Capítulo 22

2226 Words
En una de las tantas tiendas que había en el centro comercial, Luther se encontraba sentado directamente frente a su encantador elegido, observándole con una media sonrisa que, por más que intentaba borrar o esconder, simplemente no era posible. El beso que compartió con su elegido había sido alucinante y completamente de otro mundo, solo bastó un simple tacto para hacer vibrar todo su interior e inmediatamente anhelo más de ese cautivador sabor tan adictivo como lo era todo en Zac. Y aunque hubiese querido llevar las cosas mucho más lejos, Luther simplemente sabía que no podían dar ese salto aún, razón por la cual se detuvo tan pronto el calor comenzó a subir y llevó a su pareja hasta la cama, satisfecho con haber logrado su propósito de distraer la mente de su chico. Por supuesto, su lobo no había estado precisamente muy feliz con la idea de detener todo ahí y más de una vez durante el resto de la noche, le exigió volver ahí arriba y tomar lo que su dulce chico estaba dispuesto a darle con un poco más de presión, cosa que Luther no permitió. Por más deseoso que estuviera por seguir avanzando en su relación, ya conocía lo bastante bien a su chico como para saber que si apretaba demasiado, solo iba a terminar que Zac lo alejara, y eso no era algo que iba a permitir. Pero por supuesto, Zachariah volvió a jugar con su autocontrol esa mañana al emitir esos dulces gemiditos ahogados en el interior de su ducha. Tal vez una persona normal no habría sido capaz de escucharlo, pero un hombre lobo como él, con un sentido auditivo más desarrollado, captó el momento exacto en que la respiración de su chico cambió y luego esos ruiditos surgieron entre el sonido de la lluvia. Ah, el solo recordar los provocadores sonidos que evocó su pareja, maldiciendo su nombre entre ellos, solo provocaba que la sonrisa del lobo beta creciera. Realmente, había sido una dura lucha para Luther el permanecer en ese sofá y quedarse quieto, sin subir al segundo piso e invadir el baño para ofrecer su ayuda con dicho problemita entre las piernas de su chico. Mas de una vez se recordó a sí mismo que no era una invitación, y sin importar cuantos aullidos, gimoteos y quejidos emitió su lobo, rogándole por ir, se contuvo, con una jodida erección del demonio entre sus pantalones. —¿Quieres dejar de sonreír como un estúpido? Es molesto —se quejó Zac. Soltando una risa baja, Luther negó y se inclinó hacia adelante. Apoyando sus antebrazos en la mesa, observó directamente a su encantador elegido, quien seguía sin dirigirle la mirada, concentrado en su cámara. —No puedo evitar sonreír, encanto. Estoy contigo, eso me hace feliz —explicó. Frunciendo sus cejas, Zac alejó un momento su atención de la cámara, y observó a su tonto guardaespaldas. —Lo haces sonar como si estuviéramos en una cita y nosotros no estamos en una —aclaró. —Me invitaste a salir. —No, no lo hice. Tenía que venir al centro comercial por trabajo y te lo dije porque, como mi guardaespaldas de todas formas me ibas a terminar siguiendo —argumentó. Luther asintió y tomó su malteada. —Es cierto, pero en el pesado ni siquiera te habrías molestado en informarme. Simplemente hubieses salido sin decirme nada —le recordó—. Y por cierto, que bien suena de tus preciosos labios de cereza decir que soy tuyo. Zac tensó su mandíbula y le observó molesto. —No lo dije en ese sentido. —Pero yo sí —declaró. Zac entrecerró sus verdes ojos en el hombre lobo, pero este simplemente le observó tranquilamente feliz en lo que bebía de su malteada. —Eres un caso perdido —se lamentó. —Pero tú caso perdido —aclaró Luther. Zac emitió un ruido frustrado y el lobo beta rió suave, ya agarrándole un inmenso cariño a cada sonidito que emitía su pareja en medio de su irritación. Refunfuñando por lo bajo, Zac decidió ignorar a su guardaespaldas y se concentró otra vez en su cámara, intentando tomar aunque fuera un par de fotografías de la hermosa actriz que se paseaba por una tienda de ropa disfrazada con su guardaespaldas. Sintiendo otra presencia a su