Capítulo 40

2258 Words
Observando a través de la venta del auto como el paisaje comenzaba a cambiar a medida que se acercaban al cementerio en donde estaba su madre, Zac giró su cabeza hacia la izquierda y contempló a su sombra. —¿Era necesario traer a tantas personas? Estamos llamando la atención innecesariamente. —Lo siento, encanto, pero no se puede evitar. Contigo prefiero exagerar que arriesgarme que te ocurra algo estando afuera —expresó Luther. Y como estaba completamente concentrado en su papel de guardaespaldas, ni siquiera le dedicó una mirada al estar observando su teléfono, verificando que todo estaba bien. Zac negó en silencio y observó otra vez por la ventana, siendo que dos autos siguiéndoles, cada uno con cuatro hombres en el interior, era una exageración considerando que a la persona que buscaban lastimar realmente era a su padre y no a él. Pero por supuesto, desde que había sido atacado en su propio departamento por armas de fuego, el humano no estaba dispuesto a quejarse más de lo necesario, en especial cuando gracias a ello logró salir realmente de aquella casa. Tan pronto como reconoció el camino, Zac se enderezó, sintiéndose más animado. Si era sincero, lo único que le podría agradecer a su padre, fue que siguió el deseo de su madre del lugar en el que deseaba descansar en paz. Memorial garden podría estar algo alejado, pero el extenso lugar se mantenía hermosamente cuidado, con una perfecta vista limpia de puro bosque a su alrededor que limpiaba los pulmones de cualquier persona de todo ese aire tóxico que generalmente llenaba la ciudad. Afortunadamente, los familiares de su madre, sus padres y sus abuelos también habían sido dejados en el mismo lugar, por lo que Dianna no quedó absolutamente sola en aquel lugar luego de todo lo que sufrió. Tan pronto como el auto entró a la propiedad y se dirigió hacia el estacionamiento para los visitantes, Zac se quitó el cinturón de seguridad y colocó su mano en la puerta. Al observar a su chico, Luther guardó su celular y colocó su mano en su muslo, logrando que aquellos ojos verde jade le observasen. —¿Recuerdas las reglas, encanto? —No me gustan las reglas. —Bien. ¿Recuerdas mis consejos para poder estar afuera todo el tiempo que gustes y necesites? —reformuló. —No alejarme de ti. Escucharte cuando se refiere a mi seguridad. No alejar a los guardias. Si veo algo sospechoso, te informo —anunció—. Algo innecesario porque estaremos bien. —No puedes estar seguro de ello, bebé. —Lo sé. Pero nadie me seguiría a un cementerio para dispararme. Sin contar, que ni siquiera deben de estar al tanto de este lugar, soy el único que lo visita —explicó. Una vez el auto se detuvo, Zac intentó observó a Luther. —Si no te apresuras a bajar, lo haré por mi cuenta —advirtió. Asintiendo, el hombre lobo se bajó por su lado y lanzó una larga mirada a su alrededor, verificando que todo estaba bien y que los demás se encontraban en sus posiciones antes de rodear el auto. Abriéndole la puerta a su pareja, este se bajó inmediatamente. Tras observar al grupo de guardias, el rostro de Zac no mostró exactamente felicidad. —Sí, es absolutamente necesario. —No he dicho nada. —Pero tu rostro lo dice todo, encanto —indicó y cerró la puerta. —Ni que fuera un importante CEO o algún famoso —se quejó. —Eres importante. —¿Para quién? —Para mí, por supuesto. —Tu lado cursi terminará provocándome diabetes —suspiró y se alejó. Sonriente, el hombre lobo siguió a su pareja hasta unos puestos ubicados estratégicamente fuera del cementerio, vendiendo diferentes tipos de flores, arreglos florales, y decoraciones que dejar a sus seres queridos. —Lo mismo de siempre, por favor —pidió Zac. La mujer mayor asintió y se levantó de su silla para preparar un ramo de hermosas hortensias entre lila y un tono rosa. Pagando, Zac se despidió y se alejó internándose en el cementerio, lo cual, por supuesto que llamó la atención de muchos ante las personas que le seguían. Manteniendo su mentón en alto, el fotógrafo siguió con su camino, ignorando aquellas miradas curiosas sin la necesidad de pedir indicaciones tras haberse aprendido de