escándalo?
Pronto toda la familia Dolciani, incluido algunos integrantes del servicio salieron a ver la causa de todo el ruido que se estaba generando.
—Pequeña Lys —dijo abiertamente sorprendido el señor Pascal—. ¿Qué significa todo esto? Mi Brisita, ¿qué haces en el suelo?
—Ayudaba a Lys, papi —respondió ella.
—Pero no entiendo, por qué… ¿Diaval? Hijo, no esperábamos tu llegada.
—Sí, ya puedo notarlo.
—Oh, mi querido hijo —la señora Dolciani fue a abrazar a su hijo, caminando sobre mi ropa, sin importar si esta se ensuciara—. Dime algo, ¿esta mocosa horrenda te hizo algo?
—¡Que no soy una mocosa horrenda! Yo… ¿Papá?… —entonces vi la fotografía de mi padre bajo el zapato de la señora, quien, al ver mis ojos de desconcierto, tiró con fuerza de este, rompiéndolo en dos partes desiguales, del mismo modo en el que mi corazón lo hacía.
—Oh, que porquería.
—¡Inés! —gritó el señor Pascal.
—¿Qué? No lo hice a propósito, además solo es un pedazo de papel.
—La foto de papá… —mis ojos se cristalizaron y al mirar a la señora, vi en ellos satisfacción.
—Pequeña Lys, no te preocupes, yo voy a…
—Era la única foto de papá, mamás las rompió todas.
Nunca me había sentido tan frágil después de la muerte de papá, por lo que me di media vuelta, evitando que pudieran verme llorar.
Como mamá decía “Las lagrimas son debilidad, quien te odia, solo sonreirá al verte sufrir”.
…
Traté de solucionarlo, pegando con adhesivo las dos partes, pero no quedaba igual, el señor Pascal se disculpó por su esposa, y trató de hablar conmigo, más nada haría que mi pena se marchara.
No salí de la habitación en dos días, hasta que por fin tomé el valor de hacerlo, encontrándome con aquel muchacho de apariencia hermosa, pero de palabras horribles.
—Lys —me llamó, al encontrarnos en las escaleras.
—Dígame —le contesté, mas él guardó silencio, sacando un sobre de su maletín.
—Mi padre ya me explicó todo, y en verdad lamento lo que pasó con la fotografía de tu papá. Eres una niña, yo tengo diecinueve años, debí comportarme mejor.
Mientras el se disculpaba, abrí el sobre, descubriendo una replica exacta de la fotografía de mi papá. Mi sonrisa fue inevitable y lo miré con alegría, notando la misma sonrisa en él.
—Esto…
Sus ojos azules tan vivos, no dejan de mirarme, caminando más cerca para frotar mi cabeza.
—Pequeña Lys, espero que esto solucioné lo que yo provoqué.
Mis labios quedaron sellados, solo sabía que mi corazón saltaba con una fuerza incontrolable. Él recibió una llamada, lo cual hizo que tuviera que despedirse pronto.
…
El tiempo fue trascurriendo, convirtiendo mis ganas de irme a unas inmensas por quedarme. Aquel muchacho no era tan malo, de hecho, era un muy buen hermano e hijo. Para una adolescente como yo, no fue difícil hacerse ilusiones, pero sabía que estaba soñando muy en alto, ¿o no?
Al llegar a los dieciséis años, fui llevada por primera vez a un evento de alta importancia, teniendo al señor Pascal y a su apuesto hijo como acompañantes, me sentía en cuento de hadas, un cuento donde mis ojos estaban perdidos en aquel príncipe de bella sonrisa.
Aquella noche donde tuve mi primer baile, aquella noche donde floté en las nubes en los brazos de Diaval Dolciani, aquella noche donde yo…
—¡Piérdete! —escondida entre los arbustos, vi a como Diaval discutía con una joven muy bella, pero no duró mucho, pues al intentar acércame me tropecé y caí sobre las hojas.
—¿Lys? —preocupado, fue a ayudarme a levantarme—. ¿Qué estabas haciendo?
—Yo solo quise…
—Mira como está tu vestido, vamos adentro, intentemos limpiarlo.
