Capítulo 5

2354 Words
Zac no estaba para nada feliz en ese instante, y lo dejaba muy claro con la expresión de su cara junto a las cortantes y frías palabras sarcásticas que emitía su bocada cada vez que la abría. Tan malo era su humor, que incluso los empleados que trabajaban en la mansión comenzaron a evitarlo. ¿Podían culpar su humor de mierda cuando había sido secuestrado a la salida de su departamento por su propio padre junto a dos hombres? Esas dos personas habían aparecido de la nada a la salida de su departamento. Vestidos de n***o y luciendo intimidante como la mierda, lo tomaron entre ambos sin explicar nada y simplemente lo arrastraron a una furgoneta negra, sin invitarle una taza de té o saludar y decir unas pocas palabras pero muy importantes como "Hola, somos los guardaespaldas de tu padre y te hemos venido a secuestrar por orden de él". Todo el puto camino pensó que realmente lo estaban secuestrando gente peligrosa, hasta que ciertas calles se le hicieron familiares, y luego la furgoneta se detuvo y fue su propio padre quien le abrió la puerta y le saludó con una gran sonrisa. Como si el secuestrarlo fuera lo más normal del mundo. Realmente, no sabía lo que pasaba por la cabeza de ese nombre. Sintiendo una presencia cerca, Zac alejó su mirada de la ventana y contempló a Paxton. —¿Sigues enojado por la forma en que papá te trajo? —preguntó. —Por supuesto que no, ¿por qué estaría encabronado cuando me encanta ser secuestrado? Es mi pasión, es más. Es algo que pido a los cielos que ocurra cada día. Paxton le observó y suspiró pasando una mano por su cuello. —Supongo que sí sigues enojado. —Por supuesto que sí, Sherlock. Es más, si pudiera, lo demandaría por secuestro, pero ante las faltas de pruebas que tendría solo sería un desperdicio de mi tiempo —chasqueó su lengua. —Él... Realmente no lo hizo con mala intención. —Vaya, no sabía ahora que se podía secuestrar a personas sin malas intenciones. Lo anotaré para no olvidarlo la próxima vez que una persona piense en secuestrarme —exclamó con fingida sorpresa. Su hermano solo por parte de su padre le observó nuevamente, esta vez con más pesar. —Es la única forma en la que papá pudo pensar para traerte desde que nunca vienes a casa y no respondes sus llamadas —argumentó—. Incluso si hubiese aparecido en persona en tu departamento, te habrías negado a recibirle, escucharle o seguirle. Y como aquellas palabras eran muy ciertas, Zac simplemente guardó silencio, no dispuesto a responder algo en lo que perdería. —¿Cómo estás? —¿Cómo crees que estaré si me acaban de secuestrar en contra de mi voluntad? —resopló. —Me refiero a los golpes que recibiste —argumentó señalando su propio rostro. El cual, desafortunadamente había un corte en el labio inferior y su pómulo izquierdo tenía una ligera hinchazón que tomaba parte de su ojo y lo cubría con un tono entre rojo y violeta. —Estoy bien, el otro tipo terminó peor. Esto es absurdo, ¿por qué me trajeron a la fuerza a esta casa? —cuestionó observándolo directamente. —Te responderé eso ahora —anunció su padre. Alzando la mirada, Zac se encontró con Maximo, quien a pesar de que ya había retirado el vendaje de su cabeza, los hematomas en su rostro parecían tener peor apariencia con los días pasando. —Ya era hora que te dignaras explicar. A diferencia de otras personas que viven en esta casa, tengo un trabajo que cuidar y tiempo que no puedo ni quiero desperdiciar —expresó con burla. —Tus dos hermanos también estudian y ninguno se está quejando —indicó Maximo. —Porque los mantienes tú, no viven el día a día sin el apoyo de papi —argumentó. —También tienes mi apoyo. —Cierto, pero no lo quiero, ni lo necesito. Sé cuidar de mí mismo —declaró—. Ahora, ¿me puedo ir de este lugar? —¿Por qué no te gusta estar aquí? —preguntó su padre. Zac le lanzó una aburrida mirada. —Porque todos ustedes están aquí —respondió tan honesto y directo como siempre—. Ahora, ¿hablarás o dejarás de colocar el seguro en cada lugar de esta casa para irme? Su padre le observó y negó soltando un profundo suspiro, como si se rindiera ante el caso perdido que era Zac. —Paxton, ve a buscar a los demás. Nos reuniremos en la sala de estar —ordenó. Paxton observó entre ambos antes de partir, abandonando la pequeña biblioteca que poseía la mansión. —Vamos, te presentaré