Capítulo 27

2248 Words
Para el momento en que Zac logró finalmente llegar a la editorial, su humor no había hecho más que empeorar con el pasar de las horas. Descubrir que todo ese tiempo en el que estuvo afuera exponiéndose al peligro, Luther ni siquiera se tomó la molestia de aparecer personalmente y que, en cambio, solo envió a más guardaespaldas molestos e incompetentes que ni podían esconderse bien para que no los descubriera, le irritó. Y el que le irritara la ausencia de ese molesto tipo, solo le molestó aún más, por qué... Se suponía que había salido de su departamento para alejarse de todos y todo, entonces... ¿Por qué el que Luther no estuviera a su lado le afectaba tanto? La respuesta era tan evidente, que Zac no quiso aceptarla. Porque simplemente era imposible que un tipo tan molesto y extraño realmente hubiera logrado llegar a él. Pero ahí estaba la cosa, lo hizo, y ese hecho solo irritaba más al humano. Y como Zac no había querido analizar todo lo que estaba pasando por su mente, decidió tomar la ruta cobarde y más fácil de todas para no pensar en absolutamente nada, beber. Tan pronto como fue arrastrado por su jefa más que sus compañeros hacia el restaurante local que habían alquilado especialmente para el cumpleaños del dueño de la editorial, Zac se sentó a beber. No prestó atención a sus compañeros, ni hizo el intento de entablar una conversación con cualquiera de ellos, ignorando el claro coqueteo de Gertru, simplemente comió y bebió libremente, desquitándose con todos lo que había sucedido ese día. Desde lo sucedido en el gimnasio con el pequeño twink y Luther. Esos malditos hombres entrando a su departamento para amenazarle y robarle. Luther intentando decidir por él como si tuviera todo el derecho. Más personas invadiendo su departamento. Luther dejándole solo. Y por supuesto, su tonto cerebro intentando analizar cosas que Zac no deseaba pensar. El único momento en el cual el joven fotógrafo realmente dejó de beber unos minutos, fue cuando todos se detuvieron para cantarle feliz cumpleaños a Jeff Blevins. En ese momento, se encontraba simplemente sentado frente a la mesa, escuchando como otros compañeros de trabajo conversaban y reían alegremente de las payasadas de otros, algunos incluso se encontraban cantando felices, y Zac permanecía ajenos a ellos contemplando el vaso frente a él. De momento, su cerebro no estaba pensando más en Luther o cualquier otra mierda molesta, lo cual debería de ser un alivio para Zac, lo cual lo era en cierta parte, pero podría sentirse mucho mejor si tan solo su cabeza no se sintiera como si estuviera dando vueltas. "Es... Momento de dejar de beber" Admitió para sí mismo. Apartando el vaso, Zac picoteó un poco de las sobras que quedaron de la comida en un intento de disipar lo que estaba provocando el alcohol en su sistema. Por más que hubiera querido beber hasta el cansancio, perder la conciencia y olvidar absolutamente todo, la verdad es que no era un movimiento inteligente de hacer cuando personas peligrosas estaban detrás de él por culpa de su padre y su amada esposa. Especialmente cuando los que estaban cuidando su culo eran unos tontos guardaespaldas incompetentes que más de una vez le habían perdido de vista mientras se paseaba entre tiendas perdiendo el tiempo. —Estúpido Luther —refunfuñó por lo bajo. Era horrible admitirlo para Zac, pero si tan solo el hombre lobo se hubiera mantenido a su lado, este realmente se habría dado el lujo de relajarse y beber hasta olvidar absolutamente todo, ya que aunque no quisiera admitirlo, ya había colocado ese grado de confianza en Luther. Soltando un suspiro, Zac desvió su mirada hacia sus compañeros de trabajo y los observó sin poder sentir absolutamente nada por ninguno de ellos. Si era sincero, el humano nunca hizo el intento de acercarse a cualquiera de ellos, demasiado concentrado en su trabajo y sin interés alguno en relacionarse con cualquier persona en particular. Gracias a su experiencia, Zac hacía mucho tiempo que aprendió que era mucho más fácil cuando se mantenía la distancia de los demás, ya que de esa forma, nadie podría acercarse demasiado a él para terminar ganándose un lugar en él. ¿Y todo para qué? Solo