Capítulo 15

2365 Words
Esperando que Gertru se desocupara para que pudiera atenderle, Zac se encontraba parado frente a una de las ventanas, observando directamente al hombre que supuestamente habían contratado para protegerle, de quién sospechaba que era el espía de su padre y que aparentemente, solo aceptó el trabajo porque le reconoció de una fotografía. En serio, mientras más pensaba en los hechos, más extraño sentía que era todo. En primer lugar, ya nadie estaba en esa cosa de amor a primera vista. Y no es que Zac no creyera que no pudiera ocurrir, porque podría ser factible, pero más que amor a primera vista, lo definiría como interés o atracción s****l. Eso tenía mucho más sentido para él que lo otro. Nadie se enamoraba con una mirada, a menos que solo estuviera interesado en la apariencia de la persona y en la mayoría de los casos, en el dinero que portaba en su billetera, como pasó con Sloane. Su estúpido padre solo vio una cara bonita y con buen cuerpo, mientras que Sloane se encontró con un tipo apuesto y con dinero en sus bolsillos que estaba interesado en ella. Utilizó la atracción s****l entre ambos, lo llamó amor y ¡Wala! En poco tiempo los dos idiotas se estaban casando. Ugh, el solo pensar en esos dos y su fantástica historia de amor fastidiaba a Zac, ya que él mejor que nadie conocía la verdad y el verdadero rostro que esos dos egoístas, se esforzaban por ocultar del mundo entero. Contemplando a Luther esperarle frente del edificio, recargado en su auto en lo que se veía horrible y desagradablemente apuesto solo ahí parado, Zac se preguntaba seriamente, qué es lo que estaba pasando por la cabeza de su guardaespaldas al confesarse de esa forma, tan repentinamente, en medio del taller mecánico. ¿Fue un movimiento calculado? ¿Estaba planeando algo más? ¿O solo era un idiota que no sabía moverse sobre otras personas? Si Luther le dijera que, en realidad, nunca había invitado a nadie a salir, por lo cual era estúpidamente torpe en esa área, Zac le creería. Con esa apariencia que se cargaba encima, el hombre solo necesitaba ir a un club, pararse frente a la barra y ya aparecería alguien invitándole un trago, que todo el mundo sabía que terminaría en algo más. Y si Luther realmente fue sincero al decir que se sentía atraído por él, el idiota debió de haber elegido un mejor momento y situación para mostrar dicho interés. No cuando hacía poco le había expresado que no confiaba en él. Por un lado, sí, su interés personal en Zac podría ser un incentivo para proteger mejor al humano, pero por otro... Zac solo pensaría que era un bajo movimiento para mantenerle controlado. Además, ¿quién iba y confesaba su interés en alguien cuando minutos antes estuvo coqueteando con otra persona? "¿Celoso?" La burlona voz en su cabeza provocó que Zac apuñalara con su lengua el interior de su mejilla derecha con cierta molestia. No es que estuviera celoso, apenas conocía a Luther y aunque lo encontraba detestable e innecesariamente apuesto, eso no significaba gran cosa. Muchos se podían sentir simplemente atraídos por otros, y eso no necesariamente significaba que sentirían algo más al respecto. Además, apenas conocía a Luther y la duda razonable de que era un espía de su padre seguía estando latente, por lo que no podía confiar plenamente en todo lo que este le decía. Y en todo caso de que Luther realmente se hubiera sentido atraído por él, solo era atracción física motivado por la lujuria, por lo que, solo pasando un poco más tiempo con él y su personalidad, probablemente dejaría de estar diciendo esas estupideces. Un hombre como Luther podría conseguir a cualquier persona, pronto lo debería de estar dejando en paz. Sintiendo cierta presencia a su costado, Zac movió su cabeza y observó en silencio al tipo que, cómodamente, se apoyó en la pared a su lado y le sonrió como si fueran amigos de toda la vida. —Hola. Y Zac solo lo observó en silencio, esperando. Lo que comenzó a inquietar un poco al contrario. —Bueno, yo solo me acerqué porque quería saber cómo estabas —expresó—. Con todo esto del mundo entero enterándose de que también eres uno de los hijos del juez Di Montelroso, tu vida debió de haber dado un tremendo giro, ¿no? Sin contar con la horrible amenaza por la cual está pasando toda tu familia. ¿Ellos están bien? ¿La deben