Capítulo 8

2343 Words
Resultó ser, que la hora que le habían informado a Zac que el idiota de Sebastián Sharp aparecería para un encuentro con su amante, se retrasó más de lo esperado, llevándole a permanecer horas sentado en la escalera de emergencia a que este apareciera. Más que acostumbrado con aquella situación, el fotógrafo ya se había instalado en la escalera de emergencia, sentándose en esta, instalando el tripote para su cámara profesional y con sus binoculares colgando de su cuello, a la espera de que algo interesante se detuviera cerca de ellos. Su guardaespaldas en un principio le había seguido y hasta sentado cerca de él para "protegerlo", pero sin estar acostumbrado a la idea de permanecer horas y horas sin hacer nada, solo aguantó un tiempo antes de desaparecer. El maravilloso silencio con el cual Zac estaba acostumbrado a vivir apareció con ello, aligerando el humor del joven fotógrafo. No necesitaba distracciones molestas en lo que trabajaba, y el guardaespaldas espía de su padre era claramente una distracción con grandes letras. Si no lo era con su constante parloteo, con preguntas personales que intentaba cubrir sutilmente, lo era por su intensa presencia y se delicioso aroma tan varonil como él. Lo quisiera o no, Zac estaba super hiper consciente del hombre y su atractivo, en especial si ese sentaba tan cerca de él. En serio, ¿cómo se suponía que no se fijaría en todos los puntos buenos que tenía el hombre si se sentaba a su lado en lo que esperaba que su objetivo apareciera? Y aunque odiara admitirlo, Luther sí era un hombre malditamente atractivo, que movía ciertas cosas en su interior de alguna forma, cosa que por supuesto que Zac no aceptaría. Mucho menos cuando este se trataba del espía que envió Maximo. No caería en ese juego, en especial porque Luther tenía la apariencia de ser uno de esos idiotas que solo le gustaba tener cuerpos diferentes cada noche en su cama para desecharlos al día siguiente. Un completo playboy que utilizaba su apariencia para traer y tras probarlo, dejarlo. Y sí, Zac sabía que no debería de juzgar a las personas por su apariencia, pero en ese caso prefería hacerlo, ya que al tener esa imagen de Luther, le ayudaría a no corresponder o prestar atención a esa pequeña chispita de interés en su interior. Percibiendo algo, Zac alzó sus binoculares y observó a través de estos. Y a pesar de que contempló un intercambio interesante, no era exactamente a las dos personas que estaba buscando, por lo que simplemente le ignoró. Bajando sus binoculares, el humano pegó un pequeño brinco al escuchar repentinamente ruido a su lado. Sobresaltado, observó hacia su derecha y contempló a Luther sentado en el suelo con una bolsa entre sus piernas. El hombre lobo observó un tanto apenado y alzó su mano para ofrecerle una extraña comida. —¿Quieres? Es un taco de carne y verduras. Últimamente me gusta comer comida mexicana por su picante, pero no sabía si comías de esa salsa, por lo que pedí algunos sin ella —explicó. —¿Qué haces aquí? Creí que ya te habías ido —cuestionó Zac. —Vi que había un restaurante no muy lejos, por lo que fui a comprar algo de comida —explicó—. Ha sido un largo día y no pude desayunar correctamente esta mañana, sin contar que estamos muy pasados de la hora del almuerzo, por lo que decidí ir a comprar algo. ¿Quieres? —¿Qué clase de guardaespaldas deja su trabajo para ir a buscar comida? —¿Uno que tiene hambre? ¿Seguro que no quieres? Está delicioso. Observando al hombre pegarle otra mordida a la crocante masa de delicioso olor, Zachariah negó. Concentrándose nuevamente en el edificio frente a ellos, su tarea se volvió algo difícil, con Luther comiendo ruidosamente, soltando un ruidito de felicidad cada vez que comía un bocado, como si realmente estuviera disfrutando de su comida. Eso, más el delicioso aroma que llegaba a su nariz, finalmente provocaron que el estómago de Zac le traicionara con un retumbido que por supuesto, el fotógrafo ignoró, pero Luther no. —¿Seguro que no quieres? Esto está para chuparse los dedos. —No, no quiero. Y te agradecería si comieras en silencio o al menos diez metros lejos de mí —dijo con malhumor. Observando bonito rostro enfurruñado, el lobo beta sacó otro taco y le quitó su envoltura. —Necesitas comer, la comida alegra a cualquiera y calma su