Capítulo 6

2275 Words
Luther pocas veces había estado en desacuerdo con su lobo, en general, este siempre era una presencia constante en su mente, al cual consideraba un amigo imaginario para su entretención, ya que nadie más que él sabía de su existencia. Sí, tal vez otros hombres lobos como él podrían reconocerlo como un igual y saber que tenía un animal en su interior, pero era solo uno quien sabía la personalidad de dicha presencia dentro de uno, razón por la cual Luther pensaba en este como un amigo imaginario. Como tal, su lobo podría considerarse como cualquier otro animal lobuno, solo que el suyo poseía cierto lado juguetón que iba a la par con su actitud relajada. Y a momento, como tal, le recordaba a Luther que seguía siendo un animal salvaje que se guiaba completamente de sus instintos. Siendo uno principal de ellos, la emoción de la caza por una presa. Sí, internamente sabía que no era bueno comparar al hombre que resultó ser su pareja luna como una presa, pero con la gran actitud que había demostrado Zachariah en tan poco tiempo, Luther sabía que reclamar a su chico sería un gran desafío, y aquello solo lo emocionaba tanto como a su lobo. El día anterior, tras contemplar a su encantador elegido irse, su lobo inmediatamente golpeó en él deseando ir detrás de su humano. Y por más que Luther comprendió el deseo de su animal, ya que, al igual que este se encontraba completamente extasiado con el descubrimiento, el maldito deber le mantuvo en la casa del juez Di Montelroso para arreglar todos los detalles de la protección que estarían recibiendo. Su animal se había puesto horriblemente insoportable por dejar ir a su pareja, mucho más al enviar a otro hombre para que cuidara lo que por derecho era suyo, completa e irrevocablemente todito suyo. Pero Luther obligadamente tuvo que permanecer en esa casa y ser el profesional que era, porque si no lo era en ese instante, ¿qué garantía tenía para mostrarle al juez Di Montelroso que era el hombre perfecto para cuidar de su hermoso y malhumorado hijo? Un humano, que ya había dejado bastante claro que tenía su propio genio y boca con palabras inteligentes y brillantemente sarcásticas para poner a cualquiera en su lugar, sin temor que estos fueran el doble de grandes que él, o sin importarle que fueran más débiles. Zac no era quisquilloso a la hora de poner en su lugar. El solo recordar ese profundo ceño fruncido en ese hermosamente atractivo rostro que arrugaba esa perfecta nariz respingona, provocaba que la sonrisa en los labios de Luther se estirara aún más. "Ir. Zac. Elegido" Exigió su lobo en su mente. —Lo sé, relaja un poco tus patas que ya vamos en camino —aseguró conduciendo felizmente su auto. Entendía a la perfección las ansias de su lobo por ir y apreciar ese hermoso rostro en ese instante, después de todo, el día anterior había tardado más de lo esperado en arreglar todo el asunto de seguridad con Caden y el juez Di Montelroso. Todo comenzó mal cuando su tonto amigo no contestó su llamada inmediatamente, sino que una hora después y luego entre ambos tuvieron que resolver todas las dudas de Maximo respecto al paquete de seguridad que le estaba contratando y arreglar los detalles para que también intervinieran en la investigación, lo que le llevó más tiempo al ponerse de acuerdo con la policía y los detectives a cargo del caso. Para el momento en que finalmente había terminado todo, la luna ya estaba en lo alto del cielo y Luther aun así, siguió sus deseos junto a los de su lobo y se presentó en el departamento de su encantador elegido, solo para recibir y portazo en la cara y un gruñido que le advertía que no molestara. Sin otra opción, de momento al menos, Luther se estacionó frente al edificio y observó el piso de su pareja mientras intentaba averiguar el horario de Zac, de esa forma podría seguirlo correctamente. Pero fue un caso imposible incluso para la empresa, quienes no pudieron encontrar nada parecido a un horario que entregarle, tal parecía, que su elegido trabajaba de forma independiente, sin que nadie le diera órdenes de nada. Luther se había quedado toda la noche fuera del edificio luego de ello, vigilando la zona y dormitando a momentos. Solo cuando el sol había dado sus primeros indicios de aparecer, que llamó a un reemplazo para poder ir a casa