Tommy, con la respiración agitada y los puños apretados, se enfrentó a Aldo con una mirada de furia intensa. —¡No necesitas despedirme! ¡Yo renuncio! —espetó Tommy, dando un paso adelante—. Pero esto no se ha terminado, Aldo. No te saldrás con la tuya. Aldo, rojo de ira, avanzó también, acortando la distancia entre ellos. La tensión entre ellos era evidente, y parecía que en cualquier momento podrían volver a los golpes. —¡Guardias! —vociferó Aldo, sin apartar la mirada de Tommy—. ¡Saquen a este infeliz del despacho y asegúrense de que no vuelva a entrar! Los guardias se acercaron rápidamente, tomando a Tommy por los brazos, pero él se zafó de uno de los guardias, pero el otro lo sujetó con más firmeza. —¡Esto no ha terminado! —repitió Tommy, mirándolo con desafío—. Pagarás por todo e