Capítulo 11

2276 Words
Parado frente a su ventana, oculto entre las cortinas, Zac observaba con un extraño sentimiento como el guardaespaldas espía que envió su padre, pasó otra vez toda la noche frente a su departamento metido en su auto. Cuando Luther le comentó que lo mantendría a salvo haciendo guardia a su edificio, Zac pensó que se trataba simplemente de una exageración y que se iría tan pronto como se quedara dormido. Pero, cada vez que se levantó y revisó la ventana, se encontró con el automóvil del hombre detenido en el mismo lugar. Fue tanta la sorpresa del humano, que tan pronto como observó que el hombre dejaba su vehículo un momento para hacer Dios sabe que cosa, Zac bajó y colocó una nota en su parabrisas que lo llamaba acosador. Había esperado que tras encontrar aquella nota, Luther se molestara por despreciar todo su arduo trabajo protegiéndole aún de noche, pero el extraño tipo solo se rió y dobló su nota antes de guardarla en el interior de su chaqueta. Alejándose de su ventana antes de que sus miradas pudieran encontrarse, Zac corrió las cortinas sin querer apreciar esa sonrisa sensual y perfecta, o esos ojos azules tan profundos como el mar en los cuales siempre se perdía cuando estaban cerca. Internándose en la cocina, preparó su desayuno y lo sirvió todo en el mesón de la isla. Corriendo un banquillo, tomó asiento y comenzó a comer observando la televisión. Tomando el control remoto, cambió un par de veces de canales y observó con interés como el tema de Asher en un parque de atracciones, había dejado de ocupar la mayoría de las pantallas. Incluso el caso del juez Di Montelroso parecía haber perdido algo de interés, aun después de toda la mierda que Zac había soportado el día anterior. Satisfecho con lo que estaba viendo, Zac decidió que era su mejor momento para ponerse en contacto con su jefa y ofrecerle las fotografías que tomó del maldito infiel de Sebastián con su amante. Tomando su teléfono, le envió un mensaje a Gertru y esperó ansiosamente que esta le respondiera. Por supuesto, mucho antes de aceptar, su jefa pidió información sobre las fotos que tenía en su poder. Y como las fotos decían todo por sí solas, Zac decidió enviarle una muestra, compartiendo la foto más inocente que tenía de esos dos y aclarando ese importante punto para que Gertru comprendiera la seriedad del asunto. Esperando que esta le respondiera, Zac terminó su desayuno y llevó todos los trastes sucios en el lavavajillas. Escuchando un ruido extraño, muy parecido al de una herramienta eléctrica horriblemente cerca de su departamento, el fotógrafo juntó sus cejas. Saliendo de la cocina, Zac persiguió el sonido hasta una de sus ventanas. Específicamente, aquella que se encontraba justo frente a la escalera de emergencia por el costado del edificio. Corriendo las cortinas de golpe, el humano se encontró con su guardaespaldas del otro lado, trabajando en lo que parecía ser... Colocar unos barrotes de protección en esta. Juntando sus cejas, Zachariah le quitó el seguro a su ventana y la abrió para observar directamente al hombre. —Disculpa, ¿qué crees que estás haciendo? —cuestionó. Y a pesar de que el tono que utilizó Zac no fue precisamente uno amable, aun así, Luther le sonrió. —Buenos días, encanto, ¿cómo amaneciste hoy? Yo con algo de dolor muscular ante la posición en la que dormí un poco, para nada realmente malo —contó. —Preguntaré otra vez. ¿Qué crees que estás haciendo? —cuestionó con un tono más molesto que antes. —Bueno, estoy colocando unos barrotes de protección —anunció lo obvio. El humano tomo una profunda respiración y le observó irritado. —Creo que eso es bastante obvio en este punto, pero quiero saber por qué lo estás haciendo y con el permiso de quién —aclaró Zac. —Te dije de esto, encanto, tu seguridad es pésima y no permitiré que siga así —declaró. —Sé que te estuviste quejando respecto a la seguridad del edificio, pero no recuerdo en ningún momento en que quedáramos de que ibas a mejorarlo —indicó—. Ni siquiera tienes el permiso del dueño. Recargando todo su peso en su pierna derecha, Zac cruzó sus brazos sobre su pecho y observó con molestia al hombre lobo. Algo que, Luther no podía dejar de apreciar como tierno con esa expresión enfurruñada, cosa