de estar pasando mal, no? Girando levemente su cuerpo, el fotógrafo enfrentó al empleado que trabajaba en la editorial. Sin interés alguno en su puesto o nombre, Zac cruzó sus brazos sobre su pecho y juntó brevemente sus cejas. —¿Te conozco? —Oh, vamos —se carcajeó—. Comencé a trabajar aquí más o menos al mismo tiempo que tú, ambos tomamos fotografías. Solo que yo tengo un contrato directo con ellos. —¿Tomas fotografías? Parte de la sonrisa y esa espontánea felicidad del hombre, se perdió ligeramente. —Sí, estaba incluso antes que tú. —Ah. Sin mucho interés, Zac volteó a observar hacia la ventana nuevamente, encontrándose a su tonto guardaespaldas hablando por teléfono. —¿No quieres decirme algo? Como compañeros, está bien hablar sobre los problemas, te ayuda a desahogarte. —No tengo interés en escuchar tus problemas. —No, yo... No hablaba de mis problemas, me refería a los tuyos. Zac le observó con sus cejas fruncidas. —¿Quién dijo que yo tenía algún problema? —Por favor, todo el mundo sabe que eres el hijo del juez Di Montelroso y que nadie estaba al tanto de ello porque eres la oveja negra de esa familia. Si ahora te está protegiendo es porque la amenaza que recibió fue muy fea —argumentó. —¿Y cómo para qué quieres que te cuente algo cuando al parecer ya estás enterado de toda mi vida? —cuestionó—. Yo que tú, mejor me propongo a mejorar mis fotografías, porque si no sabía de tu existencia, es porque tu talento ni siquiera es algo que debería de tener en cuenta. Tal vez si enfocaras menos tiempo en chismorrear sobre la vida de otros y te enfocas en ello, te iría mejor —aconsejó—. Ah, y para tu información, yo soy quien rechazó un contrato directo y quiso uno externo, no me gusta tener a alguien encima de mí diciéndome lo que tengo o no que hacer. —Mis fotografías son geniales, tengo innumerables premios por ellas. Zac le observó, asintió, y le ignoró observando sus uñas. —Los premios que dan en preescolar no cuentan —indicó. Y como por supuesto que sus demás compañeros estaban al tanto de su conversación, apenas y si pudieron disimular la risa. El tipo, cuyo nombre seguía siendo una duda para Zac, le observó con su rostro rojo en furia. —Eres tan desagradable, que no me sorprende por qué nadie se quiere acercar a ti —gruñó. —Perdón, ¿se supone que es aquí cuando me tengo que sentir lastimado y fingir que me interesa lo que acabas de decir? Gruñendo, el tipo se alejó con grandes pasos furiosos, dejando finalmente en paz a Zac. Escuchando una escandalosa risa limpia vidrios, Zac contempló a la mujer encargada de la limpieza del edificio, quien también se había mantenido escuchando todo mientras barría el piso. —Trapeaste el piso con ese enano, chico —comentó divertida. —Él se lo buscó. ¿Quién se cree como para venir aquí y actuar como un gran amigo cercano mío solo para indagar sobre mi vida? —resopló. —Al menos con esto se le bajarán los humitos de la cabeza. Siempre está jactándose de su contrato, que su cámara, que sus fotos y toda esa mierda —suspiró—. Es bastante obvio que Gertru te tiene más estima a ti que a ese enano. —Es porque ella sabe reconocer donde hay talento. —Es porque esa mujer es como un zorro astuto que sabe reconocer a otros como ella —argumentó y le observó—. ¿Cómo vas con el mundo? —Nunca fui cercano a ese hombre, por algo ocultaba que era su hijo —respondió con un encogimiento de hombros. —Y por eso la vida decidió joderte y revelarles tu existencia a otros —suspiró—. Bien, te dejo antes de que los otros comiencen a hablar estupideces porque estás hablando con una limpia pisos. —Como si me interesara lo que piensan los demás —resopló. —Mantén ese pensamiento y llegarás más lejos que la bola de estúpidos snob estos —aseguró. Guiñándole un ojo, la mujer mayor se retiró con su carrito. Observándola hasta que la perdió de vista, Zac miró hacia la oficina de su jefa cuando esta finalmente abrió la puerta. Cuando le observó, Gertru alzó su mano y le llamó con un estúpido movimiento de dedo. —Jefa Boyer, tengo unas fotos que... —Después, Phillip, Zac viene primero —cortó Gertru. Ignorando la mirada rencorosa que le dedicó el mismo tipo que intentó fingir ser su amigo antes, Zac entró en la oficina de su jefa y cerró la puerta detrás de él. —¿Y bien? ¿Dónde están esas benditas fotos y por qué las has