Capítulo 37

2233 Words
Cada vez que Zac intentaba cerrar sus ojos, la imagen de Luther golpeando a su padre tras contarle de todos los horrores que le hizo pasar, se producía en su mente, provocando que aquellas molestas mariposas revolotearan por su estómago en puro éxtasis que surgía de recordar dicho momento, más las palabras que dijo este después. Luther le había defendido, golpeó a su padre en su nombre, y como si eso no fuera suficiente, juró que se mantendría a su lado para que no pudiera volver a tocarlo, algo... Que nadie hizo desde la muerte de su madre. ¿Cómo se suponía que no iba a estar cayendo por un hombre así? Soltando un suspiro, Zac abrió sus ojos y contempló el techo de su habitación. A diferencia de antes, ya no sentía tanta ansiedad de permanecer en aquel lugar, aunque bien podría deberse porque sabía que Luther no le dejaría solo como hicieron otros, que a pesar de estar observando el abuso de su padre, lo ignoraron para seguir con su trabajo. Mirando hacia el balcón, Zac contempló el oscuro cielo a través de las puertas abiertas. Sin pensarlo, se levantó de la cama y salió. Si de todas formas no lograba conciliar el sueño al estar recostado, bien podría tomarse un tiempo para admirar las estrellas. Deteniéndose en el borde de las barandas, contempló a los hombres que Caden Knox había dejado protegiendo la mansión tanto en el interior como en el exterior. Al escuchar ruido, Zac observó hacia su costado y se encontró a Luther salir de su habitación solo con unos pantalones chandal abrazando su cadera, dejando al descubierto su trabajado torso. Por un momento, aquellos ojos verde admiraron todo ese cuerpo moldeado, y luego reparó en aquel brazo que había recibido una bala por él. —¿Cómo está? —preguntó, señalando con su mentón hacia su herida. Deteniéndose frente a él, Luther observó el parche y dejó escapar un pequeño resoplido. —Estará bien, en un par de días ya no tendré nada —aseguró. Zac inclinó ligeramente su cabeza y juntó sus cejas brevemente. —No es necesario que me mientas para hacerme sentir mejor, escuché claramente decir al paramédico que tu herida era mucho más profunda que la mía. —Creo que ese paramédico exageró un poco, ya que no se siente tan dolorosa —expresó y observó su muslo—. No como la tuya, al menos. Vi como tomaste un medicamento por el dolor. —Está bien cuando el paramédico me revisó, debió de haber sido porque me pasé a llevar aquel lugar al tener aquella pesadilla —suspiró. El hombre lobo observó inseguro a su pareja. —¿Es demasiado difícil permanecer aquí? Zac observó a Luther, y por unos largos minutos, pensó en su respuesta. Apoyando su cadera en la baranda, enfrentó al lobo beta y cruzó sus brazos sobre su pecho antes de que sus labios esbozaran una mínima sonrisa genuina. —Nah, creo que las cosas serán un poco mejores ahora —anunció, observándole directamente. —¿Lo dices porque golpee a tu padre? La sonrisa de Zac creció ante el recuerdo. —Oh, sí. Eso definitivamente se sintió muy bien, pero lo que realmente me hizo sentir mejor, fue escuchar que te quedarás a mi lado, que no me dejarás solo —arrugando su nariz, observó hacia su costado—. No sabes cuántas veces en el pasado esperé escuchar esas palabras, de cualquier persona, no me importaba quien, solo quería a alguien que me escogiera y permaneciera a mi lado. Todo el mundo siempre eligió a mi padre, su amante, o sus queridos hijos, nunca fui yo. —¿Realmente nadie intentó ayudarte? —preguntó Luther. —Nop. Cuando mi madre estaba viva, no había empleados en la casa, estos fueron contratados tras llegar Sloane aquí porque la reina no podía hacer cosas de dueña de casa. Y aun así, a pesar de que esas personas observaron lo que me hicieron, nunca nadie intentó ayudarme, ya que querían mantener sus trabajos —contó. Ante el silencio del contrario, Zac le observó por el rabillo de su ojo y resopló con cierta irritación. —No te estoy diciendo esto para que me compadezcas. Acercándose, el hombre lobo alzó sus manos y las colocó en la