Capítulo 01

2212 Words
No sabía desde cuándo la clase de geografía se había vuelto tan aburrida, solía estar siempre entusiasmada durante el transcurso de la materia, porque era el único momento donde mi mente viajaba a otros lugares, con la esperanza de que algún día pueda ir a uno, muy lejos de Lacock y más allá de Inglaterra. Pero hoy no estaba de ánimos, no sé si era yo o el cielo se veía más triste de lo habitual ¿Y si solo era el reflejo de mi alma? Mis párpados pesaban por la trasnochada que me había dado ¿Quién puede dormir con un monstruo bajo el mismo techo? Después de un tiempo te acostumbras, pero hay veces que solo quieres que la tierra te absorba y que todo acabe. Antes de salir de mi hogar, si es que merece llamarse así, intenté ocultar desesperadamente mis ojeras y como siempre, fallé. —Recuerden leer las páginas 102 y 108 para la siguiente clase, tendremos un pequeño parcial —Los quejidos de mis compañeros llenaron el aula ante las palabras del profesor —Me encanta verlos felices —Respondió el señor Croswyl viendo las miradas fulminantes de sus estudiantes. El salón se vacío unos segundos después de haber sonado la campana, todos con ganas de volver rápido a sus casas, excepto yo. —Espere un momento, señorita Byrne —acomodé mi bolso en mi hombro y apreté mis libros contra mi pecho. — ¿Si Maestro Croswyl? —He notado que hoy has estado distraída durante la clase ¿Todo está bien? —Sí, no hay de qué preocuparse, es solo que olvidé comer algo durante el almuerzo —Apreté aún más los libros a mi pecho. —Comprendo, yo tampoco tengo ánimos cuando tengo el estómago vacío, pero que no se vuelva a repetir ¿de acuerdo? —Asentí varias veces, rogando porque me dejara ir ya — ¿Le llevarías estos exámenes al señor Ruly por favor? Agarré con cuidado los papeles que me tendió, la idea de ir a buscar al entrenador Ruly a su oficina significaba pasar por el campo y ver a los del equipo de fútbol entrenar sin camisetas, a cualquier chica le habría gustado la idea, pero no a mí, no a Alex Byrne. Salí del aula casi arrastrando los pies, no me sorprendí cuando Margo llegó a mi lado, ese cabello rojizo podría distinguirse a kilómetros de distancia. —Qué onda, ojos celestes —saludó, mostrándome una sonrisa que deslumbraría a cualquiera. — ¿La pelirroja hoy no tiene castigo? —Pregunté sonriendo. —Aunque no lo creas, hoy me porté como un ángel —dijo orgullosa de sí misma, revoloteando sus largas pestañas. Reí ante eso — ¿Quién se echó la culpa esta vez? —Margo, la única amiga que tenía en este instituto, o, mejor dicho, la única amiga que tenía en la vida. —Un chico llamado Jullian ¿Puedes creer que se ha sentado a mi lado en la clase de informática durante dos años y hasta hoy descubro su existencia? —De hecho, si puedo creerlo, mi amiga es tan despistada —le di unos golpecitos en su mejilla y le sonreí —Pero aun así te quiero. —Sí, que graciosa, pero hoy me ha salvado de una semana de castigo. —Pues entonces deberías compensárselo —Le guiñé un ojo y ella bufó. —Le devolveré el favor después —agitó su mano, restándole importancia —Quería darte esto —sacó de su bolsillo un labial —Ayer lo vi y me acordé de ti. —Margo, debes dejar de gastar tu dinero en mí. —En realidad es el dinero de mis padres, así que no te preocupes, se sienten culpables por estar siempre de viaje y dejarme sola. —Y eso te gusta mucho. — ¡Pues claro! Casa sola, fiestas, compras, así que no puedes negarme este simple labial —agarró mi mano obligándome a tomar el producto. —Sabes que, si lo ve, me lo quitará —dije, ella sabía de quién hablaba, le había contado muchas cosas de él, pero me reservaba lo peor para mí. —Tienes razón, siempre olvidó al horrible de tu padrastro —chasqueó la lengua —Ya casi cumplirás dieciocho y podrás deshacerte de él. Me dio un abrazo y corrió a la salida donde la esperaba Jen, su compañera del club de arte. Suspiré, había pensado meterme a un club, pero sabía que no era posible, no podía llegar tarde a casa. Caminé rápido, pasando por el campo donde afortunadamente no estaban entrenando. — ¿Señor Ruly? —Llamé después de tocar, no obtuve respuesta, pegué mi rostro a la puerta para poder escuchar, los gemidos eran casi inaudibles. Seguro era otra estudiante, se conocía la mala fama del profesor gracias a los rumores por los pasillos, pero nadie tenía pruebas y ninguna estudiante confesaría que se acostó con el entrenador. Negué con la cabeza y deslicé los papeles por debajo de la puerta. Miré mi reloj, dándome cuenta de que ya iba tarde, corrí a casa, pasando por un callejón solitario, era más rápido por aquí. — ¡Alexandra! —gritaron a mi espalda, en vez de detenerme apresuré mis pasos, tenía que llegar antes que Henry, si veía la casa vacía estaría en problemas. Volví a escuchar mi nombre, esta vez me detuve fuera del callejón, un chico con chaqueta del equipo de fútbol del instituto se aproximó a mí. —Vaya que eres rápida —mencionó, recuperando el aliento. — ¿Qué quieres? —debía darme prisa. —Soy Ector, estamos en la misma clase de Geometría... vengo hacerte una invitación —Levanté las cejas —Un amigo quiere salir contigo —Eso me tomó por sorpresa, pero solo giré los ojos y me puse a caminar nuevamente. —Y te mandó a qué tú me invitaras... ¿no debió haberlo hecho el mismo? —No pudo hacerlo, pero dijo que tú aceptarías ¿sabes quién es Jordan? —preguntó siguiéndome, pero manteniendo una distancia prudente a mi espalda. —Todos conocen al capitán de fútbol americano, pero no estoy interesada, puedes irte —dije, me sorprendía que él estuviera interesado en mí. —Esta noche, a las 10, en Malteadas'Gus y mi amigo no acepta un no por respuesta. —Ese no es mi problema, así que, por favor, ya vete — miré en dirección a mi casa, se veía descuidada y sombría, como si nadie viviera allí, en una de las ventanas pude ver a Henry, observándome tras el cristal, esta vez ni la distancia prudente de Ector me salvaría —Por favor, ya no me sigas, vete ya —dije, la voz me empezaba a temblar. —No me iré hasta que digas que sí. —Está bien, si, si, por favor vete. —No lo olvides, a las diez en Malteadas'Gus, Te veo mañana en clases —escuché su risa triunfante. Caminé mirando al suelo, respiré profundo y con mis manos temblorosas abrí la manilla de la puerta. Henry le dio una absorbida a su cigarro y me escupió el humo en la cara al entrar. Olía a alcohol, como siempre. — ¿Quién era ese? —su voz era fría y cortante. —No era nadie... —Sus vacíos ojos me observaron de arriba abajo, fulminándome con la mirada, en un segundo me tomó por el cabello y estrelló mi cara contra la ventana. —Sabes que no me gusta que me mientas ¿Estás portándote mal? ¿Tengo que revisarte? —me apretó aún más contra el vidrio, sentía como la piel empezaba a palpitar del dolor. Sus manos viajaron por debajo de mi suéter, apretando mis pechos con sus asquerosos dedos. Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas, vi a Ector como se alejaba, quería gritar y pedirle que me ayudara, pero era incapaz de articular palabra alguna. Apreté los labios y cerré los ojos con fuerza cuando su mano empezó a bajar por mi abdomen, provocando que me estremeciera de repugnancia. No por favor, Para ya. Su teléfono comenzó a vibrar, llamando su atención, me separó bruscamente de la ventana, llevándome a rastras hasta el sofá. —Voy a salir, pero me encargaré de que esto no vuelva a suceder —susurró en mi oído, provocándome náuseas. Tiró aún más de mi cabello y en un rápido movimiento tomó su cerveza y la rompió contra la mesa, mis ojos se abrieron de par en par al ver los fragmentos de vidrio esparcirse por el suelo, de la botella solo había quedado la parte donde Henry la agarraba. —Esto es para que aprendas a caminar sin compañía a casa —ahogué un grito cuando enterró el filo de la botella en mi muslo, sentí un inmenso dolor y la sangre no dudo en salir. Henry apretó mi cabello, acercando su rostro al mío. —shsh... tranquila, ya