Capítulo 02

2599 Words
Cuando era niña, solía temerle a los truenos y a los relámpagos, corría a la cama de mi madre durante las noches y me escondía bajo sus sábanas, ella me repetía una y otra vez que fuera valiente, que mi corazón era lo bastantemente fuerte para enfrentarme a cualquier circunstancia, cuando ella murió, hice el intento para aferrarme a sus palabras, pero no me enfrenté a ellas, aprendí a vivir con esas tormentas en mi interior. Cerré el casillero con fuerza, provocando las miradas curiosas de varios estudiantes. —Entonces ibas corriendo con un vaso de vidrio, te resbalaste y al caerte se quebró el vaso, incrustándose un trozo de aquel vidrio en tu pierna —Margo repitió lo que le había dicho al llegar al instituto, no me atrevía a decirle la verdad, además rogaba porque creyera mi mentira y no me hiciera más preguntas — ¿Tú padrastro te curó la herida? —negué con la cabeza. —Él no se encontraba, así que lo hice yo misma —La pelirroja dejó que me apoyara a su hombro para que no me doliera tanto el caminar. —Creo que yo me desmayaría si veo una gota de sangre —confesó, haciendo gestos de repugnancia. Me ayudó a llegar al salón, iba a sentarme como de costumbre junto a la ventana, pero por algún motivo todas las sillas de aquella esquina estaban ocupadas ya. Me senté en el centro del salón, detrás de Margo. Me incliné hacia delante — ¿Por qué tanto alboroto? —Le susurré. Antes de que Margo pudiera responderme el salón completo mantuvo silencio de repente. Dejé de mirar a mi amiga para observar la entrada del aula, donde un chico cuya vista estaba fija al frente, entraba con las manos dentro de sus bolsillos y transmitía un aire de superioridad. Caminó con tranquilidad hasta su silla junto a la ventana, sin importarle que todas las miradas del lugar estuvieran puestas en su persona. Ya puedo entender por qué todas las sillas de aquel lugar estaban ocupadas. —Carne fresca —susurró la pelirroja con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Un nuevo estudiante a mitad de año escolar? El profesor empezó con su clase de idiomas, todos estaban encantados con aquel chico peli n***o que dominaba muy bien el portugués, hasta Margo no despegaba sus ojos de él. — ¿Has visto a Jordan? —Mi cuerpo se estremeció al escuchar su nombre, la piel se me erizó como si me hubiese tocado una ráfaga de aire frío —Tenía que haber pasado por mi está mañana, por su culpa tuve que tomar el autobús —La chica a mi espalda se escuchaba irritada. Miré de reojo, mis ojos empezaban a arder y mi cuerpo no dejaba de temblar. Quizás no sea la misma persona, tal vez estén hablando de otro Jordan. Intenté controlar el pánico que estaba a punto de apoderarse de mí, los recuerdos de anoche me envolvieron con un torbellino, la sombra que lo capturó en la oscuridad, la sangre recorriendo su cuerpo y saliendo de su boca y orificios donde antes estaban sus ojos.... —Además, sabes, últimamente estaba distante, Jordan no es de tener una relación y eso es lo que tú querías ¿verdad? —volvieron hablar, sacándome de mis recuerdos. —Lo sé, no tenía que haberme liado con el mariscal de campo —Sus palabras me confirmaron lo que no quería creer —No quiero volver a verlo. Y él no te verá, porque le sacaron los ojos, no te hablará, porque le arrancaron la lengua, en fin, no lo veras... porque está muerto. —Sí, claro, como si fueras inmune a sus encantos —soltaron una risilla baja, para que el profesor no las escuchara. Anoche... creí que no volvería a casa, pensé que no volvería a ver a mi única amiga, no podría haberle llamado suerte, porque de alguna manera seguía aterrada porque esos demonios ya sabían de mí, y si no fuera por ese taxi que apareció de la nada posiblemente Margo se estaría preguntando en donde estaría, como aquellas chicas se preguntan por Jordan. Mis ojos no aguantaron más y la primera lágrima resbaló por mi mejilla. Noté una mirada, era él, el chico nuevo, tenía la cabeza ligeramente volteada hacía mí, apoyada sobre su mano y fruncía las cejas como si no entendiera algo. Me limpié rápido la lágrima y aparté la mirada. ¿Se habrá dado cuenta de mi estado? ¿Por qué no se mete en sus asuntos? Intenté prestarle atención a la clase, pero se me hizo difícil, no dejaba de pensar en los demonios que asechan en las sombras. Cuando el taxi me dejó frente a mi casa, corrí adentro aún con el corazón en la boca, para mi suerte, Henry estaba dormido en el sofá, borracho o drogado, tal vez ambas, pero eso me daba igual. Me encerré en mi habitación, arrinconada en una esquina temblaba del pánico que corría por cada vena de mi cuerpo. —Alex —Margo agitó su mano frente a mis ojos, sacándome del trance — ¿Nos vamos