mantenido ocultas tanto tiempo? —se quejó. —No lo digas como si fuera mi culpa, tú fuiste la que hace poco observó mi mensaje —le recordó. Sacando la tarjeta de memoria de su bolsillo, Zac se la entregó y observó a su jefa rápidamente colocarla en su computadora para revisar el interior. —Por cierto, la dueña del edificio se está dando vueltas otra vez fingiendo que es una simple limpia pisos, otra vez —informó. —Déjala que se entretenga, escuché que sus nietos fueron a vacacionar a no sé qué país, en algo se tiene que entretener —expresó no muy interesada. Y desde que Zac no era quién para obligar a nadie a actuar sobre otros, lo dejó estar también. —Pero mira el maravilloso material para provocar caos tenemos aquí —exclamó Gertru, quedando más encantada con cada foto que observaba—. En serio, Zac, debiste de haberme enviado esto antes, provocaremos una pequeña guerra para esas estúpidas que seguían pensando que Sebastián Sharp era un hombre decente. Zac rodó sus ojos sin decir nada. —¿No tienes alguna foto que enfoque bien el rostro de la amante o de los dos? —Pasa casi al final, hay de Shirley sola y luego con el perro de Sebastián —indicó. —Perfecto. Sacando su teléfono, Gertru inmediatamente le transfirió el dinero a su cuenta. —Le daremos algo de que hablar a estas personas con estas fotos por mientras, hace tiempo que no teníamos noticia de algún m*****o de la familia Lafferty desde que su hijo mayor fue internado en un instituto mental, por lo que devoraran a Shirley —expresó contenta. —Si, si. Fue un placer hacer negocios contigo —comentó Zac tras comprobar que su dinero había sido depositado. —¿Sabes qué tipo de fotos podrías traerme y por las que te pagaría muy bien? —No me interesa saber. —La familia Di Montelroso sigue siendo un tema candente que está en la boca de todos. Si no te importan ellos, bien podrías traerme algunas fotos al respecto, ¿no? —Si quieres mandar a alguien por el trabajo sucio, envía al enano que quiso fingir ser mi amigo —resopló. —Tú también haces el trabajo sucio. —Pero yo escojo a qué tipo perseguir —le recordó. —Interesantes palabras, ¿no has pensado alguna vez en perseguirme a mí? —coqueteó moviendo sus cejas. —Adiós, Gertru. —Yo también te amo —exclamó entre risas, las cuales empeoraron cuando Zac le mostró su dedo corazón. Saliendo de la oficina, recibiendo otra vez esa resentida mirada infantil que parecía ser mucho más intensa que antes, Zac enfrentó al tal Phillip y lo observó fijamente hasta que este, finalmente se rindió y esquivó su mirada. Satisfecho, Zac siguió con su camino. Dándole una rápida mirada a la ventana para confirmar que su guardaespaldas seguía donde mismo y no había intentado invadir el edificio, el humano chocó con otro al estar distraído. —Woo. Alto, ¿estás bien? Sin observar a la persona que le había sostenido, Zac se enderezó y acomodó su ropa. —Siento eso, no iba atento por donde caminaba. —¿Estás utilizando un nuevo perfume? Alzando la mirada, Zac observó con cierta extrañeza al contrario, encontrándose con el señor Blevins. —No, no lo hago. —¿En serio? Porque... Hueles diferente —indicó. Y cuando este intentó invadir su espacio personal, Zac retrocedió. —Supongo que algo está mal con su olfato. Ahora, adiós y gracias. Alejándose antes de que el hombre pudiera decirle algo más, el humano terminó de bajar las escaleras y se dirigió a la entrada. Tan pronto como cruzó las puertas, Luther se enderezó. Pero a medida que se acercaba, su sonrisa comenzó a desaparecer y su nariz se arrugó. —¿Qué? ¿Tú también me vas a decir que huelo raro? —cuestionó. —¿Quién dijo eso? ¿Cómo lo supo? ¿Qué tan cerca de ti estaba como para saberlo? ¿Por qué estaba tan cerca de ti? Zac parpadeó ante el intenso interrogatorio. —¿Te molestó? ¿Te dijo algo más? ¿Intentó marcarte? —¿Qué? ¿De qué estás hablando ahora? —cuestionó confundido. Como si se percatara de lo que había dicho, Luther observó hacia otro lado con sus labios torcidos. Antes de que Zac pudiera seguir preguntándole, el teléfono de este sonó como un salvavidas y el lobo beta inmediatamente contestó e intercambió un par de palabras antes de observar a su chico con severidad. —Sube, necesito ir al hospital y no te puedo dejar solo. —¿Por qué? —Atacaron a tu padre.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD