Capítulo 19

2153 Words
Considerando que había revivido dolorosos recuerdos del pasado por culpa de su estúpido padre y su hipocresía, a Zac no le sorprendía mucho que no pudiera conciliar el sueño. Pero si era sincero... Eso no era lo único que no le dejaba dormir. Las cosas que Luther le había dicho lo seguían persiguiendo. Desde su repentina confesión de interés hasta su promesa de seguirle y apoyarle solo a él. Hasta el momento, Luther era la única persona que estaba enterado de lo que le ocurrió a su madre, de lo que había sufrido a manos de su padre, e imbécil que era este. No estaba particularmente feliz con la idea de que lo hubiera descubierto todo al escuchar una conversación ajena, pero... A su vez, Zac sentía que un peso se le había sido sacado de encima. Todos esos malditos años, tuvo que soportar a esa estúpida familia perfecta. Tuvo que observar a su estúpido padre llevara a su amante a la casa de su madre y no poder hacer nada para evitarlo. Sufrió al observar en primera persona, lo que era realmente ser un hijo amado y lo que tanto se lamentó su madre en su carta, porque a pesar de que Maximo siempre lo trato como si no fueran más que basura, Sloane siempre fue su reina, y Paxton su principito. Año tras año, mientras crecía, observó como Maximo se olvidó de su existencia, más que cuando quería compararlo con su hijito perfecto, creyendo que de esa forma lograría motivar a Zac comportarse igual de manso, estúpido y servicial. Cuando lo único que hizo, fue alimentar el odio que sentía por él, esa mujer, y sus hijos. Ante todos, ellos eran la familia perfecta y amorosa, y Zac la oveja negra que no encajaba en ese marco. Absolutamente todo el mundo lo juzgaba cada vez que era desagradable con alguno de ellos, pero nunca nadie se tomó el tiempo queriendo indagar al respecto, averiguar por qué su comportamiento. Pero Luther lo hizo. Tan interesado como estaba en él, utilizó su trabajo, su puesto e investigó respecto a su vida. Lamentablemente, no pudo encontrar nada, según el informe que leyó Zac, lo cual no era algo muy sorprendente. Zac no fue más que un fantasma en esa familia hasta que tuvo la suficiente edad para poder salir al mundo, mientras tanto, aquella casa solo era un lugar que utilizaba para comer y dormir, haciendo su vida totalmente aparte de ellos. Y tan preocupados como estaban con su familia feliz, nadie se dio cuenta de ello ni le prestó interés, hasta que se fue. Solo años después, cuando Maximo comenzó a ganar reputación y popularidad, que este pareció recordar su existencia e intentó contactar con él con la estúpida farsa de que quería disculparse y remendar todo el daño causado siendo el padre que no fue antes, algo que por supuesto que Zac no creyó y los mando a la mierda. Y luego de que este siguiera insistiendo, involucrando a los demás en el proceso, Zac simplemente llegó a la conclusión de que lo estaban haciendo por un bien propio, o porque buscaban algo. Cualquiera que fuera la opción, él no estaba interesado en averiguarlo. Pero como la estúpida vida parecía que nunca escuchaba sus deseos, por supuesto que tuvo que colocar en el camino de su padre a ese estúpido violador y asesino de niñas egocéntrico y orgulloso, quien al no poder soportar la idea de que lo atraparon y enjuiciaron, no hallo mejor forma que descargar su enojo que desquitándose con su padre. Algo que a Zachariah realmente no podría importarle menos, pero cuando su amenaza lo involucraba a él, provocando acercarlo más a esa horrible familia siendo que lo único que deseaba era tenerlos a más de diez metros, si le molestaba. Y aunque aquello hubiera llevado a Luther a su vida, seguía siendo irritablemente molesto. En especial porque con cada momento que pasaba junto al hombre, menos creía que este fuera el espía de su padre. Era... Ese instinto en él que seguía insistiendo en que podía confiar en ese extraño hombre más las palabras de este, lo que lentamente lo iban convenciendo. Y j***r, para qué estaba con cosas. El que Luther hubiera confesado que solo aceptó el trabajo por él si había sido un buen golpe bajo. Luther era un