ya? —preguntó. Me percaté de que la clase ya había terminado, recogí mis cosas dispuestas a ir a la enfermería por una pastilla para el dolor de cabeza. —Iré a la enfermería, me duele un poco la cabeza —mencioné, acomodando la mochila en mi hombro. —Te acompañaría, pero no puedo llegar tarde a Geometría ¿Podrás caminar bien hasta allá? —señaló mi pierna. — ¿Cómo crees que llegué al instituto? —le sonreí. —De acuerdo, te veo en la salida, te quiero —me dio un suave abrazo para después correr a su segunda clase del día. Abrí mi casillero y guardé mis cosas, ni siquiera tenía ánimos de estar aquí, pero esto era mejor que estar en mi propia casa. Llegué a la enfermería, deteniéndome en varias ocasiones para que el dolor del muslo se calmara y lograra seguir caminando. —Hola, Mónica —saludé al entrar, la enfermera me regaló una sonrisa amable, señalando la camilla, indicando que me sentará allí. —Vaya, hasta te extrañaba, no habías venido en varias semanas, eso quiere decir que no has tenido más accidentes.... —se le apagó la voz al observar mi pierna — ¿Y ahora qué mentira me dirás esta vez? —Se cruzó de brazos, dispuesta a escuchar otra vez las excusas que me inventaba cada vez que mi padrastro me hacía algo. —De hecho, te causará gracia — ¿Qué fue lo que le había dicho a Margo? —Yo... —pensé en una respuesta rápida —fui a la cocina por algo de tomar cuando resbalé y caí sobre un cristal roto, se me había olvidado recogerlo, ya sabes cómo soy de despistada —solté una risilla —Pero estoy bien, en serio, solo vine por unas pastillas para el dolor de cabeza. —Ni hablar, de seguro no te has desinfectado la herida muy bien, déjame ver esa pierna —Mónica me impidió que me bajase de la camilla, agarró mi pierna y apartó un poco la basta de mi vestido que rosaba con la venda. Después de limpiar la herida y asegurarse de que no tuviera que cocerla, me dio unas pastillas para el dolor de cabeza. Un chico entró a la enfermería, ganando nuestra atención. Bajé la mirada, avergonzada, él me había visto llorar. —Oh ¿eres el chico nuevo? Soy la enfermera Mónica —se presentó con una sonrisa, algo normal en ella y un apretón de mano —Estoy para ayudarte y puedes venir cuando lo necesites, pero por tu bien espero no verte mucho por aquí —bromeó, echando su cabeza hacía atrás mientras ríe. —Soy Hasret, un placer conocerlas —se presentó, dirigiéndose a las dos, levanté un poco la vista hacia él, su cabello n***o estaba alborotado, si, era guapísimo, por eso las chicas no podían quitarle el ojo de encima. —Ella es Alex —Mónica tocó mi hombro al ver que ignoraba a mi nuevo compañero de clases —Está constantemente por aquí —río. Le di un asentimiento de cabeza y volví a bajar la mirada. —El profesor de gimnasia quería verla, me pidió que le informara —La enfermera enderezó su espalda algo nerviosa y sonrió. —Pues no hagamos esperar al señor Jons, ¿Hasret, puedes hacerte cargo de mi hermosa paciente de ojos celeste? —Mencionó Mónica ayudándome a bajar de la camilla, la miré incrédula —Le duele la cabeza porque no ha desayunado —me lanzó una mirada reprendiéndome. Tenía razón, esta mañana salí tan rápido de casa para no toparme con Henry que se me olvidó comer algo. —No hace falta, yo puedo ir sol... —Estaría encantado —me interrumpió, maldecí para mis adentros. Le respondí con una sonrisa escéptica, apenas perceptible antes de salir junto con él de la enfermería. Caminamos por los pasillos despejados hasta la cafetería, me negué a que me ayudase a caminar, y era un poco vergonzoso porque me ofrecía su ayuda cada cinco minutos. —Entonces, eres Alex Byrne —dijo con las manos en sus bolsillos, su voz era gruesa y podría decirse que un tanto sensual. Nos sentamos en uno de los bancos del jardín, las flores violetas y margaritas decoraban el exterior, el club de jardinería había hecho un buen trabajo en el patio del instituto. — ¿Cómo sabes mi apellido? —mencioné, dándole un mordisco a mi sándwich. —En la clase de idiomas, el profesor mencionó tu apellido al pasar asistencias. Asentí, era obvio. —Hasret... —saboreé su nombre en mi boca —Es un nombre peculiar —mencioné – ¿Qué te trajo a este lugar? En mi opinión no es el lugar más interesante de Inglaterra. —Digamos que fue una decisión improvista y créeme, se ha vuelto muy interesante para mí —me sonrió, que bonita sonrisa tenía — ¿Qué te pasó? —señaló mi pierna, mirándome con una sonrisa afable. —No fue nada, solo una cortada —le di una sonrisa de boca cerrada, tomé mis cosas levantándome con cuidado —Gracias por acompañarme, adiós —Me despedí, tal vez este ha sido la primera y última vez que hayamos entablado una conversación, porque estoy segura de que antes de la salida se juntara con los populares y olvidara mi existencia por el resto del año escolar. —Hasta pronto, Alexandra —dijo, me volteé sorprendida, pero él ya se había ido ¿Cómo? Hace unos segundos estaba ahí sentado. Y además de eso estoy segura de que no le dije mi nombre verdadero, el profesor solo nos llama por nuestros apellidos y Mónica me presentó por mi apodo... ¿entonces? Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, miré en varias direcciones, pero solo estaba yo en el jardín, rodeada de la fría brisa. Me apresuré a llegar rápido a la clase de Historia. . . . El cielo se había vuelto oscuro, ocultando cualquier rastro del sol, como si se avecinara una tormenta y las nubes se adjuntaban como si fueran un Imán. Las primeras clases pasaron rápido y en el almuerzo tenía la esperanza de ver a Hasret, pero no fue así y tampoco compartió clases conmigo. Sabía que no nos volveríamos a encontrar, el instituto era lo suficientemente grande para evitar que dos desconocidos intercambiaran miradas. Mi última clase era literatura y estaba por concluir el día de la jornada escolar. —Todos sabemos que la literatura inglesa se caracteriza por su calidad, por eso seguiremos con autores de nuestro patrimonio, leerán la última novela de Jane Austen —la profesora Clark se ajustó las gafas antes de tomar de su botella de café. —Que bien, me he leído Persuasión un montón de veces —susurró Margo a mis espaldas. También recuerdo haberla leído hace años, pero tendría que darle una ojeada para escribir un buen resumen. —Me entregarán el resumen en dos semanas ¿Está bien? —la profesora, cuyo cabello siempre permanecía amarrado, miró a sus estudiantes en espera de cualquier pregunta. — ¿En tan poco tiempo? Tengo muchas otras cosas que hacer que estar metida en un libro viejo de 1900 —protestó Hannah, una de las porristas. —Señorita Stone, me alegro escuchar su voz en esta clase, aunque solo sea para protestar —Mencionó la señora Clark —Y de hecho la obra se publicó en 1818, por eso deberá pasar más tiempo en la biblioteca en vez de estar meneando su minifalda y pompones ya que eso no la ayudará a pasar mi asignatura —fulminó a su estudiante y ella le respondió con un resoplido antes de escuchar el timbre de salida. Tomé mis cosas acomodando mi mochila en mi hombro. —Si quieres puedes venir a mi casa y hacemos el resumen juntas —Mencionó Margo. Suspiré ante la propuesta de la pelirroja. —Me encantaría, pero sabes que no puedo.... —miré al piso avergonzada. —Señorita Byrne ¿me regala cinco minutos? —Llamó la profesora antes de que saliera del aula, miré a mi amiga quién me sonrió y se despidió con un abrazo. — ¿Sí? —Me puse frente al escritorio. —He estado revisando la lista de clubes y no estás en ninguno de ellos, sabes que es fundamental para que puedas ir a una buena universidad, ellos no solo ven las buenas notas, Alex —aparté la mirada. Claro que lo sabía, pero para ser honesta ni siquiera sabía si iría a una universidad. —Lo sé —Me límite a decir. ¿Qué más se supone que le diría? ¿Qué si quiero estar en un club pero que no puedo porque si llego tarde a casa mi padrastro me castiga de la peor forma? —Necesito que hagas un trabajo extra si no estarás en ningún club, ve a la biblioteca y escríbeme un análisis de cualquier obra de Shakespeare que te guste más ¿ok? —asentí, ella siguió escribiendo algo en su libreta y salí lo más rápido posible hacía la biblioteca del instituto. Para mi suerte los martes Henry se iba a jugar cartas, así que tenía hasta las cinco para escribir ese análisis y llegar a casa antes que él. —La biblioteca cierra a las seis, procura terminar media hora antes —dijo la bibliotecaria sin mirarme. Siempre tan atenta y educada. Me apresuré a buscar el sueño de una noche de verano, para sentarme en una mesa apartada de los demás. El año pasado nos mandaron a leerla y hacer una obra de teatro, así que era más fácil escribir el análisis. Intenté olvidar lo de anoche y todo lo que atormentaba mi mente para terminar el trabajo lo antes posible. Después de un tiempo levanté la cabeza para estirar mi cuerpo, noté que había un silencio extraño, miré en varias direcciones, dándome cuenta de que era la única allí. Las manos me empezaron a temblar sin razón, guardé las cosas en mi bolsa y fui al mostrador, pero la bibliotecaria no estaba. Las luces empezaron a parpadear, invadiendo mi cuerpo de temor. Una lámpara se apagó por completo en una esquina, algo se movía entre esa oscuridad, dejándome ver una mano que salía de ahí y se deslizaba por la pared, era negra y sus uñas tan largas y filosas que asustarían a cualquiera. No por favor..
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