memoria el lugar donde estaba su madre. —Es un lugar bastante amplio —comentó Luther, interrumpiendo el silencio. —Sí, es una suerte que mi madre ya tuviera su lugar disponible aquí gracias a su familia, o quizás en qué lugar la habría dejado olvidada Maximo —comentó. El lobo beta le observó curioso. —¿Tu madre tenía un lugar disponible aquí? —Sí, según descubrí, los abuelos de mi madre compraron un lugar para cada integrante de su familia —reveló—. Es por eso que tenemos un lugar especial. Luther no necesito preguntar sobre aquel lugar especial, fue bastante notorio siendo que el mausoleo en donde estaba la familia de su chico era el más grande y ostentoso de todos. Con puertas de vidrio, decoraciones de fierro, esculturas de cemento, enredaderas cubriéndola y arreglos florales rodeándola. —Tan pronto como tuve la mayoría de edad, saque a mi padre de esa lista para que no pudiera entrar a este lugar tras morir y dejé bastante claro que no deseaba que Máximo volviera o colocara a su amante o uno de sus hijos en este lugar —contó. —No tendría tal descaro... —De él no me sorprendería. Y si no es de él, perfectamente podría ser un deseo de su amante. Luther guardó silencio, sin poder debatir nada al respecto. —¿Necesitas que te ayude? —preguntó tras detenerse. —No, tengo llaves. —De acuerdo. ¿Podría abrir por ti y comprobar el interior antes de darte tu espacio? Zac le observó con una mueca. —¿Es necesario? Tomando el silencio del contrario como una respuesta positiva, Zac le entregó la llave y observo como su guardaespaldas abría la puerta y revisaba el interior minuciosamente, tomándose unos segundos antes de salir. —Nos alejaremos un poco para darte algo de espacio y privacidad —prometió entregándole la llave. Asintiendo agradecido, Zac se adelantó y entró en el mausoleo subiendo un par de escalones. Abriendo otra puerta de vidrio, se internó en el amplio espacio similar a una cabaña pequeña, solo que sin los muebles, había el espacio suficiente para caminar sin problemas. Por los costados del mausoleo, se encontraba tallados con cuidadosa caligrafía los nombres de sus bisabuelos y los padres de su madre, indicando el día y hora que dejaron ese mundo, junto a una pequeña descripción de quien era. Pasando por ellos, Zac fue directamente a la parte final que era donde estaba su madre, con una larga mesa ante ella que generalmente mantenía llena de flores artificiales. Las únicas que eran natural, eran del gran florero en el centro, que yacía bajo la fotografía de su madre. Cambiando el racimo marchito, el humano cambió el agua del florero y luego abrió el paquete de hortensias. Tomando las tijeras jardineras que mantenía ahí, Zac comenzó su rutina de arreglar las flores en lo que hablaba con su madre. —Como te prometí, he venido para que no pases tu cumpleaños sola, mamá. Tuve un poco más de dificultad para venir este año, razón por la cual no vine temprano en la mañana como siempre hago, pero estoy aquí, y eso es lo que cuenta, ¿no? Colocando una flor en el florero, tomó otra para arreglarla. —Te preguntarás qué clase de problemas tengo, y es de mi agrado decirte que esta vez, no fue mi culpa —deteniendo sus manos, alzó la mirada y contempló el rostro de su madre—. En serio, esta vez tu hijo no se ha metido en problemas, o al menos, no más de lo usual. Esta vez se trata de Maximo que se le ocurrió recordar mi existencia y me envolvió en todo esto. Resoplando, Zac bajó la mirada y siguió trabajando en las flores. —No tienes que preocuparte, sé que su repentino interés en mí debe de ser porque está buscando algo, seguramente dinero, por lo que no caeré en todo este acto de preocupación y buen padre —juró—. Lo que nos hizo, lo que te hizo, es algo que nunca olvidaré sin importar cuantos cambios tenga, sinceros o no. Y ya no hablaré de cosas desagradables —advirtió. Alejándose un momento, Zac abrió las ventanas que estaban en la parte alta con la ayuda de un palo de fierro especialmente para ello. —Tengo cosas más interesantes que contarte —aseguró volviendo con ella—. Un tipo molesto y extraño llegó a mi vida. En un momento pensé que era el espía