para lastimarlo, defraudarlo, engañarlo y usarlo. Tal cual hizo su padre con su madre. Torciendo sus labios en una profunda mueca al pensar en cosas desagradables, Zac buscó el vaso que había alejado y lo tomó devuelta. Bebiendo un sorbo, lo dejó sobre la mesa otra vez y lo observó perdidamente. —¡Hey! Tú, ven aquí, mi chico de oro —exclamó Gertru. Observando a su jefa, Zac sintió curiosidad por el momento en que parte de la ropa de Gertru había desaparecido hasta dejarla con una simple camisa y su falda de tubo. Acercándose, Gertru alzó su brazo y con toda la confianza del mundo, rodeó los hombros de Zac, lo que por supuesto que no fue del agrado de este y se sacudió apartándola. —Ven con nossssotros. Estamos jugando a... —se rió—. No lo recuerdo, pero esta muuuy entretenido —comentó alegremente. —No gracias —rechazó, firme. —Oh, vamos. Solo es un juego —rió e intentó volver a tocarle—. Todos se están divirtiendo, deberías de intentarlo también —expresó. Aquellos ojos verde jade contemplaron a su alrededor. Gran mayoría de todos los que habían asistido a la fiesta, ya se habían retirado a sus casas, dejando solamente a los más escandalosos y bebedores, lo cuales seguían siendo un número considerable. Y como jefe de todos, por supuesto que Jeff seguía presente también, sentado en la cabecera de una mesa para observar a sus trabajadores que se seguían divirtiendo. —Ven conmigoo —pidió Gertru tomando su mano. —Tal vez después —rechazó y apartó su mano. Antes de que Gertru pudiera seguir insistiendo con lo mismo, volviéndose molesta, especialmente con su insistencia por tocarlo, Zac se levantó de su asiento. Era bastante obvio que ni ebria aquella mujer le dejaría tranquilo, y en ese momento el humano no estaba de humor para soportar su molesto coqueteo. Especialmente cuando su tacto parecía sentirse particularmente horrible ese día. Retirándose en silencio, Zac salió de la tienda y se detuvo frente a esta. Observando los últimos rastros del atardecer, el fotógrafo se quedó ahí parado y respiró algo de aire limpio. Al encontrarse nuevamente con una de sus incompetentes sombras, Zac chasqueó su lengua y sintió como la irritación comenzaba a subir por su cuerpo otra vez ante la ausencia de Luther, quien hasta el momento, seguía sin mostrar ni una señal de vida. Refunfuñando por lo bajo las promesas que le hizo Luther y que no cumplió, Zac sacó una cajetilla nueva de cigarrillos que había comprado y sacó uno. Cogiendo el encendedor, lo prendió. Por un momento, el humano simplemente lo observó recordando la animosidad de su guardaespaldas por aquel simple papelillo con tabaco. Si Luther hubiera estado ahí con él, lo más probable es que ya le hubiese apartado el cigarrillo de su mano y habría intentado distraerle con algún beso o una paleta. —Solo deja de pensar en él, Zac —se ordenó en un suspiro. Negando, llevó el cigarrillo a sus labios y tomó una profunda inhalada. Reteniéndola por un momento en sus pulmones, Zac la expulsó lentamente y contempló como el humo hizo un camino antes de desaparecer. —Está muy animado adentro todavía, ¿no? Girando su cabeza, Zac contempló al dueño de la editorial pararse a su lado y encender su propio cigarrillo. —Algo así. —Me sorprende que Gertru hubiera logrado realmente convencerte de venir. Generalmente usan de excusa el cumpleaños de cualquiera para juntarse a beber, pero como hoy se trataba del mío, las cosas exageraron un poco —contó. —Quería beber —anunció. —Uno generalmente quiere beber cuando desea olvidar cosas —comentó Jeff. Zac resopló, y cuando esta se transformó en una ligera risa, simplemente la dejó salir. —Tengo muchas cosas que me gustaría olvidar, últimamente —confesó. Jeff le observó de reojo y exhaló el humo. —¿Lo dices por lo de tu padre? —Por todo. Tal pareciera que un tornado hubiera pasado por mi vida y de vez en cuando decide que debería de volver a darse otra vuelta para sacudir las cosas —contó y sonrió sin sentimiento alguno—. Las cosas eran mucho más fáciles cuando Maximo ignoraba mi existencia para complacer a su esposa y a su hijo bastardo. —Tenía entendido que ustedes se llevaban bien. —Mentiras —resopló—. No soporto a ninguno de esa familia, por eso me