costado, el joven fotógrafo ni siquiera se tomó la molestia de desviar la mirada para verificar quién era y siguió concentrado en lo que estaba haciendo, confiando en que si fuera cualquier amenaza, Luther se encargaría de ella. —Así que... ¿Con quién te tuviste que acostar ahora para saber que algún famoso iba a estar aquí? ¿Fue la señora Boyer o el jefe Blevins? Ante tal desagradable pregunta, Luther observó al pequeño tipo que se había acercado a su mesa para molestar de la nada a su chico. —¿Por qué? ¿Quieres que les hable bien de ti para que se acuesten contigo? —cuestionó Zac, sin observarle. —Así que admites que te acuestas con ellos. —Y tú que te quieres acostar con ellos. —P-por supuesto que no me quiero acostar con ninguno de ellos —exclamó el tipo. Y sí, fue bastante entretenido para Luther contemplar como el horror pasaba por el rostro del extraño. —Y yo no me estoy acostando con ninguno de ellos —indicó Zac—. ¿Resolví tu duda? Bien, vete por donde apareciste. Sin siquiera tomarse la molestia de observar al tal Phillip, Zachariah movió una mano en su dirección como si le estuviera echando y siguió concentrado en su cámara. Por supuesto, el molesto tipo en vez de irse siguió parado al costado de la mesa, sin siquiera darle una mirada a Luther al estar concentrado en Zac. —¿Qué? ¿Ahora te crees la gran cosa solo porque todo el mundo sabe que eres hijo del juez Di Montelroso? Arrugando su nariz, Zac finalmente observó a su compañero de trabajo. —No me creo la gran cosa, Phillip. Yo ya era tremendo incluso antes de que ustedes se enteraran de la existencia de mi padre, y si no puedes soportarlo ahora simplemente porque te enteraste de quién es mi padre, entonces ve a odiar a otro lado porque no tengo tiempo para desperdiciar escuchando tus infantiles quejas de inferioridad. —¡No tengo complejo de inferioridad contigo! Soy mejor que tú. —Claro, por eso es por lo que yo siempre obtengo las mejores fotos y primicias —indicó y sonrió antes de volver su mirada a su cámara. —Cuando te acuestas con otros para obtener la información, cualquiera puede lograrlo —atacó. —Cualquiera menos tú, aparentemente —respondió con desinterés. Y vaya, realmente fue entretenido para Luther apreciar como el rostro del tipo pasaba por diferentes tonos de rojos al no lograr molestar ni una pisca a su encantador elegido. Detectando las intenciones de la molestia mucho antes de que este siquiera hiciera algo, Luther se levantó en toda su altura y alzó su mano para tomar del antebrazo al contrario, impidiendo que tomara aquella gaseosa de su propia bandeja. —Yo que tú, pensaría muy bien lo que vas a hacer a continuación. No solo no permitiré que lo hagas, te lo devolveré mil veces peor —advirtió con un bajo tono amenazante. Phillip observó con aun más odio a Zac y se fue de ahí soltando maldiciones a cualquiera que se le cruzara en su camino. Solo una vez lo perdió de vista, que el hombre lobo volvió a tomar asiento frente a su pareja, sintiéndose satisfecho con su lobo por haber alejado aquella molestia. —Si sabes que aquello no era necesario, ¿cierto? Puedo encargarme de molestias como Phillips —indicó Zac. —No es necesario que te preocupes por esas molestias cuando me tienes a mí para deshacerme de ellas. —Estás aquí para protegerme de tipos malvados con intenciones de lastimarme como el tipo de anoche, no de personas como Phillips que solo quieren desquitarse por su patética vida —argumentó. —Estoy a tu lado para protegerte de cualquier clase de molestia, no importa que tan grave o insignificante pueda ser esta. Si algo te está molestando, me ocuparé de ello si es lo que quieres. Algo en su tono, hizo que Zac lentamente alejara su atención de su cámara y observara al hombre lobo. Al observar aquellos ojos azul mar, algo raro en su pecho presionó de forma incómodamente cálida al no encontrar nada más que seguridad en sus palabras, otra vez. —Lo dices en serio. —Por supuesto que sí, encanto. Mi única prioridad eres y serás solo tú. —Hasta que termines con el trabajo —indicó. Luther