Capítulo 07

2024 Words
Mi cuello dolía, quizás por el estrés, o simplemente por la manera en la que me había quedado dormida en el regazo de Hasret. Enderecé mi espalda y me estiré un poco, el frío era demasiado así que intenté darme calor con mis propias manos, abrazándome. —Aquí tienes —Hasret puso sobre mí su chaleco de cuero, lo miré por unos segundos antes de apartar la mirada y agradecerle. —Gracias, por todo. —No es nada. —Si que lo es, trajiste a Margo al hospital y te has quedado aquí, acompañándome, gracias. Él estiró los labios en una sonrisa de boca cerrada y miró en dirección a donde estaba Fran hablando por celular, una vez que terminó lo guardó en su bolsillo y se dirigió a nosotros. —Mis tíos ya vienen en camino, han pasado cuatro horas y todavía no nos han dicho nada —mencionó con un tono desesperado. —Ella estará bien, es muy fuerte —murmuré y puse mi mano en su hombro, en señal de apoyo. —Alex tiene razón, pronto nos dirán algo —lo animó el pelinegro, poniéndose de pies —iré por algo de tomar ¿Quieren algo? —preguntó cortésmente, yo negué con la cabeza al igual que Fran. Hasret se dirigió a la cafetería, lo observé cómo se alejaba, su cabello estaba despeinado y metía sus manos en los bolsillos, él era un claro ejemplo del chico malo y misterioso, pero en el fondo era muy dulce. —Entonces.. ¿Cuánto llevan juntos? —la pregunta de Fran me tomó por sorpresa y solo lo miré incrédula, haciéndolo sonreír por mi reacción —No me vas a negar qué hay algo entre ustedes ¿verdad? —Claro que sí, porque no hay nada entre Hasret y yo, solo somos amigos —o eso quería creer, todos estos años solo había tenido una amiga y esa era Margo. —Pues se nota que le gustas —dijo, encogiéndose de hombros. Bufé, alguien como Hasret no se fijaría en mí. ¿Entonces por qué me besó? Sacudí mi cabeza para borrar esos pensamientos, yo no podía gustarle a nadie y si así era el caso ¿Una persona tan sucia como yo podía ser querida? —Margo me hablaba mucho de ti, siempre la visito los fines de semana, me ha dicho que eres su mejor amiga, también que tú padrastro no te deja salir ¿Por qué? Me encogí de hombros, Fran siguió hablando, pero dejé de prestarle atención y me enfoqué en algo al final del pasillo, era como si algo se arrastrara en el suelo. —¿Ves eso? —pregunté, pero sin prestarle atención a su respuesta, me levanté con cuidado y caminé por el largo pasillo, esa cosa se seguía arrastrando, parecía una persona, pero mientras más me acercaba se volvía confusa la silueta, esta cosa extraña desapareció al doblar a la derecha, la seguí y me detuve en toda la esquina, mirando al techo porque las luces empezaron a parpadear. —¡Doctor! —llamó Fran, me giré para verlo, él empezó a preguntarle por el estado de Margo, volví a girarme hacia el pasillo y mi cuerpo se estremeció, di un pequeño salto del susto. ── Me asustaste —dije, presionando mi pecho, intentando calmar mi corazón que estaba por salirse de los nervios. —¿Qué hacías? —preguntó Hasret, achicando sus ojos. —Creí ver algo, pero no importa —dije, soltando una risa nerviosa, él me tendió un vaso con chocolate caliente, mis manos temblaron al agarrarlo. —¿Qué dijo el doctor? —preguntó —Vamos —me tomó por los hombros para girarme y caminar hacia Fran y el doctor. —¿Entonces no es nada grave? —el pelirrojo estaba claramente aliviado. —Lo peor ya pasó, logramos parar la hemorragia y cerrarle la herida, solo tiene que descansar, estará aquí tal vez por unos días, debemos hacerle varios exámenes y estar seguros de que el golpe en la cabeza no dejó consecuencias —dijo el doctor, le agradecimos y este se alejó para hablar con unas