hombre desagradablemente atractivo, con su personalidad extraña, estúpida y en cierta forma relajada calzaba en él, ya que no se tomaba a pecho cuando era desagradable y gruñón la mayor parte del tiempo. Incluso cuando seguía insistiendo que era un espía, él solo reía y le sonría de esa forma... Quejándose, Zac rodó sobre su espalda y contempló el techo de su habitación. Era extraño. Zac no era un santo, había tenido sus encuentros en el pasado con personas tan atractivas como Luther y una que otra relación relativamente duradera. Pero ninguna de ellas realmente duró demasiado debido a su personalidad. O era un demasiado aburrido, o muy gruñón, innecesariamente mandón, imprudente, directo, sarcástico, desinteresado, etc. Siempre había algo que a sus parejas no le terminaba de gustar, o que intentaban cambiar y al final su relación terminaba, a veces incluso antes de que realmente comenzara. Y Luther ya le había visto ser todo eso, incluso más desagradable que nada, y aun así, seguía insistiendo con él. —Es mi guardaespaldas, por supuesto que tiene que quedarse a mi lado —se recordó en un murmullo. Solo que... No por ser su guardaespaldas, tenía que coquetearle, y seguir intentando acercarse a él. Incluso en el hospital, había sido horriblemente grosero con la mosquita muerta de Sloane luego de que esta mostrara su dulce y sincera preocupación, lo cual por supuesto que todos lo tomaron a mal, criticándole silenciosamente con la mirada. Y aun así, cuando llegó, Luther fue directamente a su lado y se paró junto a él para enfrentar esas silenciosas miradas criticadoras sin preguntar nada. Y si... —Agh, ¿por qué sigo pensando en él? Refunfuñando, Zac giro y contempló sobre la pequeña mesita de noche al costado de su cama, aquella tonta servilleta en la cual Luther había escrito su contrato. Ante de siquiera pensarlo, el fotógrafo alzó su mano y la tomó. Leyendo nuevamente su promesa, esa molesta cosa en su estómago se volvió a agitar dejando un irritante sentimiento en él. Al llegar al final, bufó al encontrarse con su número escrito, junto a un corazoncito pidiendo que le llamara, lo necesitara o no. Realmente... En momentos así, al menos le gustaría tener un amigo real con el cual poder hablar. De esa forma podría desahogarse correctamente sobre las extrañas cosas que provocaba Luther, de las cuales no estaba particularmente feliz. En serio, ¿cómo es que se podía sentir tan atraído por un hombre que apenas conocía? —¿Quién eres realmente, Luther Ferrell? Observando fijamente la servilleta, Zac suspiro y negó. Dejando la servilleta en su colchón, giró hacia el lado contrario e intentó seguir durmiendo. Pero por supuesto, ahora que había estado pensado en Luther, su cabeza seguía pensando estúpidamente en el hombre. —Agh, incluso cuando no estás eres molesto —refunfuñó. Tirando las mantas hacia atrás, Zac se levantó de su cama y bajó las escaleras. Entrando a su cocina, Abrió el refrigerador y se sirvió una taza de leche, la cual calentó. No había nada mejor que tomar un vaso de leche tibia cuando no se podía dormir. Tomando su taza, Zac admiró su oscuro departamento, el cual se encontraba horriblemente silencioso sin la presencia de Luther. Observando hacia la ventana, los pies del humano simplemente se movieron antes de que pensara en ello. Deteniéndose frente a la ventana, corrigió levemente la cortina y una pequeña puntada de decepción le invadió al no encontrar el auto de Luther frente al edificio, acosándole. —¿Por qué te sorprende? Tú mismo le ordenaste que se fuera —se reprochó a sí mismo. Cerrando la cortina con fuerza, Zac observó con el ceño fruncido la tela, odiando esa sensación en su cuerpo. —Puede que sea tu guardaespaldas, Zac, pero el hombre aún tiene cosas importantes que tratar. Como la seguridad de tu tonto padre —se recordó. Había sido simplemente tonto de su parte el pensar que Luther ignoraría su orden y volvería a estacionarse frente a su edificio tan pronto como terminara con sus asuntos. El hombre también tenía que descansar bien. Suspirando, Zac subió hasta su habitación y contempló su cama por un momento. Sin deseo