Alzando su mano, Zac roso suavemente con la yema de sus dedos sus labios, sintiendo todavía un dulce hormigueo en estos. El calor y esencia de Luther seguía impregnada en cada rincón de su boca, sin importar cuanto tiempo había pasado ya desde que terminó su beso. Lo peor de todo, es que ni siquiera había sido él quien le puso fin a todo. Ese maldito hombre le besó, tocó y reclamó cada rincón de su boca con su talentosa lengua y apasionados labios, robando de él todo pensamiento y hasta haciéndole olvidar por unos segundos como se suponía que debía de respirar, y entonces simplemente se lo terminó. Pero como el idiota perfecto y malvado no podía terminar todo ahí, por supuesto que primero hizo un lento recorrido con su lengua sobre sus labios, jugando con ellos, marcándolos y mordisqueá