de mi padre, ya que se presentó ante mi como mi guardaespaldas, pero... Ha logrado demostrarme que el interés que expresa en mí es sincero, y eso... Me está comenzando a afectar. Colocando otras flores, Zac observó la foto de su madre. —Se llama Luther, y realmente es un hombre extraño. Pero... Estoy cayendo duro por él, mamá, y no sé si estoy haciendo lo correcto al dejarle entrar en mi vida —expresó—. Cuando te fuiste y quede solo, me cerré sin querer que nadie más entrara en mi mundo y en mi espacio, no deseaba que nadie me lastimara al acercarse considerando por lo que te vi pasar y lo que pasé yo a manos de esos idiotas —confesó—. Y sé que me dijiste que siguiera lo que me gusta, y él extrañamente lo hace, pero... No sé si debería de arriesgarme con él. Alzando una mano, Zac tocó el retrato de su madre. —¿Qué debería de hacer? —preguntó a la nada. Sonriéndole, Zac terminó de arreglar las flores y observó a su madre. —No te preocupes, llegaré a una respuesta por mi cuenta y vendré a contarte —prometió. Observando unos largos minutos a su madre, Zac finalmente se despidió de ella y los demás antes de salir. En la puerta, una extraña ventisca desde el interior lo empujó hacia afuera, y unos pétalos lilas volaron guiándolo hacia Luther. Y tal vez solo fue producto de su imaginación, pero el humano estaba seguro de que sintió el dulce perfume de su madre con ello. —Bien, entendí la señal —rió suave. Bajando el par de escalones, se encontró con Luther. —Puedes quedarte más tiempo si quieres. —Está bien, ya hablé con ella todo lo que deseaba —aseguró. —Entonces, me tomaré un momento. Confundido, el humano observó al lobo beta internarse en el mausoleo e ir directamente hacia su madre. Curioso, se acercó y una agradable sensación recorrió su pecho al escuchar cómo se presentaba y prometía cuidar de él. Por supuesto, su promesa de volver la próxima vez como pareja le sacó una ligera risa. Cuando Luther salió, Zac le observó con una ceja alzada. —Así que... ¿Mi pareja? —Es la verdad —le sonrió. Negando, Zac se acercó y cerró las puertas del lugar, dejando las ventanas abiertas. Luego, los mismos empleados de mantenimiento las cerrarían desde afuera. —¿Siempre vienes para su cumpleaños? —Sí, pero no es el único. Vengo el día siguiente de su muerte, para mi cumpleaños, y los cumpleaños de los demás —contó y observó el lugar—. Soy el único que los visita. —¿Tu padre nunca lo hizo? Zac resopló. —Cuando te dije que se olvidó de mi madre tras su muerte, lo digo en serio. Ese bastardo solo se casó por el dinero —resopló—. Ni siquiera me sorprendería si ahora se acercó a mí, por eso —reveló. Lo cual, despertó el interés de Luther. —¿Qué quieres decir con eso? —Que mi madre pudo haberme dejado solo, pero no sin dejarme protegido —sonrió—. Mi padre pudo obtener las riquezas de mi madre gracias a su matrimonio, pero tras el engaño, ella arregló todo con un abogado para dejarme su parte a mí antes de morir. Y según entendí, el dinero de mis abuelos también pasó a mis manos una vez cumplí cierta edad por un testamento que dejaron ellos, entregándome todo mientras que mi madre se quedaba con lo que le dejaron sus abuelos. Parece que era como un acuerdo familiar en que sus abuelos le dejaran el dinero a sus nietos y no a sus hijos —reveló—. Con todos los gastos que tiene esa familia, no me sorprendería si ya perdieron todo el dinero que obtuvieron a través de mi madre. Luther parpadeo, registrando las palabras de su elegido. —Entonces... ¿Eres millonario o billonario? —Sé que hay muchos ceros en mi cuenta bancaria, pero no me importa mucho el dinero —respondió con un encogimiento de hombros. —Eso es lo que dicen los asquerosamente millonarios —indicó el lobo beta. Zac le observó con una sonrisa. —¿Será así? —se burló y se alejó. Siguiéndole, Luther se mantuvo a su lado. —¿Quieres ser mi sugar daddy? Prometo ser un buen sugar baby. Estallando una risa ante esa estupidez, Zac le empujó con su hombro, llamándolo idiota, y siguió manteniendo su risa mientras escuchaba las tonterías de Luther volviendo al auto.
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