sonrió de una forma misteriosa. —Ambos sabemos la verdad. Sin querer decir nada más, Zac se escondió detrás de su cámara. —¿Este tipo de encuentros sucede a menudo o fue solo ese tipo resentido? —indagó Luther cambiando el tema. —Tengo todo tipo de encuentros desagradable todo el tiempo —indicó—. A los famosos no le gusta mucho que los paparazzi les sigan y generalmente termino en un encuentro con sus guardias por ellos. Asher es probablemente el único famoso que no le molesta y posa cada vez que encuentra una cámara —comentó. —Hasta el mismo Caden tiene problemas intentando controlar a su chico, o su mocoso, como le dice él. —Mocoso, calza en él —sonrió Zac, divertido. —Así como "encanto" calza contigo. —Ya lo arruinaste —bufó y Luther rió. Bajando su cámara, Zac se tomó un momento para tomar de su malteada, con su atención concentrada en aquella tienda. —¿No sería mejor ir a esa tienda? —propuso Luther, observando en la misma dirección. —Nop, su guardia me reconocerá y lo terminaremos ahuyentando —explicó y dejó su malteada en la mesa—. Algo me dice que está esperando a alguien, lleva horas dándose vuelta entre esa tienda y la que está al lado —indicó. Una idea surgió en la mente de Zac, volviendo su mirada hacia su tonto guardaespaldas, sus palabras quedaron olvidadas al contemplar a Sloane detenerse al costado de su mesa junto a su hija. —Zachariah, pero qué sorpresa encontrarnos aquí, hijo —exclamó Sloane con una gran sonrisa. —Es Zac. Y no soy tu hijo. —Cierto, a veces olvido que no te gusta tu nombre completo. ¿Por qué no te gusta si es tan bonito? —preguntó confundida. —Porque Maximo me puso así, para mi madre siempre fui Zac —espetó. —Lo siento, estoy cansada. Recorrer las tiendas con tantas bolsas cansa a cualquiera —expresó Anika. Y con una confianza típica de adolescente, dejó sus bolsas en el suelo y corrió la silla que estaba al lado de Luther para tomar asiento al lado de este. Antes de que Anika siquiera tuviera la oportunidad de decirle algo al hombre lobo, este se levantó de su silla y se sentó al lado de Zac, impidiendo así que Sloane reclamara el asiento y no le quedara de otra más que sentarse al lado de su hija. Ante la mirada sorprendida e indignada de Anika, Zac sonrió y solo para molestarla, se corrió más cerca de Luther, lo suficiente para que sus brazos se apoyaran juntos. —Creo que los guardaespaldas deben de estar de pie, ¿no? Así como lo están la de nosotras —indicó Anika. —No es mi culpa que ustedes sean tan egoístas como para no ofrecerles sentarse, aun cuando las han utilizado como burro de carga para llevar sus bolsas —indicó Zac—. ¿Y así te quejabas por dos bolsas? ¿Has pensado en hacer algo de ejercicio? —Tenemos un gimnasio en casa, gracias por tu preocupación —explicó Sloane. —Lo hicimos en tu antiguo cuarto —añadió Anika con una sonrisa malvada. —¿Para qué quiero un cuarto cuando tengo mi propio departamento? —se burló Zac. —Zac, cariño, tengo un poco de sed. ¿Puedes ir a comprar algo de beber para nosotras? —pidió Sloane. —Tienen manos, pies y bocas, pueden ir ustedes mismas —rechazó observando hacia un costado. —Está bien, mamá, yo iré con Luther —anunció Anika con una dulce sonrisa. —No puedo dejar solo a Zac —rechazó Luther. —Estará bien, está mamá y los demás guardaespaldas —indicó la joven humana. —Me equivoqué de palabra, no quiero ni dejaré solo a Zac —aclaró el lobo beta. Zac sonrió disfrutando el claro rechazo de su guardaespaldas. —Zac, ¿por qué no le dices al hombre que estarás bien conmigo para que acompañe a Anika? Como has dicho, nuestras guardaespaldas deben de estar cansadas —explicó Sloane—. No vas a decir que no, ¿cierto? Observando a su objetivo salir de la tienda sola y con ropa diferente, Zac se levantó de la mesa. —Lo siento, no tengo tiempo para jugar con ustedes en este momento. A diferencia de otros, si tengo trabajo para tener mi propio dinero y no gastar el de otros. Sin más, se alejó para perseguir a la actriz y Luther rápidamente le siguió.
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