que no decía al saber que no era algo que su elegido deseara escuchar en ese instante. O en cualquiera estando enojado. —Lo tengo. Fue por eso que tardé un poco más realmente, porque no podía convencerlo o el primer día habría comenzado a trabajar en ello —pronunció con sus cejas fruncidas—. Con el tema del auto y el tipo de ayer, quise ponerme a trabajar en ello tan pronto como llegó el material. Sin contar, que una adorable nota que me acusaba de ser un acosador apareció esta mañana en mi auto, lo que significa que debo de arreglar bien los puntos débiles del departamento para que pueda ir tranquilo a mi casa por la noche, seguro de que estarás bien aquí —explicó. Aunque en realidad, eso era algo que no haría. A Luther no le importaba dormir incómodamente en un espacio reducido con tal de mantenerse al lado de su encantador elegido y de mantenerle protegido. —Pero no es necesario, mi departamento es perfectamente seguro así como está. Observando fijamente aquellos ojos verde jade, Luther no encontró nada más que seguridad en sus palabras, por lo que inmediatamente se propuso demostrarle lo contrario a su encantador elegido. Dejando la protección en la escalera de emergencia junto al resto de las herramientas, Luther alzó sus manos en forma de inocencia y contempló a su pareja cerrar nuevamente la ventana satisfecho por haber logrado que se detuviera. Tan pronto como corrió la cortina en su lugar otra vez, el hombre lobo se puso manos a la obra. Apenas alcanzando a dar un par de pasos a su cocina otra vez, Zac escuchó un raro sonido del mismo lugar, pero esta vez sonando diferente. Girando, contempló como Luther simplemente entraba a través de la ventana sin esfuerzo alguno, internándose en su departamento y demostrando sus palabras de que no era un lugar seguro con ello. —Si yo pude encontrar, cualquiera puede hacerlo también, encanto —indicó Luther. Frunciendo el ceño, Zac observó hacia la ventana como si esta fuera la culpable de todo y luego miró al guardaespaldas espía. —Eso no es cierto, solo se me olvidó colocarle el seguro —argumentó. —Estaba puesto —anunció Luther y alzó una pequeña herramienta delgada—. Solo necesite de esto para sacarlo, abrirla y entrar. —Estoy seguro de que no le coloque el pestillo —insistió tercamente—. Sin este, cualquiera puede entrar a cualquier lugar —se defendió. Luther observó a su terco elegido y sonrió traviesamente. —Bien, ¿quieres apostar, encanto? —No. —Te demostraré que tu departamento no es para nada seguro. Y si lo hago, me dejarás hacer las mejoras que quiero —propuso. Zac juntó sus cejas. —Ya te dije que no, estoy bien así como estoy. —Trato hecho entonces —asintió Luther. Y así, sin más, el extraño tipo se dirigió a su ventana abierta y la cerró y colocó el seguro ante Zac con movimientos claro para que el humano lo viera. Corriendo las cortinas en su lugar nuevamente, Luther cruzó el departamento de su elegido y salió por la puerta. Observando aquello, Zac volvió hacia la ventana y se aseguró de que todo estuviera en su lugar antes de volver a su cocina. —Realmente eres un tipo extraño —murmuró. Cogiendo su teléfono, lo revisó en busca de una respuesta de su jefa, pero por el momento Gertru ni siquiera había revisado su mensaje. Dejando su teléfono en la isla, Zac contempló todo los trastes sucios que se habían reunido en el lavavajillas para ser lavados y sus labios se fruncieron. —Si lavaras todo lo que en sucias tan pronto como terminas con ellos, no tendrías una montaña que lavar —se reprochó a sí mismo. —Opino lo mismo, encanto. Me encanta el estilo de tu departamento, es muy tú, pero sí eres una cosita un tanto desordenada. Girando rápidamente ante aquella voz, Zac contempló a su guardaespaldas parado al lado de la ventana completamente abierta. —¿Cómo...? —Lo peor de todo, es que esta vez ni siquiera utilice una herramienta como tal, una simple navaja fue todo lo que necesite —se quejó Luther, alzando dicha arma. Y así, sin más, volvió a cruzar el departamento del humano como si nada, saliendo por la puerta principal otra vez. Observándolo hasta perderlo de vista, Zac se movió tan pronto como cerró la puerta y esta vez recorrió cada lugar de su departamento buscando cerrar cada puerta y ventana con seguro. Sin