Capítulo 9

2333 Words
Cuando Zac cerró la puerta de su departamento tras un largo día, lo hizo con el sonriente rostro de su guardaespaldas espía, que, más de una vez, le salvó y ayudó, demostrando que era mucho más útil de lo que esperaba, otra vez. Era horriblemente molesto para Zac el ser hiper consciente de la presencia de Luther, pero por más que intentaba ignorarlo y fingir que no estaba, era difícil cuando este estaba lo suficientemente cerca como para sentir su aroma y la calidez de su cuerpo. Solo había transcurrido tres días desde que el hombre comenzó a seguirle a todos lados y ya tenía grabado su almizclado esencia en su mente. Negándose a pensar más en ese hombre, el fotógrafo se quitó su mochila y se dirigió a su sala de estar. Dejándose caer en el sofá de cuero marrón más largo con forma de "L", Zac soltó un suspiro. —Al menos, este día de mierda ya ha terminado —se alentó a sí mismo. Y, por alguna extraña razón, estar en la soledad de su departamento no se sintió tan bien ante cierta ausencia. El tipo podría ser muy molesto, parlanchín, innecesariamente coqueto, pero... Su presencia durante el día le ayudaba más de lo que admitiría si alguien se lo preguntara. En cierta forma, era... Soportable. Mucho más que Paxton. O Anika. O Sloane. O su propio padre. Y eso era decir mucho, ya que de todo el mundo, esos cuatro era los que menos podía soportar. —No analices cosas innecesarias, Zac, recuerda que es un espía enviado por el enemigo —se recordó a sí mismo. Observando el control remoto sobre la pequeña mesa de centro, Zac se enderezó y lo cogió. Presionando uno de los botones, la pantalla se encendió e inmediatamente lo que saltó ante él, fue un programa de noticias, el cual por supuesto que estaba hablando de lo ocurrido con el caso del juez Di Montelroso y como expuso a toda su familia en peligro por un idiota vengativo. Y porque las personas eran idiotas y sin cerebro, por supuesto que volvieron a pasar aquel video de Sloane, donde la mujer estaba actuando como la mejor madre del año al expresar su profunda preocupación por sus hijos, nombrándolo en el proceso. Con ello, todo aquel que no había visto el video, ahora estaba al tanto también que él era uno de sus hijos. —Gracias, mierda. Soltando un bufido, Zac cambió de canal y contempló un programa que hablaba sobre chismes de famosos, en donde Asher seguía siendo furor por el accidente en el parque de atracciones con sus amigos. Zac juntó sus cejas y chasqueó su lengua con cierto fastidio, ya que a pesar de que lo estuvo esperando y preparó el terreno con Asher, no fue él quien lo atrapó y pudo capturar las imágenes de todo el momento. Su mirada instintivamente viajó hacia su mochila. Enderezándose, el humano abrió su mochila y sacó su cámara. Encendiéndola, observó con atención todas las fotografías que había tomado esos días. Desde puestas de sol, unas calles transitadas, unos gatos callejeros caminando en lo alto de una pared, su guardaespaldas espías, uno que otro famoso en su día cotidiano y por supuesto, el tema más fuerte que tenía, Shirley junto al maldito traicionero de Sebastián Sharp. Quedándose quieto unos segundos, contemplando fijamente la foto de Shirley esperando a su amante, Zac retrocedió y confirmó lo que pensó que podría ser una equivocación. Solo que no lo era. Él realmente le había tomado una fotografía a Luther. Y maldición, el desgraciado se notaba que tenía todo un lado fotogénico, ya que a pesar de que no estaba posando para la cámara, el tipo se veía bien. De pie, mostrándole su perfil con su perfecta figura alta y con buena musculatura, Luther observaba con una expresión severa que durante el día, solo logró apreciarla una vez, que fue cuando falló en saltar de un edificio a otro y el hombre saltó con él sin importarle romperse algo en el proceso para atraparlo y ponerlo a salvo. Tan pronto sintió algo parecido a un burbujeo en su estómago al recordar dicho momento y lo que siguió después al ser sostenido por su firme cuerpo, Zac lo observó con el ceño fruncido y se dio un par de puñetazos suaves en este. —Nop. Ni siquiera lo pienses. El tipo lo hizo porque ese es su trabajo, no por cualquier otra razón. Que te diga encanto, te sonría y haya aguantado todo tu pésimo humor de mierda no significa nada. Los caballeros de blanca armadura no existen, no existieron antes y no existirán