unas personas importantes. Las cejas de Zac se juntaron inmediatamente al escuchar esas palabras. Observando a su padre salir de la habitación, le siguió no muy feliz. —¿Qué quieres decir con que me presentaras a personas importantes? —cuestionó caminando a su lado, manteniendo cierta distancia. —Exactamente lo que quise decir. Me puse en contacto con la empresa de seguridad Knox y ellos han enviado a alguien —anunció. La expresión del joven fotógrafo no hizo más que empeorar con aquellas palabras, presintiendo que estaría escuchando algo que le agradaría mucho menos que ser secuestrado. Aun cuando un mal presentimiento estaba golpeando en él, decidió preguntar. —¿Por qué me has secuestrado para conocer a esas personas? —Porque claramente estarás recibiendo protección también, como todos. Zac se detuvo y cerró sus ojos, tomando una profunda respiración, calmó esa cosa ardiente y molesta que estaba hirviendo en su interior lentamente. Deteniéndose, Maximo le enfrentó. —Y no, no te dejaré salir de aquí sin un guardaespaldas. Te dije que tu vida también comenzaría a correr peligro al ser mi hijo. —Nadie sabía que lo era hasta que a tu, cabe destacar muy inteligente esposa, se le ocurrió dar esa estúpida entrevista y nombrarme en el proceso. Poco más y solo le faltó mostrar una foto mía y dar mi dirección. Colocó el foco de atención que no tenía sobre mí con intención —gruñó. —Sloane solo estaba expresando su preocupación sincera por ti, por ustedes, sus hijos —aclaró Maximo. —Pero yo no soy su hijo y no tiene por qué preocuparse por mí —espetó. —No eres su hijo, pero eres mío y te quiere como uno propio. —Y yo no quiero a ninguno de los dos como padres —indicó—. ¿Por qué no pueden simplemente dejarme en paz? —refunfuñó. —Porque hay un peligroso hombre que está amenazando nuestras vidas, incluyendo la tuya —argumentó—. Así que, perdona por estar profundamente preocupados por ti, por tu salud y seguridad, en especial luego de lo que ocurrió fuera de tu trabajo. —Pero yo nunca pedí su preocupación por nada —se quejó—. Y no tendrían que haber estado preocupados si Sloane no hubiera abierto su bocota —insistió. —Eres imposible. Negando, Maximo giró y siguió con su camino sin estar dispuesto a seguir perdiendo tiempo discutiendo con una pared. No muy feliz, Zac le siguió con su boca no soltando más que quejas tras quejas, sin dejar ir lo que la esposa de este había hecho al no utilizar esas pocas neuronas en su cabeza. Tan pronto como cruzaron la entrada en forma de elegante arco de madera en la sala de estar, Zac observó a las cinco personas paradas al medio de la sala, esperando. De alguna manera, sus verdes ojos se vieron atraídos por un hombre alto, de rubio cabello brillante y corto cerca del casco, que le miró intensamente tras entrar con esa mirada azul mar. Su cuerpo parecía estar mucho más abultado a diferencia de las demás personas presentes, con músculos más definidos que eran notados aún a través de aquella camiseta simple. Su mandíbula estaba perfectamente marcada, y por qué había que complementar su atractivo varonil, por supuesto que poseía una barba que mantenía corta alrededor de su boca uniéndose a sus patillas. Al subir nuevamente hacia aquellos ojos de un azul como el mar, Zac juntó sus cejas ante su penetrante mirada, y su gesto empeoró cuando este le sonrió en una jodida sonrisa que se sintió tan atractiva como peligrosa. Una batalla de miradas comenzó entonces, en donde ese estúpido hombre no le dejaba de mirar como si se lo quisiera amenazar o comer, y él le respondía enfrentándole tercamente sin atemorizarse. Incluso cuando los demás entraron en la sala, ninguno dio su brazo a torcer. —Los presentaré ahora —anunció Maximo.