y arreglarse para su primer encuentro oficial con su encantador chico. Finalmente deteniéndose frente al edificio departamental de Zachariah, la cola de su lobo se movió animadamente. Aquellos azules ojos dieron un rápido vistazo al lugar antes de quitarse el cinturón de seguridad. Tomando las llaves de su auto, Luther se bajó y echó otra mirada a su alrededor antes de decidir colocarle el seguro y la alarma. Durante el día anterior, siendo de noche el lobo beta no había logrado apreciar bien la zona, pero ahora que era de día tenía un panorama mucho mejor. No es su chico viviera en una mala zona o algo por el estilo, considerando otros lugares, el lugar que eligió Zac estaba al alcance de todo aun sin estar en el centro de la ciudad. Rodeado de tiendas de diferentes tipos, todo lo que podría necesitar estaba al alcance de su mano, incluso una pequeña plaza unas cuadras más arriba perfecta para caminar en las tardes calurosas, y si bajaba un poco más, se encontraba con un centro comercial. Pero siendo tan concurrido, cualquier extraño pasaba desapercibido, y eso no le gustó a Luther. Acercándose a Albert, a quien le había confiado la tarea de cuidar de su chico, se paró a su lado y observó en dirección al edificio. En primer instante, parecía un lugar bastante moderno y bien cuidado, perfecto para poder vivir, pero mientras observaba a más detalle, cada vez le iba gustando menos al hombre lobo lo que se encontraba. —¿Está adentro? —No ha salido en ningún momento —prometió. —¿Algo extraño? —Había mucha gente paseándose por las calles al ser día de semana y horario de entrada, pero se tranquilizó pronto —expresó—. Deberías de darle un recorrido al edificio, no se ve un lugar totalmente seguro. Observando el edificio, Luther asintió y tocó su hombro. —Gracias por la información, ya puedes volver a la empresa. Su compañero le observó en silencio. —Solo suéltalo, Albert. —Solo me preguntaba si estás en condiciones de cuidar a alguien, siendo que solo que ayer llegaste de una larga misión —expresó—. No me gustaría que a ninguno de los dos les ocurriera algo. Luther asintió comprendiendo la preocupación de su compañero, después de todo, Albert solo era un simple humano a diferencia de él, que a pesar de ser un simple lobo beta, seguía teniendo más ventajas sobre los humanos que estos no podrían entender. Su rápida recuperación y resistencia era una de ellas, por lo que, por más que le asegurara a este que se encontraba bien, seguiría dudando. —Está bien, pediré ayuda si la necesito en algún momento —calmó. Albert le observó como si quisiera decir más, pero debió de haber notado en algo en su mirada, ya que presionó firmemente sus labios y no dijo nada más. Asintiendo, se subió a su auto y se marchó. Observando al hombre desaparecer por la calle, Luther se enderezó y observó a ambos lados antes de cruzar la calle. Tan pronto estuvo frente al edificio, odió la entrada. Completamente abierta y sin seguridad aparente, daba un fácil acceso para las personas que vivían en el primer piso y a las escaleras que los llevaban a los siguientes, sin ningún tipo de protección hacia los extraños. Prácticamente, cualquiera podría llegar y simplemente entrar. Rodeando el edificio, el hombre lobo tomó nota también de unas escaleras de emergencias que estaban conectadas a la pared, uniendo cada piso departamental, incluyendo por supuesto que el de su pareja, hasta llegar a la azotea. También percibió, que los edificios a los costados estaban demasiado cerca para su gusto. A esa distancia, hasta un humano podría subir hasta el último piso y luego saltar a la azotea del edificio de su chico. Con sus labios firmemente apretados en disgusto, Luther finalmente se internó en el edificio, tomando notas mentales de las cosas que tendría que comprar para hacer de ese lugar, en uno completamente seguro para su chico. Subiendo hasta el último piso por las escaleras, Luther observó entre las dos puertas que estaban y siguió ese agradable aroma hasta la derecha. Deteniéndose frente a la sólida madera sin siquiera una mirilla por esta para verificar quién estaba del otro lado, el lobo beta alzó su mano para golpear justo en el momento en que esta era abierta. Tan pronto como se encontró con el rostro de su elegido, tanto Luther como su lobo se animaron enormemente, y