querer ser tomado desprevenido otra vez, Zac esperó listo para burlarse en la cara de Luther por no poder hacer trampa otra vez. Pero la sorpresa se la llevó él. Tan fácil como si no le hubiera puesto seguro alguno, su guardaespaldas abrió su puerta principal con una expresión triste. —Y esta vez solo necesité una tarjeta y este hilo —se lamentó y desapareció. Sorprendido, Zac se acercó a su puerta e intentó comprender como es que su guardaespaldas logró abrirla tan fácilmente solo con esos dos objetos que cualquiera podría tener. El tipo ni siquiera estaba utilizando algún movimiento genial sacando a relucir sus conocimientos gracias a sus trabajos, Luther realmente estaba haciendo cosas que... Cualquiera podía hacer. Escuchando ruido nuevamente, Zac giró y alzó la mirada. Ahí, arriba en el segundo piso, apoyando en la baranda y observándole fijamente, estaba Luther cómo si hubiera hecho un acto de magia. —¿Cómo mierda apareciste ahí? No utilizaste las ventanas o la puerta —exclamó con sorpresa. Alzando una mano, Luther señaló con su pulgar sobre su hombro. —La azotea —anunció—. Ni siquiera tuve que utilizar alguna herramienta para poder abrir esa puerta, encanto. Solo empujé con fuerza, la puerta cedió y tuve total acceso a todo tu departamento —expresó. —No, eso es imposible —negó. Cerrando la puerta principal, Zac se dirigió a las escaleras y subió a su habitación. Ignorando a Luther, subió el siguiente tramo que lo conectaba directamente con su azotea y cerró la puerta. Siguiendo las palabras del guardaespaldas espías, Zac empujó con fuerza la puerta y maldijo cuando el seguro simplemente cedió y esta se abrió fácilmente como si no tuviera nada. Sorprendido por lo expuesto que había estado sin que se diera cuenta, Zac bajó a su habitación y contemplo a Luther. —¿Por qué no me dijiste esto antes? —Vi qué tenías una pésima seguridad al llegar aquí y darle una mirada superficial al edificio, ni siquiera tienes un guardia en la entrada o una puerta que impida que cualquier extraño entre al edificio, encanto —indicó Luther—. Pero no pensé que fuese a ser tan malo hasta ahora que me propuse buscar los puntos débiles. Y si yo pude entrar sin utilizar una herramienta especial, cualquiera puede hacerlo también. —Como el tipo que me estaba siguiendo ayer —recordó Zac. Luther asintió, contento de que su elegido parecía estar comprendiendo la situación en la que se encontraba gracias a la poca seguridad de su departamento. —Exacto, y ya vimos que ese tipo tenía armas con las cuales herirte gravemente. Zac observó a su guardaespaldas y soltó un gruñido frustrado. Pasando una mano por su cabello, lo revolvió y observó cada ventana y puerta de su departamento. —¿Qué es lo que te dijo exactamente mi padre que hicieras? —cuestionó. Por mucho que odiara que otros, especialmente su padre, estuviera metiendo su nariz en sus asuntos, odiaba mucho más la idea de estar desprotegido y que lo tomaran por sorpresa. Su departamento se suponía que era su lugar seguro, j***r. —Tengo pensado en cambiar los seguros de tus puertas por unos mejores y más resistentes que no pueden ser abiertos ni bajo presión, y colocar barrotes de seguridad fuera de tus ventanas donde otros pueden acceder —explicó Luther—. Y para aclarar, esto no tiene nada que ver con el señor Di Montelroso, es algo que decidí por mi cuenta tras ver la situación de peligro en la que te encontrabas. El humano le observó inseguro. —¿No le dijiste a mi padre? —No es mi deber informarle lo que haces o lo que te sucede, solo protegerte —aclaró Luther. —Pero... ¿De dónde salieron todas esas cosas que quieres cambiar y colocar? —Las compré. —Con tu dinero. —Con mi dinero —asintió. —¿Por qué? —preguntó, juntando sus cejas—. ¿Después te lo reembolsarán? —Puedo hacer que tu padre me pague por ello después si quieres —ofreció. —Por supuesto que no, no quiero nada de él ni mucho menos que le digas que tuviste que asegurar mi departamento o solo me vendrá a molestar —resopló—. Solo dame el recibo de lo que te salió y yo te lo p**o —ordenó. Algo que por supuesto que Luther no dejaría, por lo que solo le sonrió en respuesta. —¿Puedo seguir, encanto? —Sí. Y ya te dije que es Zac —bufó.
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