Capítulo 17

2273 Words
Para el momento en que Luther volvió a la sala de espera en la cual toda la familia Di Montelroso y sus respectivos guardaespaldas que lo protegían se reunieron esperando tener información del estado del juez, el hombre lobo inmediatamente detectó cierta tensión en el ambiente que no lo gustó. La mayoría en aquel lugar, incluyendo a sus hombres, estaban observando no exactamente con una buena mirada a su encantador elegido, quien mantenía su mentón en alto enfrentando a todos. Y aquella situación, no le agradó tanto a su lobo como al mismo Luther. Ciertamente se había perdido lo que podría haber puesto a todos de aquel humor, pero eso no significaba que simplemente iba a dejar que todos observaran de aquella manera a su chico. Cruzando rápidamente la distancia, se detuvo al lado de Zac y en silencio observó de igual manera a todos. Sus hombres por lo menos inmediatamente apartaron la mirada, pero en lo que era esa pequeña copia de la señora Sloane, siguió observándole resentida. —Deberías de estar de este lado, Luther. No sabes las cosas desagradables que ha dicho Zac —espetó Anika. Rodando dramáticamente sus ojos, Zac alzó su mano y la colocó en el hombro de su guardaespaldas sabiendo perfectamente que eso molestaría a la princesita. —Sí, Luther, no ves que Anika está desesperada porque estés a tu lado para poder follarte con la mirada a más detalle —indicó Zac. Y Luther se hizo una idea de lo que esa boquita pudo haber dicho para obtener aquel ambiente. —Hay que detener esto aquí, no es momento de estar discutiendo —pidió Sloane—. Me disculpo si mi sincero pedido de que te mudaras con nosotros te molestó, no lo hice con esa intención, solo estoy preocupada por ti. —Preocupada mis pelotas —resopló Zac. Lo cual, no pareció ayudar en el humor del ambiente, y aun así, su dulce elegido lo mandó al carajo y giró para observar a Luther. —¿Ya has terminado aquí? Necesito con urgencia un baño para desintoxicarme de toda esta estupidez e hipocresía. —¿Familiares de Maximo Di Montelroso? Ante el llamado del doctor, inmediatamente todos alzaron la mano para llamar la atención del hombre, menos Zac y los guardaespaldas. Acercándose, el médico los observó y sonrió. —Lamento la demora, pero es de mi agrado informarles que el paciente se encuentra bien y estable —anunció—. Ante el choque, su cabeza recibió un fuerte golpe y detectamos una conmoción cerebral, lo hemos revisado y no es tan grave, pero lo mejor para él será pasar la noche aquí bajo revisión. Por lo demás, tiene un esguince grado uno en su tobillo y muñeca y hematomas en todo su torso. —Escuché que hubo disparos —interrumpió Paxton. —Así es, pero afortunadamente, ninguna de las balas logró dañarle. El hombre que iba con él conduciendo de igual forma se encuentra bien, un poco más golpeado que el señor Di Montelroso, pero bien y estable —informó. —¿Podemos pasar a verlo? —preguntó Sloane. —De momento, las visitas solo serán permitidas de a una persona —indicó el médico—. Pero el señor Di Montelroso me pidió que entrara Zac, él desea verlo primero. Con esas palabras, todas las miradas recayeron en Zac, quien por supuesto estaba a punto de rechazarlo, cuando Anika se le ocurrió abrir su bocota. —Eso no tiene sentido, ¿por qué papá querría ver a ese idiota primero? —se quejó Anika. —Cariño, está bien, de todas formas Zac estaba por irse —le calmó su madre. —¿Y quién dijo que me iré ahora? —cuestionó, y les observó sonriente. —Zac, por favor deja que mamá o Anika entren primero —pidió Paxton, quien era obvio que también tenía dudas de por qué su padre prefirió ver a Zac y no a él. —Uy, lo siento, pero el hombre está preguntando por mí, no por ustedes —indicó—. ¿O acaso en algún momento se cambiaron el nombre a Zac? —Él no puede entrar primero, solo alterará a papá —argumentó Anika hacia el doctor. —Lo siento, pero no puedo decidir quién puede o no entrar a la habitación del señor Di Montelroso, y él estaba pidiendo por Zac —explicó el hombre. —Ya escucharon. Sonriente, y solo para molestar tanto a la esposa de