Tommy apretó la mandíbula, comprendiendo la verdad en sus palabras. Sabía que ella tenía razón, y el dolor de la situación lo abrumaba. —Entonces, ¿me estás diciendo que no tengo elección? —preguntó, sin dejar de mirarla. —Sí, Tommy. No tienes elección. Y tampoco yo la tengo. Pero al menos estaremos juntos en esto —respondió ella, acercándose y tomando su mano. El contacto de la piel de María Isabel envió un torbellino de emociones a través de Tommy. Su piel ardía donde la tocaba, y cada fibra de su ser deseaba poder abrazarla y no soltarla jamás. Sentía un amor profundo y desgarrador por ella, aunque no podía expresarlo en palabras. —Mabel... —murmuró, su voz sonó trémula. María Isabel lo miró a los ojos, sus dedos acariciaron los de él con una suavidad que transmitía tanto consuel