mal humor. —Ya te dije que no tengo hambre —gruñó. —Lo siento, encanto, pero con ese retumbar de tu estómago yo digo que sí tienes hambre —indicó. Zac le observó con una expresión entre la sorpresa e irritación. —Deja de llamarme encanto —gruñó. Y aprovechando el momento, Luther se movió ágilmente y colocó el taco en la boca de su elegido, quien le observó resentido hasta... Que probó la comida. Con atención, el hombre lobo contempló la expresión de su chico cambiar a medida que los sabores explotaban en su paladar. —Delicioso, ¿cierto? Bufando ante la sonrisa del contrario, Zac finalmente tomó el taco entre sus manos y le dio otra mordida. Al tragar, observó no muy feliz al espía de su padre. —Gracias, pero no lo vuelvas a hacer —ordenó. Luther rió y le entregó otro junto a una lata de gaseosa. Sentados relativamente juntos, ambos comenzaron a comer en silencio en lo que admiraban las calles. —¿Qué es lo que estamos esperando? —cuestionó Luther. Tomando la lata de Zac, la abrió para él y luego cogió la suya y abrió antes de beber un largo sorbo. —Estoy trabajando. —¿Y en qué trabajas exactamente? —Siendo un acosador. Luther le observó. —¿Y eso realmente te da dinero? —¿Por qué no me daría dinero? ¿A caso a ti no te dan dinero por espiarme? —Siento curiosidad por qué sigues diciendo que me han enviado a espiarte —comentó con interés. —Porque eso es lo que has venido a hacer. Maximo no es la clase de persona que se preocupa por otros, no por mí, ciertamente. Y si no fuera por su brillante esposa, me habría dejado fuera de todo esto —refunfuñó. —Estaba bastante preocupado por ti cuando hable con él —indicó. —Preocupado mis bolas, ese tipo no conoce ese sentimiento —resopló. Otra vez, tal convicción en el tono de su chico despertó el interés de Luther, logrando que incluso su lobo prestara atención y comenzara a dudar de Maximo Di Montelroso. Una persona simplemente no podía odiar y aborrecer tanto a otra, a menos que algo hubiera ocurrido entre ellos. Y averiguar el qué, sería trabajo de Luther. Tan pronto como Zac se movió levantándose del suelo con su cámara, el lobo beta le siguió imitándole. —¿Qué sucede? Colocando un dedo sobre sus labios, Zac le hizo callar y observó a través de sus binoculares al reciente auto modesto que había llegado justo en la calle, donde se encontraba aquel motel cutre. Tan pronto como contempló a Shirley bajar de este, sonrió. Quitándose sus binoculares, lo empujó en dirección a su guardaespaldas, para que sirviera de algo en lo que permanecía a su lado. Alzando su cámara, observó a través de ella y enfocó. Sus cejas se fruncieron con molestia al detectar que el ángulo no era bueno. —¿Qué sucede? Chasqueando su lengua, Zac se colocó la cinta de su cámara alrededor de su cuello y bajó un piso con su sombra siguiéndole de cerca. Enfocando el lente, sus cejas se fruncieron al no poder tomar a perfecto detalle los rasgos de Shirley, quien se había quedado esperando cerca de su auto. —Esto no funcionará. —¿Qué cosa no funcionará? Ignorando a su guardaespaldas, el fotógrafo observó con interés el edificio que estaba frente a ellos, a una pequeña distancia. Decidido, Zac subió nuevamente al piso en el que estuvo antes y guardo sus cosas en su mochila, incluyendo las envolturas y la vacía lata de gaseosa. —¿Ya nos vamos? —preguntó Luther al verle colocarse su mochila. —Yo me voy. Acercándose a la barandilla, Zac se afirmó de ella y luego alzó una pierna seguida de la otra, pasando al otro lado, se mantuvo al borde. —¿Qué crees que estás haciendo ahora? Eso es muy peligroso —indicó Luther, tenso. Zac le observó y sonrió leve al encontrar como todo su pose relajada le había dejado de un segundo a otro. —No me sigas si no puedes. Sin más palabras, Zac observó sobre su hombro y luego saltó hacia el otro lado. Lamentablemente, no cálculo en que la estúpida escalera de emergencia estaba tan desgastadas, que al saltar la barandilla cedería y caería, provocando que perdiera parte de su impulso. Por un momento, el absoluto horror pasó por aquellos ojos azul mar, y luego Luther estaba saltando detrás de él con una rapidez y agilidad más sorprendente que la de Zac. Cuando esos fuertes brazos le rodearon, Zac intentó mantener su cámara fuera de sus cuerpos para cuando finalmente cayeron al otro edificio con éxito en un