dejaron ir, ya que no calzaba en el cuadro de familia perfecta que todos quiere recrear, pero cada uno está más jodido que el otro y ninguno lo admite. Sin terminar su cigarrillo, Zac lo dejó caer y lo pisó. —Olvida lo que acabo de decir, supongo que ya he bebido demasiado si estoy hablando esas estupideces que ni mi aliento se merecen —expresó. —No creo que sean estupideces. Y a mi parecer, es una historia bastante interesante considerando las cosas que se dice del juez Di Montelroso —comentó. —Si, busca la historia de otro que publicar, no estoy interesado en ese tipo de cosas. Cuando el dueño de la editorial se acercó lo suficiente como para invadir su espacio personal, Zac le observó con sus cejas juntas. —Tú en sí me llamas la atención, Zac. —Bien por ti —anunció y le observó molesto—. ¿Cuánto tiempo más piensas invadir mi espacio? El hombre le observó y sonrió antes de retroceder un paso. —Solo quería asegurarme de que apagaste bien el cigarrillo —se excusó—. No me gustaría que algo ocurriera. Zac simplemente le observó en silencio, obviamente sin creerle ni una palabra. —Dime, Zac. ¿Te estás viendo con alguien en este momento? —No creo que eso sea de su interés —indicó. Alejando su mirada, las cejas del humano solo se juntaron más al pensar que observó a Luther. Negando, pasó una mano por sus ojos y los restregó. —Si no lo fuera, no habría preguntado. Bajando sus manos, Zac volvió a observar en la misma dirección y suspiró al contemplar que su tonto guardaespaldas realmente no estaba ahí. Seriamente, tal parecía que ya necesitaba parar con los tragos. —¿Y? ¿Entonces? —¿Qué cosa? —¿Estás saliendo con alguien? —Nadie —anunció y lo pensó—. Pero hay alguien que me está molestando. —¿En serio? ¿Quién? —Alguien. Sin deseos de compartir más con su jefe, Zac terminó la conversación al volver al interior del restaurante, solo bebería un par de tragos más y esperaría que los efectos de estos se disiparan un poco de su sistema antes de llamar un auto para que le llevara a su departamento. Tomando asiento en el mismo lugar otra vez, Zac tomó esta vez una botella del pack de cervezas y la abrió. Una repentina mano apareció ante el fotógrafo y este la siguió hasta encontrarse con una de las mujeres que trabajaba con él. —¿Te molesta si bebo? Tenía algo de sed. —Sí, me molesta. La mujer rió tontamente y volvió a colocar la botella ante Zac, como si eso solucionase todo. Chasqueando su lengua con molestia, el humano corrió la botella y abrió otra para él, esta vez asegurándose de afirmarla para que no se la quitaran otra vez. Como si esa hubiera sido una señal, la molesta mujer en vez de irse y dejarle en paz, tomó asiento a su lado y comenzó a hablar sin descanso, contándole cosas de las cuales Zac no podría estar menos interesado. Por supuesto, el fotógrafo simplemente la ignoró, o eso fue hasta que esta corrió su silla más cerca y alzó su mano para tocar su antebrazo. Otra vez, esa sensación de malestar le cubrió. —Lo siento, este es mi lugar. Alzando la mirada, Zac contempló con cierta sorpresa a Luther. El Luther real y no parte de su imaginación como antes. —¿Disculpa? —Ese es mi lugar —reiteró Luther. Y como la humana estaba demasiado aturdida para entender sus palabras y moverse, el hombre lobo le ayudó a levantarse y luego la dejó. Ocupando su lugar, colocó sus azules ojos sobre su encantador elegido. —Lamento haber llegado tarde. —Llegaste más que tarde —gruñó Zac. Molesto por la forma en que se sintió solo con la presencia de Luther, el fotógrafo bebió otro trago. Cuando su jefe se sentó a su otro costado, simplemente dejó que su sombra corriera su silla, acercándose más a él. —¿Esta era la persona molesta que mencionaste antes, Zac? —Soy Luther, guardaespaldas y futura pareja. Zac le observó con sus cejas fruncidas. —Ni siquiera hemos tenido una cita. —¿Cómo qué no? ¿Y el centro comercial? —Eso fue trabajo —resopló y bebió. Al verlo, Luther cambió la botella por una de agua. —Hey, yo quiero beber, por eso vine —se quejó. —Aquí —anunció Jeff. Tomando la otra botella de cerveza, Zac sonrió y bebió, sin ser consciente de la tensión entre su guardaespaldas y su jefe.
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