pasó —me dio un beso en el cuello y me lanzó al piso. Escuché cómo llegaba a la puerta a tropezones y la cerraba con fuerza. Las lágrimas salieron con más abundancia. Odiaba mi vida. Toqué temblorosamente mi pierna, respirando con dificultad. Con ayuda de mis brazos me arrastré hasta el baño, no es que fuera una casa muy grande así que al menos tenía esa ventaja en estos momentos. La puerta estaba abierta, me senté con cuidado sobre el inodoro observando el rastro de sangre que había dejado de la sala hasta aquí. Suspiré, reprimiendo más lágrimas. Me quité el suéter y lo rompí para amarrarlo alrededor de mi pierna para detener la sangre. Encontré el botiquín de primeros auxilios y saqué lo necesario. —Vamos Alex, tú puedes —susurré y al instante grité al tratar de sacar la parte de la botella en mi muslo —Otra vez... 1, 2, 3... —un grito desgarrador golpeó mis cuerdas vocales, pero el vidrio había salido y lo lancé lejos de mí. Empecé a limpiar la herida con cuidado y después de desinfectarla me puse una venda. La tarde había llegado, después de haber limpiado la sangre del suelo me acosté un poco para descansar, quedándome dormida a causa del dolor que desprendía mi pierna. Henry aún no había llegado, suponía que llegaría en la noche, ebrio y drogado como un lunes cualquiera. La pierna me dolía cuando la presionaba, pero no quería estar aquí cuando mi padrastro llegara inconsciente y enojado por perder sus apuestas. Esperé ah que fueran las diez para salir, no estaba segura de esto, pero ¿Cuándo iba a tener la oportunidad de salir con alguien? Después de todo solo sería una malteada. Con los nervios al cien llegué al lugar que Ector me había dicho. Me senté aún lado de la calle a esperar. ¿Por qué Jordan se habría fijado en mí? Y si.... maldición, era una estúpida. Él no saldría con la chica antisocial, los del equipo tenían mala fama por hacer apuestas y de seguro perdió una y yo fui lo bastante ingenua para caer. Tonta, tonta, tonta. Me levanté para regresar a casa, pero me paralicé al verlo, su alta estatura, cabello rubio dorado como el mío y su singular chaqueta de fútbol. Jordan sonrió al verme, pero algo llamó su atención y se detuvo, a su derecha había un callejón oscuro, parpadee y mire perpleja la mancha oscura en forma de brazo que salía de allí y lo tomaba del cuello envolviéndolo con su oscuridad. Ahogue un grito cubriendo mi boca con mis manos, miré en varias direcciones, pero no había nadie que se diera cuenta de lo que estaba pasando, intenté llegar a él, cojeando. Yo sabía quién era, sabía lo que estaban haciendo con él, siempre bajé la mirada e ignoré las desapariciones de los habitantes del pueblo desde hace muchos años, pero esta vez no logré ignorarlo. La sombra salió un poco de la oscuridad, con el cuerpo de Jordan entre sus garras, a su lado había otra criatura igual, pero más pequeña, no distinguía su cara, podría decirse que no tenían, pero su forma era casi humana, envueltos en un humo oscuro. Sus garras fueron directo a los ojos del capitán de fútbol americano y los enterró tan profundo que de un jalón se los sacó, cayendo sus globos oculares al suelo. Me llevé nuevamente la mano a la boca, todo mi cuerpo se paralizó ¿Qué se supone que haría? Seguro iban a matarme a mí también. —Ella nos está viendo... —dijo la sombra pequeña —Ella puede vernos —repitió, su voz era como un eco en susurros electrizantes. —Eso parece —respondió el otro, metió su mano en la boca de Jordan y me observó, dejándome ver unos aros rojos y unos orificios oscuros en sus ojos, era como ver a la muerte. De un tirón y sin piedad le arrancó la lengua, provocando que el cuerpo del mariscal de campo se cubriera de su propia sangre. Empecé a correr, sin importarme el dolor punzante de mi pierna. Corrí por miedo, por no creer lo que había visto, nunca los había mirado a la cara, ahora ellos sabían de mí, sabían que yo sabía de ellos.
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