ahora. Tú solo tienes hambre. Satisfecho con su lógico pensamiento, Zac asintió y apagó la cámara para dejarla sobre la pequeña mesa de centro. Aunque tuviera interesante información que muchos querrían saber, en especial porque supuestamente Sebastián Sharp estaba horriblemente arrepentido de su engaño y estaba detrás de su esposa rogando por otra oportunidad, en ese momento no saca nada con revelar aquellas fotos. Asher Malloy tenía mucha más fama que aquel director infiel, lo que significaba que aunque expusiera dichas fotos en ese instante, nadie le prestaría mucha atención o le daría aquella que realmente merecía, ya que la noticia del cantante era mucho más interesante. —Mañana le hablaré a Gertru. Decidido. Zac se levantó de su sofá y arrastró sus pies hasta la cocina. Abriendo la puerta del refrigerador, sus cejas se juntaron y su cabeza se ladeó ligeramente al contemplar que este estaba simplemente vacío. Cerrándola, se encontró con un post-it pegado con su propia letra sobre este, donde se recordaba así mismo que tenía que llenar su despensa completa. —Simplemente genial. Y cuando ya creía que mi día no podría ir mejor —se quejó. Refunfuñando por lo bajo, Zac revisó de todas formas los restantes muebles en busca de cualquier cosa que lo pudiera alimentar esa noche, pero por supuesto que no encontró nada, tal cual como le advirtió su propio post-it. —Esto te pasa por dejar todo a última hora, Zac. Reprochándose así mismo, el joven fotógrafo subió hasta su habitación y cogió una sudadera. Colocándosela, bajó y se acercó a una ventana. Corriendo levemente su cortina, juntó sus cejas al no observar a su propio acosador estacionado en su usual lugar frente al edificio. —¿No que muy guardaespaldas y que no me ibas a dejar solo? —resopló. Aunque por supuesto, no es que se estuviera quejando al respecto. Él estaba más que feliz con la idea de estar solo otra vez. Corriendo su cortina en su lugar otra vez, Zac se colocó la capucha de su sudadera y tomó su billetera antes de salir de su departamento. Bajando las escaleras de dos en dos, Zac llegó a la entrada y observó a su alrededor antes de abandonar el edificio. Caminando calle arriba, el fotógrafo pasó varias tiendas de diferentes tipos antes de detenerse en un pequeño supermercado local que tenía absolutamente de todo y, lo mejor de todo, que estaba abierto las veinticuatro horas. Ante la falta de mercadería en las góndolas, Zac compró solo lo que estaría utilizando ese día y para el desayuno de mañana, ya que sabía que si compraba de todo en ese momento, le estarían faltando varias cosas que luego, se le olvidaría comprar. Cogiendo dos latas de atún, Zac se dirigió a la caja y pagó por todas sus compras. Guardando todo en dos bolsas, abandonó la tienda. Pero en vez de ir directamente hacia su departamento, se detuvo cerca del pequeño parque. Sacando una lata de atún de su bolsa, la abrió y emitió el característico sonidito con el cual llamaban a los gatos. Agachándose, dejó la lata en el suelo ante él, y pronto, Manchas apareció. Era un bonito gato callejero macho con blanco pelaje y machas cafés en distintos tonos estaban salpicadas por todo su cuerpo largo. —Aquí estás hermoso. ¿Tenías mucha hambre? Alzando su mano, Zac la colocó frente al gato y esperó. Manchas la observó y comió un poco más antes de alzar su cabeza y golpearla en la mano del humano, ronroneando feliz por las caricias antes de volver a bajar. Sonriendo en una verdadera sonrisa, Zac tomó el permiso que le dio Manchas y acarició su largo cuerpo en lo que este comía felizmente la lata de atún. —Tienes una sonrisa muy hermosa, encanto. Deberías de mostrarla más seguido que ese ceño fruncido —comentó aquella voz fuerte, y seductora. Juntando automáticamente sus cejas al escuchar a su guardaespaldas espías, Zac observó sobre su hombro derecho y odió la forma en que su interior se revolvió al verlo ahí, a su lado. —¿No que te habías ido? —Nop, solo fui a arreglar un temita y comprar unas cosas que necesito. Pero no te preocupes, que dejé a alguien cuidando de ti en lo que iba a comprar —explicó. Agachándose al lado de su encantador elegido, Luther contempló al felino que le había sacado una hermosa sonrisa a su chico, lo cual, solo produjo una pequeña envidia en él. El gato le observó, y como si presintiera que el hombre lobo era su enemigo por obvias razones, maulló