su padre como a sus hijos, Zac siguió al médico por el pasillo hasta la habitación. —Lo siento, solo pueden entrar familiares y por el momento, de a una persona —instruyó el médico al contemplar a la sombra de Zac. Girando, Zac observó a su guardaespaldas. —Aprovecha y ve a darle una vuelta a tu hombre, no creo de todas formas que esté mucho tiempo aquí —indicó. Luther le observó inseguro. —Si sales antes que yo, ¿me esperarás? —Te daré cinco minutos, si no vuelves antes, encontraré una forma de irme —aceptó. Asintiendo, el hombre lobo se retiró. Quedando a solas, Zac tomó la manilla de la puerta e intentó abrirla. —Sería bueno si el señor Di Montelroso no fuera alterado de alguna forma, puede que esté estable en este momento, pero no sería... —No debió de haberme llamado primero si tenía que estar tranquilo —interrumpió abriendo la puerta, cortando el discurso del médico. Tan pronto como contempló a su padre recostado en la camilla, luciendo tan lamentable y lastimado, Zac no pudo encontrar algún sentimiento en particular por el hombre. Aquellos ojos verdes parpadearon hacia él y el médico inmediatamente entró en la habitación. —¿Se encuentra bien? Maximo apartó con su mano buena al hombre que revoloteaba a su alrededor y le prestó atención a su hijo. —Estabas aquí. —No por gusto —aclaró y cruzó sus brazos—. ¿Por qué me llamaste? El juez Di Montelroso observó al médico y este se retiró silenciosamente, dejando a ambos a solas en la habitación. Una vez la puerta se cerró, Maximo se concentró en su hijo nuevamente. —Tuve un accidente muy peligroso, Zac. —Lo sé, me comentaron al respecto. —La situación ha empeorado con esto, Courtney les ha ordenado a sus hombres que comiencen a utilizar armas contra nosotros —expresó. —Hasta el momento, nadie ha utilizado un arma conmigo, por lo que es peligroso para ti, tu esposa, y tus hijos. No yo —indicó fríamente. —Tú también eres mi hijo, Zachariah. Te guste o no eres un Di Montelroso. Zac alzó una ceja ante esa declaración. —¿Perdón? Creo que yo dejé bastante claro que te dejé de considerar como mi padre el día en que mi madre murió por tu puta culpa, por lo que me gustaría que dejaras de fingir que eso nunca pasó. Maximo le observó en silencio. —Dianna no murió-... —Ni jodidamente te atrevas a pronunciar su nombre con tus asquerosos labios sucios. Mucho menos a decir una mierda como que no fue tu culpa —espetó. Molesto, Zac se acercó a la elegante camilla y se detuvo a los pies de esta, para que su padre pudiera observar todo el odio que seguía guardando celosamente en su interior. —Fue por ti, y esa mujer que ahora llamas tu esposa, la razón por la cual mi madre murió —acusó—. ¿O realmente creías que mi madre no me diría nada? —¿Qué te dijo? —preguntó tensamente. —La verdad, ¿qué más? —resopló—. Se disculpó conmigo por no ser lo suficientemente fuerte como para seguir soportando tu maltrato, que el descubrir que todo ese tiempo solo la estuviste utilizando por su dinero mientras llenabas de amor y riquezas a tu amante e hijo bastardo la terminó matando desde adentro. Respirando profundo, Zac siguió observando fijamente esos ojos verdes tan parecidos a los suyos, aquellos que le observaban llenos de culpa. —¿Sabes que fue lo peor de eso? Que ni siquiera tuvo el valor de decírmelo de frente. Ella me escribió una carta, exactamente la misma que encontré bajo sus pies cuando la descubrí colgando del techo de su habitación tras ir a buscarla para desayunar juntos —reveló con tono tenso—. Tal vez si ese día no te hubieras quedado en la casa de tu amante jodiéndola, habrías impedido que mamá se suicidara. O si hubieras tenido la decencia de llegar temprano al otro día, tal vez hasta habrías encontrado esa carta antes que yo y me la habrías quitado. Pero no, tan cachondo como estabas, no fuiste a casa hasta que la policía llamó para informarte lo que le había pasado a mi madre. Enojado, Zac golpeó el borde de la cama y se alejó sin soportar observar ese molesto rostro. —Zac, yo no sabía... —No. Ni siquiera intentes inventar una excusa de mierda