Capítulo 20

2378 Words
Parado en la azotea del edificio más cercano al departamento de su pareja, Luther observó a su alrededor en busca de una pista que indicara que alguien estuvo ahí. Ya había buscado en los demás lugares posibles en los que un bastardo podría haberse intentado ocultar de él para vigilar a su chico y ese era el único que quedaba. Detectando algo, su lobo alzó su cabeza, apuntando su nariz hacia el cielo y luego gruñó. Alguien había estado ahí y se entretuvo esperando, fumando una increíble cantidad de cigarros, el olor a tabaco seguía rondando en el aire. Siguiendo la pista que su animal percibió, el hombre lobo persiguió el olor a tabaco hasta una esquina de la azotea, cerca de un cuartucho en donde el dueño parecía guardar algunas cosas. Rodeándolo, Luther se detuvo al encontrar lo que había estado buscando. Observando las colillas de cigarrillos aplastadas, Luther se agachó y pasó su mano sobre ellas sin tocarlas. Algunas seguían reteniendo el calor por haber sido encendidas. Alzando la mirada, se encontró mirando directamente hacia la azotea de su encantador elegido, y a juzgar por la posición en la que se encontraba, dudaba que Zac podría haberle visto. Era el maldito lugar perfecto, lo ocultaba de la directa vista de Zac, e impedía que, desde su posición en el auto, lo viera. Soltando una maldición por no haber revisado correctamente la zona antes de ir a casa por una rápida ducha antes de volver, Luther se alzó y se acercó al borde del edificio. El lugar incluso le daba un fácil acceso a la escalera de emergencia de Zac. Molesto, Luther apoyó su mano en el borde del edificio y tomó un pequeño impulso antes de saltar y caer directamente en la escalera de emergencia, teniendo un fácil acceso hacia la azotea de su elegido. Y realmente, no se requería gran esfuerzo para hacerlo, cualquier humano sin miedo a las alturas podría con ello. Bajando las escaleras, Luther observó a su alrededor y odió que la amenaza se hubiera ido. Si tan solo hubiese llegado más rápido, podría haberlo capturado con sus propias manos y lo hubiese golpeado un poco hasta satisfacer su enojo y el de su lobo por haber logrado asustar a su chico. Entrando en el edificio, el lobo beta subió rápidamente las escaleras y se detuvo en el piso de su pareja. Otra vez, aquel aroma a tabaco que había estado en la azotea del otro edificio, pudo sentirlo ahí. "Zac" Exigió su lobo, asustado con la idea de que ese imbécil hubiera logrado llegar a su chico. Acercándose a la puerta, Luther golpeó tres veces con un movimiento firme y fuerte. —Encanto, soy yo, Luther. Salgamos a una cita. Los segundos parecieron transformarse en unos largos minutos tortuosos, al no recibir respuesta, Luther volvió a golpear con más insistencia. —Zac, soy yo bebé. Ábreme ahora —pidió e intentó abrir por su cuenta. Por supuesto, gracias a la nueva cerradura que le había colocado a la puerta, esta no cedió ni un poco, y por un segundo, Luther realmente estuvo tentado a abrir la puerta utilizando su fuerza de hombre lobo. Con su teléfono sonando en su bolsillo, Luther gruñó y lo sacó para apagar el molesto sonido, pero al contemplar el nombre de su elegido brillando en la pantalla, inmediatamente contestó. —¿Realmente eres tú del otro lado? —cuestionó Zac antes de que pudiera decir algo. Y escuchar su voz, calmó parte de la preocupación de Luther, ya que no se escuchaba como si algo malo le hubiera pasado. —Sí, encanto, soy yo. Ábreme la puerta, estoy muriendo de preocupación aquí. El sensible oído inhumano de Luther captó el momento en que su elegido sacó los seguros de la puerta, soltando la manilla, contuvo la respiración al contemplar como la sólida superficie era entreabierta. Uno de esos encantadores ojos verde jade apareció por el reducido espacio, y una vez Zac comprobó que realmente se trataba de Luther, gruñó y se movió. Abriendo más la puerta, tomó de la camiseta al lobo alfa y lo empujó rápidamente al interior de su departamento. —¿Por qué tardaste tanto en venir? —se quejó. Al apreciarle tan alterado, aquellos ojos azul mar inmediatamente recorrieron toda su perfecta altura buscando alguna herida. Cuando no encontró nada más que su tono de piel un tanto pálida del susto, Luther intentó acercarlo a su cuerpo para calmarle, pero Zac se apartó de estos y comenzó a caminar nerviosamente por todo su piso. —Vine tan rápido como