a su vez, esa preocupación que pinchó levemente en él al contemplar ese hematoma en Zac se clavó con más fuerza que antes. Pero a diferencia de Luther, en vez de alegrarse al encontrarse con él, Zac expresó puro disgusto en su rostro y cerró la puerta. Segundos después, la volvió a abrir y una expresión de completo fastidio apareció en sus gestos, al igual que la noche anterior. El hombre lobo rió suave. —Así es, volví y no te dejaré. —Serás una completa y molesta pesadilla —gruñó Zac. —Prefiero que tengas conmigo otra clase de sueños —sonrió un tanto coqueto. Aquellos hermosos ojos verde jade repararon en sus labios, y al darse cuenta de donde observaba, Zac gruñó y negó. Saliendo de su departamento, aseguró su puerta antes de alejarse esquivando al molesto hombre. Como era de suponer, su nueva sombra le siguió de cerca tan pronto como se puso en camino. —¿Vas a alguna parte? Me gustaría hablar contigo unos temas muy importantes debido a la nula seguridad en este edificio departamental —expresó Luther. —Sí, voy saliendo. Y no, no necesitamos hablar de la seguridad del edificio, este lugar está muy bien así como se encuentra. Nunca nada ha pasado antes —indicó Zac tercamente. —Bueno, antes no estabas siendo amenazado. Zac chasqueó sonoramente su lengua al escuchar aquello. —Ni me lo recuerdes que me vuelvo a enojar con Sloane. En serio, no sé qué es lo que tiene esa mujer en su cabeza que me expuso de aquella manera cuando nadie en el mundo sabía que yo también era hijo de Maximo —resopló—. Es bastante obvio que mi padre solo observó lo exterior al juntarse con ella, porque ni siquiera la aceptarían en el programa del más tonto del mundo debido a las nulas neuronas que tiene —expresó. Y... Luther estuvo bastante tentado a reír ante las palabras de su elegido, quien se notaba que era una cosita que podría guardar mucho rencor si no iba con cuidado. —También siento que no fue su movimiento más inteligente. Deteniéndose en la entrada del edificio, Zac le observó como si lo estuviera midiendo. —Es la verdad. No había necesidad de llamar la atención cuando nadie sabía de ti, como dices. Pero tienes que admitir, que la clase de persona que amenazó a tu padre es alguien que tiene el suficiente poder para finalmente descubrir que eres su hijo tarde o temprano. —Hubiera preferido tarde. Y me caías mejor hasta que dijiste la última parte apoyando a mi padre, volviste al principio con ello. —¿Y cómo es eso? —Que me caes mal. Siguiendo con su camino, Zac rodeó el edificio para ir al pequeño estacionamiento de los residentes que se encontraba en la parte trasera. —¿A dónde vamos? —indagó Luther. —"Vamos" Suena a plural, y nosotros no estaremos yendo a ningún lado juntos —aclaró. —Lo siento, Zac, pero quieras o no, te estaré siguiendo a todos lados para impedir que ese hermoso rostro tuyo sufra más daño. —El coqueteo no logrará que nos volvamos más cercanos, Romeo. Y puedo protegerme a mí mismo. —No puedo evitarlo, es mi interior expresándose por sí solo —argumentó—. Y yo también puedo cuidar muy bien de todo tú. Sintiendo un doble sentido en aquellas palabras, Zac observó de reojo al guardaespaldas y sus cejas se juntaron brevemente al encontrarse con una ligera sonrisa en su varonil rostro que... Al igual que el día anterior, tenía cierto aire depredador que no le gustó al humano. Él no era la presa de nadie. —Creí que los guardaespaldas se mantenían siempre un paso atrás y en completo silencio —indicó. —Yo no soy como cualquier guardaespaldas. Rodando sus ojos ante ese egocentrismo que le dijo que el hombre era un completo casanova, Zac le ignoró y entró en el aparcamiento. Dirigiéndose hacia su auto, inmediatamente notó que algo andaba mal. Su vehículo no era tan bajo. Acercándose junto a Luther, ambos contemplaron como las cuatro ruedas, no solo estaban pinchadas, sino que los malditos bastardos enterraron el cuchillo y rasgaron gran parte del forro como si hubieran querido destriparla. Y como si eso no fuera suficiente, algunos vidrios se encontraban clisados, como si hubieran tirado piedras en estos, y la mayor parte del auto estaba lleno de frases amenazantes dirigidas tanto a su padre como a Zac. —Genial, muchas gracias, Sloane —gruñó el humano lleno de frustración.
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