alguno de volver a acostarse solo para dar vueltas, siguió con su camino y subió hasta su azotea. Tomando asiento en uno de los cómodos sofás, Zac bebió de su leche tibia y contempló el estrellado cielo oscuro sobre su cabeza. Y era jodidamente extraño, pero ahora... El silencio que tanto le había gustado antes, ahora no se sentía tan atractivo. Pero, ¿por qué? ¿Por la constante presencia de Luther o por la amenaza que estaba detrás de él? Frustrado, Zac se terminó toda su leche de un solo trago y revisó sus bolsillos. Por supuesto, al estar utilizando su pijama, no tenía sus cigarrillos con él, por lo que si realmente deseaba fumar, tendría que bajar por ellos. Soltando un profundo y ruidoso suspiro, Zac se levantó y se detuvo inmediatamente al sentir que los bellos de su nuca se erizaban. Lentamente, observó a su alrededor, buscando a la persona que le estaba observando. Lamentablemente, siendo de madrugada, la única luz que tenía para observar realmente era aquella que le proporcionaba de forma natural la luna, la cual no estaba ayudando en ni una mierda. Un pequeño ruido apareció desde su costado izquierdo, su instinto presionó en él y Zac rápidamente entró en su departamento y cerró la puerta. Justo cuando le colocó el seguro, esta fue empujada y forzada. Una maldición se escuchó del otro lado y el fotógrafo bajó rápidamente la escalera hasta su habitación. Encendiendo las luces, observó por la escalera y su cuerpo se estremeció al presenciar como su puerta temblaba y crujía al ser empujada con fuerza, tal cual como había hecho Luther para demostrar lo débil que era. Soltando una maldición, Zac observó la servilleta y rápidamente fue por esta. —Puedo ser un terco de mierda, pero no un idiota para arriesgar mi vida —exclamó. Tomando su celular, marcó el número que Luther anotó y apretó la opción de llamar. Rápidamente, colocó el aparato contra su oído y volvió a observar hacia la escalera que lo llevaba a su azotea. Cuando esta dejó de temblar y crujir, un mal presentimiento le invadió. —¿Encanto? La voz de Luther hizo una cosa extraña en su interior. Queriendo pedir ayuda, explicarle lo que estaba pasando, Zac se encontró a sí mismo teniendo dificultades para hacerlo. Pero claro que tendría, ¿cuándo en la vida había pedido ayuda? Exacto, nunca. Un gruñido molesto escapó por sus gruesos labios y su mirada recorrió todo su departamento. —Ya voy en camino, solo resiste un poco más, encanto —anunció repentinamente, sorprendiéndolo. —No te pedí nada. —No eres la clase de persona que llamaría por nada, encanto. Además, te dije que tenía algo de conocimiento en el idioma de los gruñidos, y el tuyo definitivamente fue un "me gustas". Zac resopló, sintiendo como la tensión desaparecía un poco. —En tus sueños te diré eso. —Por ahora, tal vez —aceptó Luther, riendo—. ¿Qué sucede? —No podía dormir. Subí a la azotea, me sentí observado y volví a entrar. Cuando cerré la puerta, alguien intentó forzarla —contó. —¿Le colocaste el seguro? —Justo antes de que intentaran empujarla —asintió—. Y bajé a mi habitación. —Bien hecho, bebé. Acabo de llegar, subiré a revisar. —Hace un momento que ya no lo escucho —informó. —No importa, quédate donde estás mientras yo reviso. No le abras la puerta a nadie. Cuando termine, iré contigo y diré la contraseña para entrar —explicó. —Está bien. Cortando la llamada, Zac se acercó a la ventana y verificó que el auto de Luther estuviera frente a su edificio. Al verle, se sintió un poco mejor, pero no por eso menos intranquilo. Bajando al primer piso, se paseó por toda la sala a la espera de que Luther terminara de revisar toda la zona. Cuando su puerta finalmente fue golpeada, pego un pequeño brinco ante el repentino sonido y rápidamente se acercó. Alzando su mano para quitar los seguros, se detuvo y observó la firme superficie de madera. —Tienes que abrir ahora, Zac, Luther me pidió que comprobara como estás. Soy uno de los hombres que trabaja con él —expresó la persona del otro lado. Y por alguna razón, Zac no tuvo exactamente un buen presentimiento al respecto.
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