enfermeras. —¿Qué tal si te llevo a casa? Debes descansar —sugirió Hasret, Fran le entregó las llaves de la motocicleta y se giró hacia mí cuando vio que estaba por negarme. —Hasret tiene razón, Alex, debes descansar, además ya escuchaste al doctor, Margo está bien. Suspiré y asentí. —Si, vamos —le di un sorbo a mi chocolate caliente, mi estómago me lo agradeció. —Fue un placer Alex, espero verte pronto, Hasret gracias por todo —se despidió el pelirrojo, dándole la mano a Hasret y después a mí. —Adiós —me despedí y seguí a Hasret hasta el elevador. El silencio no era para nada incómodo, de hecho, era algo que agradecía internamente porque no tenía ánimos de platicar. Al salir del hospital me sorprendió ver que ya había amanecido, el sol dejaba ver sus primeros rayos de luz, el cielo se veía hermoso con la mezcla de sus colores. —Déjame ayudarte —murmuró Hasret, tomando mi vaso vacío y botándolo en la basura para después ayudarme a ponerme el casco. Cuando él se subió y puso la motocicleta en marcha lo abracé por la cintura, aferrándome a su cuerpo. La fría brisa de la mañana no me congeló los huesos gracias a la chaqueta que él me había prestado, obviamente me quedaba grande, pero me mantenía caliente, además tenía su peculiar aroma. Una decepción recorrió mi pecho cuando él se estacionó frente a mi casa, no quería entrar allí, no quería entrar a mi infierno. —Te ayudaré a entrar por la ventana, o quizás podríamos ir a otra parte —negué con la cabeza y me bajé con dificultad. —Está bien, nos vemos el lunes en el instituto —le entregué el casco —nuevamente gracias por todo —le sonreí, su cabello caía sobre su frente, casi llegando a sus oscuros ojos. —Hasta pronto, Alexandra —dicho esto se colocó el casco, no sin antes dejarme ver su amplia sonrisa y se marchó, dejándome anonadada, nadie me decía así, ni siquiera los profesores. Al ver cómo el sol salía mucho más, corrí hacia la casa, entrando con dificultad por la ventana y cerrándola detrás de mí. Mi habitación estaba desordenada, la puerta abierta, mis cuadernos y las cosas que tenía sobre mi cómoda estaban esparcidas por todo el suelo. Cerré la puerta y empecé a ordenar, todo estaba hecho un desastre. —Muy bien, creo que eso es todo —murmuré para mí, ubicando los cuadernos en su sitio. ¿Alguna vez me marcharía de aquí? La puerta se abrió bruscamente y me estremecí. Henry se apoyó torpemente en el marco de la puerta, agitando una botella de cerveza en su mano. —Te escapaste —afirmó, casi ahogándose con su propia saliva. Dio un paso hacia mí, retrocedí por instinto. Me agarró fuertemente del brazo, quise apartarlo, pero su agarre era tan fuerte que podía sentir mi hueso crujir. —Suéltame, por favor —chillé. —¿Sabes lo que pasará si te vas? Quedarás en la calle, nadie te va a querer, estas sucia, eres un trapo desechable. —¡Suéltame! —grité, intentando zafarme de su agarre. —Nadie te quiere ¡nadie! —la botella de su mano cayó al suelo, rompiéndose al instante. Forcejeé tanto que en un rápido movimiento logré librarme de su agarre, caí hacia atrás golpeándome la nariz con la cama. La sangre empezó a salir y ensuciarme parte del rostro. Henry solo dio media vuelta y se retiró de la habitación, tambaleándose. El dolor punzante era soportable, pero aun así llevé mi mano a mi nariz para parar la sangre, lo que fue un completo error. Solté una maldición apenas mis dedos hicieron contacto con mi nariz. Dejé escapar unos suspiros temblorosos y me levanté del suelo con la ayuda de la cama, para buscar unos algodones y limpiarme, debía parar la sangre que salía sin frenos de mi nariz. Al terminar me senté sobre la cama, mirando fijamente