Sentado en la orilla de su cama con una simple camiseta y un pantalón corto que dejaba al descubierto la herida en su muslo, Zac observaba con cierta entretención a su guardaespaldas, quien se paseaba de un lado a otro por la habitación, con su mirada fija en lo que el médico enviado por la misma empresa de seguridad Knox, revisaba su herida. —Pareces una mamá gallina así —comentó—. Quédate quieto que le terminaras haciendo un hoyo al piso, o podrías hasta romperte el cuello tanto que intentas observar. —Estoy preocupado, Alaric dijo que no se veía bien —se excusó. —Nunca dije que no se veía bien, solo que algunos puntos estaban rojos —aclaró el médico. —¡Es lo mismo! —exclamó. Negando, Zac contempló al pelirrojo hombre y lo que sus manos le estaban haciendo a su pierna. —¿Si me saca