enojado y le mostró sus pequeños dientes antes de huir rápidamente. Su tonto lobo agitó felizmente su cola en su mente, orgulloso de haber sacado al pequeño gato que acaparaba toda la atención de su elegido. —Si... Siento eso. Observando a su pareja, sus labios se torcieron en una mueca al encontrarse con la silenciosa expresión reprobatoria de Zac que expresaba todo lo que sus rellenos labios de cereza no decían. —Puedo ir a buscarlo —aseguró, levantándose. —Solo déjalo. Bufando, Zac tomó la lata vacía y se levantó. Caminando hasta un basurero, dejó caer la lata en el interior y luego pasó de largo por al lado de Luther para volver a su departamento. Inmediatamente el hombre lobo le siguió. —Te enojaste, ¿cierto? ¿Fue porque asuste a tu amiguito felino? Juro que no pensé que podría ahuyentarlo así —se excusó. —Manchas es asustadizo, simplemente no debiste de haberte acercado. —Pero quería verlo contigo. —Yo no. Era bastante feliz pensando que me habías dejado finalmente solo —resopló. —Auch. Pero descuida, eso no sucederá nunca, encanto. Zac le observó irritado, pero no se encontró con una usual sonrisa en su rostro ni nada, el hombre realmente estaba hablando en serio y eso golpeó al humano. —¿Por qué me sigues llamando encanto? Te dije que no lo hicieras —gruñó volviendo la mirada. —Pero me gusta encanto. Aunque... Bebé también podría ser —pensó seriamente. Deteniéndose, Zac enfrentó a su guardaespaldas. —Zac. Mi nombre es Zac. No Zachariah, encanto o bebé. Solo Zac —declaró—. Deja de llamarme con esos apodos inservibles que me... ¡Agh! En un rápido movimiento, el hombre lobo tiró de él a un callejón y lo acorraló contra la pared. Invadiendo todo su espacio personal, lo presionó contra esta. —Personalmente, me gusta encanto, bebé, o mío —murmuró. Y su bajo tono ligeramente ronco y sensual directamente contra el oído de Zac provocó cosas graciosas en su interior. —Tú... —Shh. Inclinando ligeramente su cabeza hacia atrás para observarlo, Zac contempló su perfil vigilando la entrada del callejón y se mantuvo en silencio al encontrarse con sus facciones tan tensas como sus músculos. Antes de que pudiera preguntar qué estaba sucediendo, Luther le dejó en un parpadeo, y en el siguiente, atrapó a un tipo el cual arrastró también al callejón y lo empujó contra la pared. Solo que a diferencia de como atrapó a Zac con todo su cuerpo, a este lo agarró por el cuello amenazadoramente y lo alzó provocando que el tipo se alzara en la punta de sus pies. —¿Por qué nos estás siguiendo? —cuestionó. Zac parpadeó ante el frío tono de Luther, el cual fue un gran cambio considerando la personalidad relajada y juguetona que le había estado mostrado durante el día. Se veía casi igual al momento en que casi cae del edificio, solo que mucho más aterrador. —Y-yo solo caminaba por esta calle. Las manos de Luther agarraron con más fuerza al extraño y este se quejó con temor. —Eso es... Es porque le reconocí de las noticias —exclamó—. Solo quería un autógrafo. Zac resopló, obviamente sin creer en esa mierda. Y tal parece que no fue el único que no le creyó, ya que Luther se movió registrando su cuerpo para arrojar al suelo un par de navajas. —Bonita pluma para pedir autógrafos —gruñó el lobo beta. Llevando su mano a su espalda, el hombre lobo cogió unas esposas y las colocó alrededor de las muñecas del humano, sin querer arriesgarse a perderlo. —¿Por qué traes esposas? —cuestionó Zac. —Porque son convenientes en estos casos. Arrodillando al tipo, Luther envió un mensaje a la empresa para que enviaran a alguien a recoger al sospechoso para ser interrogado. Si quería lastimar a Zac, seguramente estaba relacionado con el caso del juez Montelroso. —De ahora en adelante, abstente de salir solo a la calle, encanto —pidió observando a su chico—. Creo que hoy ya has comprobado más de una vez que estás en una situación peligrosa. —Sí, por culpa de Sloane —se quejó—. Si ella no hubiese hablado, estaría a salvo, ya que no soy una prioridad ni debilidad de mi padre. Nunca lo fui y nunca lo seré. Para mí, Maximo solo es un donador de e*****a que ayudó en mi creación y nada más —espetó fríamente. Luther le observó en silencio, contemplando la verdad en esos hermosos ojos. Dándose media vuelta, Zac abandonó el callejón con la persistente mirada azul sobre él.
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