cintura de su pareja. —No se trata de que te compadezco, sino que siento tristeza de no haber estado en aquel momento de tu vida en el cual más me necesitabas —aclaró Luther. —Pero eso sería tonto, apenas tenía unos once años, ¿cómo se supone que nos íbamos a conocer en ese entonces? —indicó. —Y eso es exactamente lo que me molesta, si el universo fuera más justo, podría haberte conocido en ese momento. Al observar la seriedad en el rostro del contrario, Zac negó con una ligera sonrisa. —Si te hace sentir mejor, el abuso físico de Maximo fue disminuyendo con el tiempo, hasta llegar a unas cachetadas de vez en cuando, para luego solo terminar comparándome con Paxton. Y ya para cuando Anika nació, todos olvidaron mi existencia aquí. Luther se quejó y apoyó su frente en el hombro de su encantador elegido. —Eso no me hace sentir mejor y es triste —indicó. —Dudo que haya alguna parte de mi vida que no puedas decir que no es triste —resopló Zac. —¿Y los momentos que pasaste con tu madre? ¿Aquellos en los que tu padre no estaba presente? Zac juntó sus cejas intentando pensar en aquellos momentos. Con todos los abusos y horrores que pasó a manos del monstruo, poco a poco esos recuerdos quedaron sepultados ante las malas experiencias. —Supongo... Que me divertía cuando solo éramos ella y yo —pronunció bajo. Enderezándose, el hombre lobo le observó con entusiasmo. —Cuéntame, ¿cómo eran aquellos momentos? —Uhm... ¿De lo poco que recuerdo? Sé que nos divertíamos cada vez que hacíamos fiestas de té con mis muñecos. Para que el monstruo no nos atrapara, siempre era en su invernadero, ya que Maximo nunca iba a ese lugar —recordó—. Mamá preparaba bocadillos que terminábamos comiendo nosotros y fingíamos que eran mis peluches los que se comían todo —sonrió—. También estaban aquellas veces en las que Maximo no pasaba la noche en casa, por lo que hacíamos una pijamada juntos, y ayudaba a mi madre a ponerse hermosa... Y luego ella me pintaba mis uñas. Ella tenía muchas pinturas de uñas, pero nunca se las pintaba. —¿Por qué tenía tantas entonces? —Porque se dio cuenta de que a mí me gustaban, y como no podía dármelas directamente por el monstruo, las mantenía con ella —explicó—. Ahora sé, que aquellas noches que tanto disfrutábamos, era porque se iba a revolcar en la cama con su amante y cuidar de Paxton —dijo un tanto amargo. —No, no empañes bellos recuerdos con esas personas, bebé. Lo importante es lo que hacías para disfrutar de dicho tiempo con tu madre —indicó Luther, acariciando su cadera con sus pulgares. —Ni siquiera recordaba esos momentos con mi madre. Gracias. —Cuando gustes —le sonrió y observó curioso todo su cuerpo—. ¿Realmente antes eras más afeminado? Porque, bebé, el cuerpo que te traes ahora me dice todo lo contrario. Zac rió suave y asintió, totalmente relajado. —Sí, cuando era pequeño solo era un mocoso delgado y bajo para su edad, lo cual no ayudaba, mucho menos cuando me pintaba las uñas y jugaba con el maquillaje de mi madre —recordó. —¿Dejaste todo atrás por tu padre? Su humano le observó y agitó suavemente la cabeza antes de mirar hacia las estrellas. —Terminó siendo una decisión que tome por mi cuenta. No diré que no me vi influenciado por mi padre, ya que sus palizas sí me hicieron temer el acercarme a cualquier cosa femenina y sus comentarios terminaron provocando que no las observara de la misma forma. Pero cuando se olvidaron de mí, fui yo el que prefirió trabajar en su cuerpo antes de que volver a esas cosas —contó—. Tenía que volverme lo suficientemente fuerte y capaz por si algún día me recordaban y lo suficiente inteligente y valiente para largarme en la primera oportunidad que tuve. Razón por la cual me concentre en la escuela que me proporcionaba todo eso, incluso tome las clases de taekwondo que ofrecieron. —¿Por qué no hay nada sobre ti entonces? Con lo inteligente que eras, me imagino que más de una vez obtuviste el primer lugar en algo —expresó Luther. Observándole en silencio, Zac finalmente se movió bajando sus