a una esquina de la habitación, sin motivo alguno. ¿Qué diría mi madre por verme en esta situación? Abracé mis piernas y descansé mi cabeza sobre ellas, dejando que las lágrimas fluyeran a través de mis ojos, como si por algún motivo solucionaría mis problemas con solo llorar. El sonido de un martillo contra algo retumbó por las paredes, ni siquiera me inmuté a ver qué pasaba, el ruido venía fuera de mi ventana, Henrry la estaba sellando. Seguí ahogándome en mis propias lágrimas, hasta sentir los párpados realmente pesados y quedarme dormida al instante. . . . El lunes había llegado, abrí un poco la ventana para ver el clima, pero las tablas impedían ver hacia el exterior. Con mucho cuidado abrí la puerta y me aseguré de que mi padrastro no estuviera cerca, para mi suerte no lo estaba. Me duché rápidamente y cubrí mi cabeza con la gorra vieja de mi padre, como habitualmente lo hacía. En la nevera no había nada más que solo botellas de cerveza. Salí rápidamente de la casa, acomodando el bolso en mi hombro, el cielo estaba oscuro y repentinamente soplaba la brisa, provocando que mi cuerpo de estremeciera del frío. Los truenos y relámpagos me asustaban, pero intenté no prestarle atención y acelerar mi paso para llegar rápido al instituto. Estaba a punto de echarme a correr cuando divisé la estructura, pero era inútil, había empezado a llover a mitad de camino y ya me encontraba empapada, ya no tenía caso correr. Esperé un poco fuera del instituto, intentado secar un poco mi cabello, escurrir mi ropa y gorra, para no dejar rastros de agua por los pasillos. El recuerdo invadió mi cabeza, la vez que caí frente a la entrada, huyéndole a la sombra, o lo que fuera que me estaba persiguiendo desde la biblioteca, ese día Hasret me vio salir desesperadamente y caer sobre el charco de agua, poseía una tranquilidad envidiable, pero ¿Qué hacía tan tarde aquí? No me había puesto a pensar en eso. El sonido de la campana me sobresaltó, tomé rápidamente mis cosas y me dirigí hacia mi casillero para guardar mis cosas, ojalá tuviera ropa extra aquí como suele tener Margo en su casillero, pero ni modo, tendré que estar todo el día con esta ropa húmeda. —¿No tienes paraguas? —mencionó a mis espaldas, al escuchar su voz mis manos empezaron a temblar involuntariamente. —Claro que sí, pero creí que era más divertido llegar al instituto empapada —solté, poniendo los ojos en blanco. —Ya, entiendo, no tienes que ser grosera. —Te dije que no me volvieras hablar —me giré hacía él, su boca estaba cerrada pero la estiraba en una sonrisa. —Hola —saludó, lo miré incrédula, claramente no le importaba lo que le acababa de decir. —Ya te dije todo lo que sé, no tenemos nada más que hablar —tomé mis libros y cerré el casillero, apresurándome a la clase de geografía. —No te creo —confesó. —No es mi problema. —Se que Jordan fue aquella noche, Alex, por favor si sabes algo dímelo. Me detuve en seco y me volteé bruscamente, haciendo que se chocara con mi cuerpo. —Ya te dije que no sé nada ¿De acuerdo? Lo esperé esa noche y nunca apareció, así que por favor, por favor, ya déjame en paz —mis labios temblaron y entré al salón antes de soltarme a llorar frente a Ector. Él estaba a punto de entrar pero el señor Croswyl lo interceptó en la entrada. —Usted no está en mi clase, Morfy, por favor retírese —le pidió, Ector me lanzó una mirada de súplica antes de marcharse. Un suspiro de alivio de escapó de mis labios, miré por la ventana, observando cómo la lluvia caía sin más, perdiéndome en el oscuro cielo y dejando atrás la clase de geografía que estaba por comenzar.
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