pude, encanto. —No fue lo suficientemente rápido —gruñó—. Además, ¿por qué enviarías a alguien más para confirmar como estoy? Dijiste que tú cuidarías de mí, no deberías d-... —¿Quién vino? En un rápido movimiento que hizo chillar a Zac de la pura sorpresa, Luther apresó a su pareja contra una pared y le observó fijamente. —¿Quién vino? —reiteró con un bajo tono peligroso que sonó muy parecido a un gruñido real. Con grandes ojos, Zac tragó y le mantuvo la mirada. —Un tipo. No me dijo su nombre, solo que lo habías enviado tú para comprobar cómo estaba —contó—. Él... Dijo cosas que solo tú o alguien de tu equipo de seguridad debería de saber por lo que realmente creí que lo habías enviado y... —¿Te lastimó en alguna parte? ¿Te amenazó? ¿Entró? —cuestionó y sus ojos nuevamente escanearon a su chico. —No le dejé entrar. Ni siquiera quise abrir la puerta —reveló Zac—. Yo... Dijiste que tú ibas a venir, por lo que me molesté cuando ese tipo apareció y cuando insistió en verme y entrar... No me dio una buena sensación —explicó. Una exhalación de puro alivio escapó de lo más profundo de los pulmones de Luther. Inclinando su cabeza hacia adelante, apoyó su frente en la de su pareja. —Gracias j***r —exclamó bajo. Observándolo de cerca ese atractivo rostro, el cuerpo de Zac se sacudió ligeramente. —No lo enviaste tú, ¿cierto? —Por supuesto que no —espetó Luther. Enderezando de golpe su cabeza, le observó casi ofendido—. Nunca enviaría a nadie por ti, Zac. Siempre que me necesites yo iré por ti, a donde sea que estés, a cualquier hora, iré por ti —declaró—. ¿Quedó claro? Contemplando fijamente aquellos ojos tan azul como el océano, Zac exhaló lentamente, casi tembloroso y asintió. Reconociendo de pronto la posición en la cual Luther le había atrapado, el humano intentó escapar y el lobo beta le dejó ir de momento. Era bastante obvio que toda la situación había sacudido a su chico. —¿Crees que ese tipo era el mismo que me estuvo mirando en la azotea? —preguntó, volviendo a caminar de un lado a otro. Luther le siguió con la mirada, y asintió en silencio. Zac maldijo y se detuvo en medio de la sala, abrazándose a sí mismo, le observó. —¿Cómo es que ese tipo sabía esas cosas? El imbécil me dijo cosas de ti, de mí, tus compañeros y mi estúpido padre con su familia —informó—. Si no hubiera sido porque me molesté en primer instante ya que no apareciste tú, le habría alcanzado a abrir —se quejó. —Es bastante obvio que no solo tú estás siendo vigilado ahora, encanto. Esos tipos nos están vigilando incluso a nosotros en busca de la oportunidad de acercarse a ustedes, como ahora —explicó—. Y ese tipo lleva un tiempo vigilando, encontré varias colillas en la azotea del otro edificio, ocultos detrás de un cuartucho. —Simplemente genial —gruñó Zac—. ¿Y por qué solo ahora decidió atacarme? No es la primera vez que subo a la azotea tarde en busca de aire. —Lo sé —asintió Luther—. Pero las otras veces aún había algo de luz del sol y yo estuve ahí. Tal vez no estaba arriba contigo, pero estaba lo suficientemente cerca como para ir rápidamente si algo sucedía —indicó. Aquellos hermosos ojos verde jade observaron en dirección hacia Luther, y esas oscuras cejas se juntaron profundamente. —Lo dices como si siguieras quedándote fuera de mi edificio a pesar de la seguridad que colocaste —indicó. —Porque lo hago. —¿Por qué lo harías? Dijiste que colocando más seguridad estarías más tranquilo y podrías dejar de acosarme fuera de mi edificio —indicó. —Nunca dije que dejaría de vigilar. Unos estúpidos están amenazando tu vida, encanto, solo un idiota simplemente se iría y dejaría expuesto al peligro al chico que le gusta —resopló. El humano negó y alzó una mano para apuntarle. —No, no puedo lidiar en este momento con tus supuestos sentimientos hacia mí. No me gusta esto, estoy acostumbrado con ser yo quien molesto y acoso a otras personas —se quejó—. Ni siquiera logro comprender por qué esos idiotas me siguen molestando cuando es bastante obvio que no soy cercano a mi estúpido padre. j***r, ni siquiera me quedé tanto tiempo en el hospital luego de que se despertó. —Encanto, a esos tipos ni siquiera les interesa eso —indicó Luther. —Pero es injusto —gruñó Zac, frustrado. Necesitando un cigarrillo, el fotógrafo observó a su alrededor hasta que encontró la cajetilla olvidada en la pequeña mesa de centro frente al sofá en forma de "L". Acercándose, sacó uno y cogió el encendedor antes de acercarse a una ventana. Abriéndola ligeramente, Zac observó el cigarrillo y jugó un poco con este, intentando calmar esa molesta sensación de inquietud en su interior al concentrarse en otra cosa. Pero realmente, nada parecía sentirse mejor que cuando Luther lo mantuvo atrapado contra la pared. Soltando un gruñido irritado, el humano finalmente encendió el cigarrillo y lo acercó a sus labios para tomar una bocanada. El humo llenando sus pulmones no se sintió tan bien, y cuando observó a Luther y lo encontró con una expresión pellizcada, no se sintió mejor. —¿Qué? —espetó. —Eso te hace mal, vas matando tu cuerpo interiormente. —Lo sé —bufó—. Pero en este momento, es lo único que puede calmarme. El hombre lobo negó, sin creer en las palabras de su elegido. —Mentira. —¿Qué sabes tú? Ni siquiera me conoces —gruñó. —Te conozco lo suficiente como para saber que tu cuerpo se relajó mucho más cuando te atrapé contra la pared, que en este momento fumando esa cosa sucia —argumentó. —Eso no es cierto. —Los dos sabemos que sí, encanto. Así como que esa cosa realmente no te está ayudando. —Sí lo hace —insistió tercamente. Y solo para demostrarle a Luther que se equivocaba, tomó otra profunda inhalada, que terminó con una ligera tos al hacerlo mal. Gruñendo, el lobo beta se acercó a su encantador elegido y le quitó el cigarrillo de las manos. Sin dudarlo, lo empujó contra el alfeizar de la ventana, y se aseguró de apagarlo correctamente contra esta antes de cerrar la ventana. —Hey, lo estaba usando —gruñó. —Los dos sabemos que no estaba funcionando. Y por mucho que me encantas, incluso cuando eres una gruñona cosita terca, no permitiré que utilices ese matador vicio, siendo que este no te estaba sirviendo, y mucho menos cuando me tienes a mí. Y con esa declaración, Luther simplemente tomó a su pareja entre sus brazos y lo alzó. Caminando directo al sofá, el lobo beta se sentó y acomodó a su chico a horcajadas sobre su regazo. Por supuesto, Zac inmediatamente intentó levantarse y alejarse, por lo que los brazos del hombre lobo rodearon su delgado cuerpo firme como dos bandas de acero, manteniéndole en su lugar. —Tú. Loco bastardo. ¿Qué crees que estás haciendo? —exclamó Zac, luchando por liberarse. Y ante tanto movimiento, por supuesto que el cuerpo de Luther comenzó a reaccionar en respuesta. —Será mejor que te quedes tranquilo, encanto, estás haciendo movimientos muy peligrosos ahí —indicó. Zac bufó molesto y siguió moviéndose hasta que su mente comenzó a entender lo que estaba provocando en su cuerpo con cada roce, lo que hizo que inmediatamente se congelara en su lugar, —Mucho mejor —declaró Luther. Inclinándose hacia atrás para apoyarse en el respaldar del sofá, el lobo beta alzó una mano para colocarla en la nuca de esa cabellera castaña y guio la cabeza de su elegido a la curvatura de su cuello. —¿Qué crees que estás haciendo? —pronunció Zac, tenso. —Intento calmarte —expresó con un tono mucho más suave—. Generalmente, me encanta cuando eres todo gruñón, quejoso y te sales con la tuya, encanto, pero no dejaré que hagas eso en esta situación utilizando un medio tan sucio como el tabaco. Zac frunció y observó obstinadamente lo que estaba sobre el hombro de Luther, no agrandándole mucho como los brazos de este, más su aroma viril y su calor, estaban logrando calmarle mejor que el cigarrillo. —Sé eso —gruñó, bajo—. Pero es lo único que finalmente logra quitarme molestos pensamientos al comenzar a quejarme por el horrible sabor —confesó. —Tengo otra forma mucho mejor para distraer tu mente. Y Zac sabía que se iba a arrepentir por preguntar, pero antes de que lo pensara demasiado, sus labios ya se encontraban moviéndose. —¿Qué cosa? Fue una simple pregunta, que llevó a un leve movimiento de cabeza, en el cual Luther rozó sus labios, sus miradas se encontraron y luego... Bueno, fue como si una compuerta hubiera sido abierta. Para el momento en que Zac se dio cuenta, se encontraba besándose con su guardaespaldas tan desgarradoramente lento, dulce y apasionado, que incluso el aire comenzó a faltar en sus pulmones y su mente se volvió totalmente en blanco con cada movimiento de sus labios, sin permitirle al humano en pensar en nada más que en el exquisito sabor de Luther y cómo obtener más de este. Joder.
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