brazos y apoyó sus manos en el barandal. Impulsándose, tomó asiento en la orilla de este y le enfrentó nuevamente. —Te diré, pero no quiero que me observes con compasión, pena o tristeza. Cuando te digo que ya no me importa esa mierda, es porque realmente es así —advirtió. Observando a su encantador elegido, Luther se empujó entre el espacio en sus piernas para acercarse aún más y asintió. —De acuerdo, intentaré no observarte así. —No encontraste nada, porque la escuela exigía que el padre o la madre se presentará en la escuela para contar del logro. Eran bien exagerados en ello, hacían un acto y premiaban a todos los estudiantes destacados, pero mi padre nunca fue a la escuela por ellos ni se presentó en las ceremonias, por lo que la profesora comenzó a dármelos internamente —contó—. Cuando te digo que comenzaron a hacer como si yo no existía en esa familia, es porque literalmente fue así para ellos. Solo era el bastardo del antiguo matrimonio y su familia se completó con la llegada de Anika. Por eso no en contraste nada de mí, porque actúe como el fantasma que ellos querían que fuera para que me dejaran en paz, y una vez logre salir de aquí y me independicé, que comencé a... Ya saber, ser como ahora. —Alguien directo que no se guarda nada —asintió Luther. —Puedes decir un malhumorado de mierda que ataca a todos —indicó divertido. —Prefiero mi punto de vista, no como te ven los demás que ni siquiera se dan el tiempo de conocerte. —Creo que eres el único que me ve así. —Probablemente porque me tomo el tiempo de verte y conocerte, no sólo de juzgarte —indicó. Y Zac se removió algo incómodo. —Si... Siento haberte tachado de un idiota playboy promiscuo solo con una mirada. Pero que conste que tu apariencia no ayuda, especial cuando eres amable con todo el mundo y este te coquetea y tu no haces nada —se defendió. El lobo beta solto una baja risa y observó sonriente a su chico. —Acepto tus disculpas. Pero que quede claro que ya no dejaré que todo el mundo me coquetee y no seré amable con todos, los miembros de esta familia pasaron a mi lista negra —anunció. Su humano se encoge de hombros. —Es decisión tuya. —Tengo una pregunta. ¿No estás interesado en probar ahora el maquillaje y todo eso? Ya no tienes que temer de tu padre y su reacción —indicó. Zac le observó como si fuera estúpido. —No soy un pequeño twink bonito. —No tienes que ser un pequeño twink para utilizar ese tipo de cosas. —No, pero tienes que admitir que a ellos se les ve mucho mejor —argumentó. —Yo creo que a ti se te vería mucho mejor —declaró Luther observando su rostro—. No necesitas un maquillaje llamativo, puedes utilizar algo suave o más brillo que nada si te gusta. Puedo conseguir si quieres. Aquellos ojos verde jade le observaron directamente y luego Zac sonrió. —Lo dices en serio. —Totalmente —asintió. Alzando sus brazos, Zac rodeó el cuello del hombre lobo y lo atrajo para besar castamente sus labios. —Dulce, pero estoy seguro de que ese tipo de cosas ya no se verían bien en mí. No te preocupes tanto por eso, estoy bien así como estoy ahora —aseguró. —Si tú lo dices. —Sí, yo lo digo. —Si te pido ir a la cama contigo, ¿me dejarías? Extraño verte dormir, y solo podríamos dormir, no es necesario hacer algo más —aseguró. —Es una lastima, te habría dejado hacerme algo más —comentó Zac. —¿En serio? —No. Ante la expresión triste del contrario, Zac rió y le besó dulce otra vez, antes de empujarlo para poder bajarse de la baranda. —O tal vez si, pero ya no lo descubrirás hoy. —Eres una cosita malvada —se quejó Luther. —¿Y solo ahora lo descubres? —exclamó con sorpresa. Sonriente, tomó la mano de su... Hombre y lo llevó al interior de la habitación donde por supuesto que Luther le siguió sin rechistar. Y por alguna razón, Zac no quiso corregir aquel pensamiento de su cabeza. Llamar a Luther suyo, se sentía bien y perfecto, era como esa sensación de placer y plenitud que una sentía al encajar una pieza en el rompe cabezas.
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