doloroso golpe que... No le dolió tanto al humano, gracias a que Luther se aseguró de que cayera sobre su firme cuerpo. Tan pronto como ambos estuvieron a salvo, Luther jadeó y se enderezó levemente para revisar a su pareja, asegurándose de que su elegido estaba bien. Además de la clara sorpresa en su rostro, nada parecía estar mal o fuera de lugar. —¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre saltar así y hacer algo tan peligroso? —exclamó. Zachariah parpadeó un par de veces y luego juntó sus cejas al reaccionar. —¿Peligroso yo? Tú fuiste el loco que saltó detrás de mí. —Te ibas a caer a tres putos pisos de altura —indicó con dureza. —Así es, yo me iba a caer, no tú, no debiste de haber saltado si temías lastimarte. —Temía que tú te lastimaras, a esa altura cualquier humano podría morir o terminar con más de un hueso roto —gruñó molesto y preocupado. —Y lo mismo va para ti, Sherlock. Gruñendo molesto, Zac se enderezó y se quedó quieto, sin moverse. —¿Qué? ¿Qué sucede? ¿Te lastimaste? ¿Te duele algo? —exclamó Luther lleno de preocupación. —Shh, estoy bien. No te muevas —ordenó. Tomando su cámara, Zac la acercó a su rostro y enfocó nuevamente hacia Shirley, tan pronto como pudo capturar una buena imagen de la ex modelo, sonrió satisfecho, en especial cuando el supuesto dulce esposo arrepentido de Sebastián Sharp apareció y le comió la boca en plena calle. —Maldito perro mentiroso —pronunció alegre. Observando a su elegido, Luther dejó escapar un largo suspiro casi tembloroso y aprovechó que ese cuerpo más pequeño, pero igual de firme, estaba sobre el suyo para recordarse a su mismo que su audaz pareja temeraria se encontraba bien. Su lobo en su mente se removió inquieto, aún perturbado por casi haber observado a su encantador elegido caer varios metros, y a la vez deleitándose por tenerlo entre sus brazos. —Si tocas mi trasero, olvidaré que me acabas de salvar la vida y te golpearé en las bolas —amenazó ese encantador tono gruñoncito. Observándolo, Luther lo encontró todavía concentrado en su cámara y sonrió, manteniendo firme sus brazos alrededor de su cuerpo pero sin moverlo. —No te dije que me abrazaras. —Pero tampoco que no lo hiciera. —Lo estoy haciendo ahora. —Pero me dijiste que no me moviera. Frunciendo el ceño, Zac resopló y tomó el último par de fotos donde Shirley y Sebastián se metían en el hotel tan pronto dejaron de manosearse en la calle. Solo entonces, el fotógrafo bajó su cámara y observó a Luther. Por un momento, se quedó atrapado en ese profundo tono azul como el océano. —¿Piensas soltarme en algún momento? —preguntó, cuando fue obvio que ninguno de los dos se estaba moviendo para ningún lado. —No lo sé, estoy muy cómodo donde estoy ahora —sonrió. Y aquellos ojos verde jade viajaron hacia esos labios firmes, delgados y... Sensuales, estirándose en una peligrosa sonrisa. De pronto, Zac también fue consciente del firme cuerpo sobre el cual estaba recostado. —Dej-... —¿Siempre haces este tipo de cosas peligrosas? —interrumpió Luther, apretándolo entre sus brazos al sentir su deseo por huir. Alzando la mirada, Zac se encontró con una mirada severa, que revolvió algo en su interior otra vez. —¿Siempre saltas tras de personas que están a punto de caer? —No iba a permitir que te lastimaras, no estando yo contigo —rechazó. Zac entrecerró sus ojos en él. —No impedirás que siga haciendo este tipo de cosas —advirtió—. Es parte de mi trabajo. —Entonces, solo me aseguraré de que trabajes de forma segura —declaró. —Creí que tu trabajo solo era protegerme de los tipos que están detrás de mi padre. —Mi prioridad es mantenerte a salvo de todo y todos —aclaró Luther. Y a pesar de que su encantador elegido no dijo nada, la expresión en su rostro lo dijo todo, era bastante obvio que no creía ni una de sus palabras. —Eres un tipo raro —declaró Zac—. Y ya, suéltame —ordenó. Logrando levantarse finalmente, Zac le dio la mano a Luther para ayudarle y le observó solo un poco preocupado. Después no quería tener en su consciencia la idea de haber dejado a alguien herido. —Estás... Ya sabes... ¿Te quebraste algo? Luther sonrió—. ¿Estás preocupado por mí? —Jódete. Soltando su mano, Zac se alejó buscando la forma de bajar y el hombre lobo le siguió con una alegre expresión.
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