para esto porque nada funcionará —cortó—. Tú con tu maldito egoísmo que no nos dejó ir por el puto dinero terminaste con ella. Y después tuviste el descaro de llevar a esa mujer escasos tres meses de la muerte de mi madre y casarte con ella para reconocer al bastardo de Paxton —exclamó—. ¿Y aun así tienes el descaro de fingir que todos somos una familia? —Sé que le hice mal a tu madre, pero ya no puedo remediar eso. —Por supuesto que no puedes, la mataste —le recordó amargamente. —Pero quiero arreglar las cosas contigo —insistió Maximo. —¿Arreglar qué cosa? —rió—. La relación que estás buscando entre los dos, la destruiste tú mismo hace mucho tiempo. ¿O realmente crees que olvidaré el infierno que nos hiciste pasar a mi madre y a mí simplemente por unas palabras bonitas? Observando a su padre, Zac soltó otra ruidosa risa al contemplar que su estúpido padre realmente había creído aquello. Que él simplemente aceptaría a su amante que le jodió la vida a su madre y la llamaría dulcemente mamá. —Realmente, no sé cómo es que puedes ser un juez con esa personalidad tan retorcida que te traes —negó y le observó—. Si quieres jugar a la casita con esa mujer y sus hijos, por mí puedes hacerlo siempre y cuando me dejes fuera de cualquier plan —declaró. —No puedo dejarte afuera y olvidarme de ti cuando todos nos están amenazando ahora —insistió su padre—. No podemos confiar en nadie, Zac. —Te olvidaste de mí antes. Lo hiciste en el mismo instante en que llevaste a tu asquerosa amante a la casa de mi madre para criar a tu hijo perfecto —bufó acercándose a la puerta—. Si lo que quieres es conseguir otro saco al cual golpear y desquitarte, ahora que las cosas no están saliendo como planeaste, tendrás que buscar en otro lado, porque a diferencia del pasado, no soy un simple niño que no puede defenderse a sí mismo y a su madre. Abriendo la puerta, Zac salió sin escuchar los llamados de su padre. Cerrándola detrás de él, tomó una profunda respiración e intentó controlar todas esas emociones amargas que había removido en él con sus palabras tan egoístas. Alzando la mirada, se encontró con un intenso tono azul mar con cierto tono dorado que le consumió. Resistiendo el extraño impulso de ir a los brazos de Luther, Zac tensó su mandíbula y frunció el ceño. —Tú... ¿No se supone que ibas a ir a revisar al otro tipo? —cuestionó. Luther le observó y esa extraña cosa que estaba en sus ojos, desapareció en un parpadeo y su sonrisa fácil volvió a su rostro. —Robert está bien, le ordené que siguiera las indicaciones del médico, yo me ocuparé del resto con Caden —explicó y su mirada reparó un momento en la puerta cerrada. —¿Escuchaste algo? —¿Escuchar qué, encanto? —Ya has terminado —exclamó Sloane al verlo, acercándose rápidamente—. ¿Cómo está tu padre? ¿Qué fue lo que te dijo? ¿Está muy mal? —cuestionó. —Entra y pregúntale tú misma si quieres saber —resopló. Sin querer quedarse más tiempo ahí, Zac se alejó dejándole el camino libre a los demás. Por supuesto, su sombra inmediatamente le siguió con ello, sin estar dispuesto a dejarle solo. —Espera —llamó Anika, tomando del brazo a Luther—. Dijiste que ibas a hablar sobre la seguridad —le recordó. —Arreglaré eso con mi jefe y tu padre —anunció el lobo beta. Apartando esa mano, rápidamente persiguió a su encantador elegido, quien ni siquiera se detuvo un segundo para esperarle y solo siguió con su camino. Pasando los ascensores, Luther le siguió hasta las escaleras y ambos comenzaron a bajarlas en silencio. —¿Cuánto escuchaste? La repentina pregunta de su pareja casi hizo que Luther perdiera un escalón. —¿Perdón? ¿Escuchar qué? ¿De qué me hablas? —fingió no saber. Zac le detuvo y le observó de aquella forma con la cual Luther se comenzó a sentir horriblemente incómodo, hasta el punto en que incluso su lobo ladró para que respondiera con la verdad a su elegido. —Lo lamento —pronunció finalmente en un suspiro. —No me sirve un "lo lamento" quiero saber cuánto escuchaste —exigió y siguió bajando las escaleras.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD