Capítulo 04

1530 Words
Tan pronto como entré al instituto y los vi al final del pasillo mis pies se apresuraron a salir de allí, no estaba preparada para darle explicaciones a nadie y mucho menos mentirle a Ector sobre la desaparición de su amigo. El parque era mi escape, los árboles se movían al compás del viento y una que otra ardilla saltaba entre las ramas. Estábamos en tiempos de lluvia, pero hoy el cielo se veía despejado, las nubes blancas lo decoraban y las aves se paseaban por él. A mi alrededor algunas personas caminaban y otras trotaban con auriculares en sus oídos, ignorando la naturaleza que los rodeaba. Caminé hasta el final de la calle y me dirigí al cementerio, tenía mucho tiempo que no venía por aquí, este lugar era tan frío, silencioso y calmado. Con mis dedos tracé una línea imaginaria sobre una bovedilla mientras caminaba perezosamente entre los ya no vivos. Iba tan distraída que al doblar a la izquierda choqué con alguien, tumbándole una canasta con varias flores. — ¡Lo siento mucho! —me apresuré a disculparme y me agaché para recoger las cosas. —Tranquila niña, debes disculpar a este pobre anciano, mis ojos ya no funcionan bien. —Descuide, fue culpa mía —le sonreí, poniendo la canasta en las manos del señor. Su piel era pálida y arrugada, sus ojos eran de un celeste claro como los mío y su poco cabello tan blanco como la nieve, se veía tan suave. — ¿Te gustan? —preguntó. — ¿El qué? El anciano agarró una de sus flores y la mostró frente a mi rostro. Sus pétalos eran blancos con un destello de verde en el interior de la flor. —Es un Lirio blanco, eran las favoritas de mi esposa, estuvimos casado cuarenta y dos años y se emocionaba cada vez que veía una —sus ojos se achicaron y una sonrisa nostálgica iluminó su rostro. —Son muy bonitas. —Así es, toma —puso un lirio en mis manos — ¿Sabes qué significan? —Negué con la cabeza, dándole vuelta a la flor para ver cada detalle de ella —Se dice que representa la pureza, modestidad y dulzura, describiendo a una persona pura e inocente —Volvió a sonreír, pero esta vez de simpatía —Apuesto ah qué te debes de identificar con esta florecilla. En realidad, era lo opuesto, nada de pureza había en mi cuerpo. —Gracias por el lirio —agradecí. Él anciano asintió y caminó hasta la tumba de su esposa. Ojalá los muertos pudieran ver lo infelices que éramos sin ellos. Me dejé tumbar sobre la hierba, a un lado de la lápida de mi madre. —Ey, soy yo —susurré — ¿Cómo va la vida en el más allá? —sonreí sin gracia, era algo tonto preguntar sin esperar respuesta alguna. Una brisa sacudió mi cabello, provocando que me estremeciera del frío. Observé el lirio blanco antes de ponerlo junto a la lápida —Te mereces esta flor más que yo —musité —La pureza abandonó mi alma hace mucho tiempo, ahora solo queda suciedad y la dulzura... ahora solo es rencor y desprecio, me alegro de cierta forma que no estés aquí para que no veas en lo que se ha convertido tu hija, sentirías una gran decepción —suspiré, abracé mis rodillas y descansé mi cabeza en ellas. ¿Qué pasará cuando Ector quiera saber por su amigo? ¿Qué le diré? ¿Qué se supone que le reclame a Hasret por aquel beso? ¿Oye, porqué lo hiciste? O ¿E, te gustó el beso? Ni siquiera yo sé si me gustó, estaba en estado de asombro que no pude disfrutar mi primer beso. Cerré los ojos, quería irme, quería desaparecer. Y aquella sombra... aquel monstruo. Recuerdo el primer día que los vi, nunca podré borrar ese recuerdo de mi cabeza. Abrí los ojos lentamente, intentando ver a través de la luz cegadora que nublaba mi visión, con la palma de la mano cubrí mi rostro ¿Qué estaba pasando? — ¡Señorita! —El hombre quitó la linterna de mi rostro permitiéndome ver su uniforme de vigilante. Empecé a comprender lo que pasaba, me sobresalté y miré a mí alrededor. No, No, No. Me separé rápidamente de la lápida de mi madre y me levanté del suelo ¿Cómo era posible que me haya dormido aquí? — ¡Es tarde! —Exclamé. —Oh, te diste cuenta —respondió con cierta ironía —Es peligroso que estés sola de noche ¿Acaso no sabes de las desapariciones? —no podía verle muy bien el rostro al vigilante del cementerio, pero después de suplicarle que me acompañara a la salida, el asedió. —Gracias por acompañarme, no volveré a quedarme dormida en un cementerio. —Por tú bien, eso espero, ahora ve con cuidado a casa –replicó. Asentí de inmediato y me giré hacía la oscuridad de la noche. Caminé rápido, si Henry ya estaba en la casa era lo que menos me importaba. Cada paso que daba era acompañado de una mirada hacia atrás, el miedo era mi acompañante justo ahora. >. Prácticamente estaba corriendo en vez de caminar, el parque ya no se veía calmado y agradable como en el día, ahora se veía misterioso, aterrador y siniestrado... igual que aquello que me atormentaba. Iba debajo de las farolas, evitando a toda costa la oscuridad. Una lámpara empezó a parpadear, pasé junto a ella y me abracé para calmarme un poco, tragué grueso y miré hacia atrás, aún seguía parpadeando, pero de un a segundo a otro esta explotó, me paralicé mirando hacia allí, lo que estaba iluminado ahora era cubierto por oscuridad. La lámpara justo arriba de mi cabeza empezó a parpadear de igual manera, bajé la mirada y pude notar algo bajo la farola que explotó, no se distinguía, pero sabía que había algo allí, entrecerré los ojos y forcé la vista. Dejé salir un chillido, la silueta de una persona estaba allí, pero sabía que no se trataba de un ser humano... Corrí, todas las farolas empezaron a parpadear como si estuvieran sincronizadas, me toqué el muslo, mi pierna empezaba a dolerme, pero eso no evitaba que parase de correr, ese monstruo venía por mí y acabaría con mi vida de una buena vez. El pánico recorría cada vena de mi cuerpo, me sentía impotente y despavorida, las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas. Vi el instituto al final de la calle y doble hacia la derecha para entrar al callejón que me llevaría rápido a casa, pero me detuve, estaba sumamente oscuro. Ni siquiera la luz de la luna le daba algo de claridad. Miré hacia atrás, todo estaba en calma, pero a la vez la presión en mi pecho me decía lo contrario. > me repetía eso una y otra vez. Tenía que llegar a casa lo antes posible. Me introduje en el callejón, corrí en línea recta, con la respiración agitada y la adrenalina calentando mi sangre. Una esperanza se depositó en mí cuando salí de aquel lugar, pero se desvaneció de inmediato al sentir un jalón en mi muñeca. — ¡Suéltame! —grité intentando zafarme de su agarre. Al ver al sujeto las lágrimas dejaron de fluir, él señor tenía ojos profundos y una barba descuidada adornaba su rostro. —Que hace una niña tan linda sola por aquí... —se ahogaba con cada palabra que mencionaba, su cuerpo se tambaleaba de un lado para otro, pero no aflojaba el agarre en mi muñeca. Estaba ebrio. Quería gritarle que nos alejáramos del callejón, estábamos muy cerca de aquella oscuridad, pero mis palabras eran casi audibles. —Por favor... —solté, con una voz algo trémula. —Nos divertiremos mucho tú y yo, que hermosa ere... —No terminó su frase, unas manos sombrías salieron de la oscuridad tomándolo por la cabeza y clavándole las garras alrededor de su rostro. Apretó tan fuerte su cráneo y como si fuera una película estrujó su cabeza. Jadee ante la escena, la sangre salpicó mi ropa y cara, hasta estaba segura de que gotas de aquella sangre habían entrado a mi boca. — ¡No! —chillé. Esto no estaba pasando, era una completa pesadilla. Sentía que estaba a punto de desmayarme. Logré soltarme y corrí casi sin aliento, mi visión era borrosa por culpa de las lágrimas. Fui a un lado de la casa hacía la ventana de mi habitación, la empujé con fuerza hasta que se abrió bruscamente. El dolor del muslo era insoportable, me impulsé y trepé a la ventana hasta caer dentro de la habitación. Quería gritar, tirar todo lo que me encontrara de lo impotente que me sentía. — ¿Acaso no sabes qué la noche está lleno de monstruos? —mencionó una voz fría proveniente de una esquina, la luz de la luna entraba un poco por la ventana. Pegué mi espalda contra la pared y tapé mi boca para no gritar. Él salió de aquella sombra mostrándome la mitad de rostro. ¿Hasret?
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