—¿Diaval? —la joven mujer lo llamó, pero él le dio la espalda, concentrándose en mí.
Sin soltar mi mano, me llevó con él a una de las salas posteriores del salón.
—Afortunadamente mi madre no está aquí, seguro daría un grito al cielo —afirmó, sacando un pañuelo de su bolsillo, que utilizó para limpiar mi mejilla—. Lys, pequeña traviesa —sonrió—. Ni Brisa es así.
—Diaval… ¿Me dejas hacerte una pregunta?
—Ya la estás haciendo, pero adelante.
—Emm, ¿quién era esa chica con la que discutías?
Guardando su pañuelo, se mantuvo en silencio, lo cual bastó para darme cuenta que no debí ser muy imprudente.
—No tienes que…
—Es mi novia o bueno… Lo era.
—¿Tu novia?
Tomando asiento a mi lado, suspiró, exhalando el aire de sus pulmones.
—Una novia, alguien con quien salía, ¿acaso no sabes lo que significa?
—¡Por supuesto que lo sé! Yo también he tenido novios —no tuve la menor idea de porque dije eso, pero lo hice.
—¡Vaya! —levantó las cejas con asombro—. Una rompecorazones.
—¡Lo soy! No hay quien se me resista.
—¿Estás segura? A ver, prueba conmigo.
—¡¿Qué!? —me escandalicé.
—Prueba conmigo —volvió a repetir, pero al ver mi rostro todo sonrojado, estalló en carcajadas—. Solo bromeaba, no seas tonta, para mi solo eres una ni…
Su respuesta no llegó a concretarse, pues apretando mis puños, me armé de valor y choqué mis labios a los suyos.
En un principio nuestras miradas se juntaron, pero cuando mis manos fueron a sus hombros, él lo hizo más profundo, cosa que no duró ni cinco segundos, pues rápidamente me soltó, marchándose en silencio.
Aquel beso no había durado mucho, pero si fue suficiente para que algo empezara a nacer, algo que con los años se transformaría en un profundo amor.
…
—Felicidades —era el brindis que todos hacían en mi honor.
Con diecinueve años, y siendo una de las mejores en la Universidad, todo era perfecto en mi vida. Juntando nuestras malteadas reímos al unisonó, hasta que mi celular me avisó de un esperado mensaje.
Ansiosa, lo saqué y observé que evidentemente se trataba de él.
—Chicos, ya debo irme, agradezco todo lo que hicieron por mí.
—Por nuestra querida Lys, siempre.
Salí del local, fui directo a la dirección que se registraba en mi celular, la cual me llevó a un hotel lujoso, donde el recepcionista me llevó hasta la cima, para encontrar al objeto de mis pensamientos.
—¡Diaval! —exclamé emocionada, saltando a sus brazos.
—Mi pequeña Lys, alcanzó a decir, solo antes de besarme en los labios.
—¿Todo esto es para mí? —pregunté al bajarme y ver la hermosa cena con flores y luces.
—Nada es suficiente para ti, mi pequeña y menos después de… Bueno, desde que te entregaste por completo a mí —rozando mi barbilla con sus dedos, hizo que mi piel se erizara, recordando la noche en la que fui por completo de él.
—No seas tan imprudente, no estamos solos —me avergoncé.
—Sí, perdona, tienes razón. Mejor cenemos que la comida se enfría.
Me guió delicadamente hasta la mesa, ayudándome con mi asiento, más poco después de que él ocupó el suyo, recibió un mensaje en su celular.
—¿Trabajo? —le pregunté.
—No, se trata de Hera, pero ya le dije que estoy ocupado.
—¿Hera? Bueno, ya no estás en tu horario de trabajo, no entiendo porque te escribe.
—Tranquila mi pequeña, solo es una empleada, no tienes que ponerte celosa. A quien quiero es a ti —me contestó, acariciando mi mejilla.
Con tan solo un simple gesto, sonreí y asentí.
—Está bien, confió en ti, aunque no me gusta que ella sea muy confianzuda, debe respetar tus horarios.
—No le hagas caso, mi pequeña. Ella no tiene importancia en mi vida, tú sí.