—¿Está usted bien señorita Taylor? ¿Ingirió algo antes de venir hasta aquí? ¿alcohol o drogas tal vez? — cuestionó William, pues no podía creer que aquella fuera una declaración real, jamás había cruzado palabra con Daphne, ella nunca había mostrado ningún interés por él y de la nada estaba ahí, en su oficina declarando sus deseos de ser su esposa.
—¿Te parece que estoy ebria o drogada? — preguntó ella frunciendo el ceño, para Daphne no era fácil pararse frente a aquel hombre, mucho menos declararle sus deseos de casarse.
—Pues no, no he bebido una gota de alcohol y tampoco consumo drogas— prosiguió de forma tajante mientras el solo la observaba, la miraba atentamente queriendo descifrar cuál era el motivo de querer desposarlo.
Pues no era nada ingenuo para pensar que ella estaba interesada en él.
William dejo los formalismos y comenzó a llamarle con confianza, a pesar del asombro que tenía por la audacia de esa pequeña joven, siguió manteniendo su rostro egocéntrico, frío y calculador.
—Por qué querrías tú casarte con alguien como yo ¿sabes la fama que tengo? —cuestionó William incrédulo—. Es más, cualquiera que te vea salir de esta oficina se imaginaria que acabo de tomarte justo aquí, sobre mi escritorio— Exclamó en un tono insinuante, parecía estarla seduciendo, pero en realidad solo quería asustarla, sin duda William era consciente de sus atributos y en este momento solo quería descubrir sus verdaderas intenciones y quizá ponerla nerviosa.
Daphne paso saliva, por supuesto que estaba nerviosa, pero no dejaría que el mujeriego que tenía frente a ella lo notara.
—Tal vez, pero quién me conozca a mí, sabría que en este escritorio no paso nada— dijo levantando una ceja, rosando sus dedos por escritorio.
En ese momento William vio algo de lo que jamás se había percatado, esa joven en realidad era muy bella, su cara era bien perfilada y tenía unos ojos de un verde como las aceitunas, tenía pestañas largas y su belleza en verdad era notoria, aunque casi no llevara maquillaje.
William carraspeó tratando de sacar esa pequeña chispa de deseo repentino que corrió por todo su ser, al imaginarla mientras él la poseía sobre su escritorio.
—¿Por qué de pronto necesitas un marido? según sé, jamás te has interesado por nadie— cuestionó ansioso por saber la respuesta. Daphne lo miró en silencio por algunos segundos.
—Cómo sabrás mi padre murió hace unos días, aunque quisiera sentarme a llorar y guardarle luto como se debe, no puedo hacerlo, mi hermana Lía tiene 6 años y una de las cláusulas que dejó mi padre en su testamento es que cuando llegara su muerte, para que yo obtenga su custodia debo de estar casada. — William la miro fijamente ¿por qué su padre pondría una cláusula tan ridícula? Por qué arriesgaría a su hija a casarse con un desconocido por mera desesperación.
Cuál era el fin de todo esto...
—¿Y qué te hace pensar que yo estaré dispuesto a hacer algo tan absurdo? — cuestionó con poca amabilidad.
—Podría casarme con la mujer que desee ¿por qué me casaría contigo? sin ofender— Espeto sin dudar.
—La custodia de mi hermana no es lo único que me darán al casarme, también mi herencia y dentro de la herencia que dejó mi padre, está todo lo que obtuvo del tuyo en una apuesta— dijo la joven mirándolo fijamente y ahí estaba, la razón por la cual había ido a buscarlo a él, no era para entregarle sus propiedades y dinero de forma amable y sin esperar nada a cambio.
—Tú necesitas tu fortuna de regreso y yo un marido, además según dice el testamento, si no me caso no solo no obtendré la custodia de mi hermana, tampoco recibiré un solo centavo de mi herencia y eso nos perjudica a ambos— William apretó la mandíbula, esa jovencita lo estaba acorralando.
—¿Y quién se quedaría con la herencia, si no cumples con casarte? — cuestiono intrigado.
—Gabriela— Él lo pensó por un momento, Gabriela era la tía de Daphne, hermana de su padre y aunque era hermosa y tal vez solo unos dos años más joven que él, también era una mujer demasiado intensa, se le había insinuado en muchas ocasiones, pero él jamás tendría algo que ver con ella, pues ella siempre aspiro a algo más que solo una noche.
—Entonces planeas que nos casemos con el único propósito de obtener tu herencia y la custodia de tu hermanita ¿por cuánto tiempo? — inquirió cada vez más curioso.
—Sería poco más de un año— dijo Daphne un poco nerviosa.
—Después de un año de matrimonio me darán la herencia y la custodia y ya nadie me la podrá quitar. Pero primero tendríamos que fingir un noviazgo para que sea creíble. Te daré tu dinero y podremos divorciarnos después de ese lapso— trató de sonar segura, no quería que William encontrara rastro alguno de duda, pero en realidad por dentro estaba temblando, no sabía que haría si el hombre frente a ella se negaba.
—¿Y estaremos casados debidamente? — Cuestionó curioso. Daphne lo vio con un gesto extrañado, no sabía a qué se refería con aquella pregunta.
—Me refiero a si compartiremos la misma habitación y si tendremos sexo— prosiguió al ver la duda en su rostro, William la miro con lujuria y en parte divertido por las expresiones de Daphne.
—Como sabrás me encanta tener encuentros sexuales, aunque nunca he estado con la misma mujer más de una vez— expreso de forma natural.
—Compartiríamos habitación, pues no debemos levantar sospechas de que esto es arreglado, pero lo otro ni pensarlo, sé que eres un promiscuo, no me opondré a qué te veas con otras mujeres, siempre y cuando seas discreto, nadie debe sospechar que me eres infiel— William se sorprendió, todas las mujeres deseaban estar con él, y no comprendía cómo es que ella sin dudarlo se estaba negando, a Daphne no parecía importarle que el compartiera la cama con otras.
—Debo admitir que es una oferta tentadora—dijo él—. Lo pensaré, cómo sabrás no es algo simple, me estás pidiendo que renuncie a mi libertad durante más de un año, necesito analizarlo, no es una decisión que deba tomarse a la ligera. — Inquirió con el mismo tono que usaba cuando se encontraba en una junta de negocios, aunque en el fondo sabía que iba a aceptar.
A Daphne no le agradó su respuesta, ella esperaba irse con el "si acepto" a casa, pero al menos aún no se había negado y eso le daba una pequeña esperanza.
—Deja tu número con mi asistente, te buscaré cuando tenga una respuesta— exclamó William con superioridad, estaba gozando ver el pequeño titubeó en los labios de aquella chica, pero Daphne tampoco era una persona fácil.
—Pues date prisa, soy joven y muy inteligente, puedo conseguir otro marido, así como tú puedes conseguir otra fortuna— se levantó de su silla y salió de la oficina, al cerrar la puerta escucho un gruñido, sonrió victoriosa y se marchó a su hogar.