—. Ella es mi esposa Sloane. Mi hija menor, Anika, seguido de Paxton. Y por último, mi hijo mayor, Zachariah. —Zac —interrumpió—. Es Zac. No, Zachariah. —Chicos, ellos son el grupo de personas que nos protegerán de ahora en adelante enviado por la empresa de seguridad Knox —presentó Maximo bien orgulloso. Mientras su esposa e hija comenzaban a murmurar entre ellas, Zac finalmente apartó su mirada para observar a su padre con el ceño fruncido. —¿Qué quieres decir con eso? —cuestiono, irritado. —Exactamente lo que dije —declaró el su padre, observándole con cierta advertencia. —El señor Knox nos envió especialmente para cuidar a cada uno de ustedes personalmente. Considerando la situación por la que están pasando, hemos sido seleccionados cuidadosamente para protegerles. Aquellos ojos verde jade inmediatamente repararon en aquel grandulón con el que tuvo una batalla de miradas, y definitivamente odió que incluso su tono fuera tan atractivo como su rostro, fuerte, viril, seductor. —Yo no estaría en problemas si cierta persona no hubiera abierto su boca —espetó Zac resentido, observando fijamente a su madrastra. —Por Dios, ya deja ir eso —ordenó Máximo. —Oh, claro. Simplemente debo de olvidar que por culpa de esa mujer me expusieron al peligro —declaró con tono burlesco. —Solo estaba preocupada —se defendió Sloane. —Preocúpate por ti y tus hijos —gruñó. —Sigues hablando en ese tono y... —¿Y qué? —interrumpió Zac—. ¿Me echarás de aquí? Perfecto, eso es justamente lo que quiero, estar en cualquier lado menos aquí. Un silencio lleno la sala, el juez soltó un suspiro frustrado y volvió su cabeza hacia Luther, ignorando a su hijo. —¿Quién cuidará a quién? —cuestionó. Luther observó con interés la relación en la familia Di Montelroso, y tomó nota mental como su chico no parecía llevarse bien con particularmente nadie de ahí. —Antes de eso, me gustaría saber si alguien ha tomado su caso —indagó el lobo beta. —Obviamente, la policía ha tomado el caso —respondió Sloane. —Seguridad Knox tiene los conocimientos y capacidad para lidiar con este tipo de amenazas, por si las autoridades no son suficientes —comentó. —Hablaré de ello con el señor Knox —aceptó Maximo. —De acuerdo, entonces procederé a presentar y dirigir sus guardaespaldas personales —anunció y señaló a la primera mujer—. Ella es Amanda y cuidará de su esposa. La siguiente es Loretta, quien estará con su hija menor. Robert le protegerá a usted. Ervin de su hijo Paxton y yo, Luther, del joven Zac —presentó señalando a cada uno. Y tan pronto como terminó de hablar, cada uno de ellos se movió para ir al lado de sus protegidos. Tan pronto como se detuvo al costado del hermoso chico malhumorado, Luther sintió que algo en su pecho se movía tras capturar un exquisito aroma. Su lobo se agitó en su mente, mucho más que antes. —Esto es tonto, yo no necesito un guardaespaldas —se quejó Zac, observado directamente a su padre. —Fuiste atacado. Quieras o no, también tendrás un guardaespaldas que cuide de ti todo el tiempo —declaró Maximo. Alzando su mano, Anika dio un paso al frente y mostró una tímida mirada interesada hacia Luther. —Si Zac no quiere a su guardaespaldas, ¿puedo tener yo el suyo? Digo, cambiarlo. El lobo de Luther inmediatamente gruñó ante la idea. —Lo lamento, los guardias han sido seleccionados por una razón —rechazó el lobo beta. —Pero... ¿Por qué no? Zac no te quiere y yo sí —se quejó apuntándole. Alzando su mano, Zac apartó de un manotazo ese dedo que le apuntaba descuidadamente. —No seas una mocosa, ya te dijeron que no —se burló. Su joven hermanastra bufó y observó a su madre. —Por Dios, ¿estás haciendo pucheros a tu madre? Tienes casi dieciocho años, Anika, madura un poco. —Dice el tipo que no sabe más que quejarse. —Pero este tipo tiene su propio dinero, auto y departamento, a diferencia de ti —le recordó. —Niños, no es momento de discutir —pidió Sloane. —Viste como fue malo primero, mamá —argumentó Anika. —Y tú fuiste infantil primero —canturreó Zac. —Zachariah —pronunció su padre. —Ves, por eso te dije que no quería venir aquí, simplemente no me agrada ninguno de ustedes y no me lo guardaré como un idiota —se quejó. —Pero podrías hacer el intento. Zac rió como si hubiera escuchado una broma. —Les haré un favor a todos, a mí especialmente, y me iré ahora que ya me presentaste a quién querías —declaró. Y tan pronto como Luther le observó alejarse, intentó detenerlo. Esos hermosos ojos verde jade le observaron irritados. —Yo que tú, ni siquiera lo intentaría si no quieres que te golpee en las bolas —amenazó. "Mío. Elegido. Nuestro" Reclamó su lobo en su mente, lo que provocó una gran sonrisa en el rostro de Luther. Murmurando algo de estar loco, Zac se retiró y Luther ordenó a uno de sus hombres para que le siguiera de momento. Tenía cosas que arreglar antes de ir detrás de su encantador elegido.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD