Quiero casarme contigo
CAPITULO 1: Quiero casarme contigo
Parado frente al enorme ventanal de su lujosa oficina, contemplaba la ciudad de New York, eran pasadas las 2 de la tarde, recién había cerrado varios buenos negocios, todo había salido de acuerdo con lo planeado, pero aun así nada parecía calmar el mal humor del CEO de la compañía.
William estaba furioso ¿Y cómo no estarlo? En el último año su padre se había vuelto adicto a las apuestas, se había dedicado a pasar gran parte de su tiempo en partidas de póker en aquel club llamado "Suits", y en un momento de clara estupidez había apostado gran parte de lo que tenía y en esa muy mala jugada había perdido demasiado.
No solo había perdido una enorme cantidad de dinero, perdió la mayoría de su patrimonio incluida su casa principal y acciones de la compañía, todo contra aquel viejo amigo, Adam Taylor. Un tipo con mala fama era rico sí, pero también era un desgraciado, un sujeto antipático, que se había vuelto amargado desde la muerte de su esposa.
Las propiedades, dinero y acciones habían pasado a manos de aquel hombre sin escrúpulos.
El padre de William, Julián Bass se lo había ocultado hasta que unos meses atrás después de la gran pérdida que tuvieron no solo esa, sino muchas empresas a causa de una pandemia, William decidió que tendrían que retirar una cantidad fuerte de dinero de sus cuentas bancarias, todo para liquidar a varios colaboradores y tal vez vender un porcentaje pequeño de las acciones, para cubrir deudas.
Su padre hablo con él, con la cabeza baja y mostrándose derrotado cómo nunca lo había visto William, confesó que era imposible disponer de tanto dinero pues ya lo había perdido casi todo. Ahora únicamente conservaban la casa de su abuelo y el departamento donde vivía William, claro que la empresa aún generaba mucho dinero al ser de las más importantes en su ramo, pero no era suficiente para cubrir todos los gastos y adeudos, al menos no, sin quedarse en la ruina, si quería seguir conservando una vida de lujos, no podía utilizar el dinero para cubrir sus adeudos, era uno u otro y William con su enorme ego, no se permitiría conocer otra forma de vida.
William pensó que tal vez podría hablar con aquel hombre, convencerlo de que una apuesta no era una forma honorable de obtener los bienes de otra persona, mucho menos si se trataba de un amigo, pero eso ya no fue posible, pues el viernes pasado Adam Taylor había fallecido, al parecer el hombre luchaba contra una enfermedad y había perdido la batalla, ese hecho sorprendió a varios pues nadie estaba al tanto de su padecimiento.
Su única salvación ahora era hablar con la hija mayor de Taylor, era eso o conseguir al fin una esposa, una con muy buena posición económica de la cual pudiera acceder a sus cuentas para cubrir las deudas, pero esa opción la dejaría al final, pues le causaba náuseas la sola idea de pensar atarse a un matrimonio.
William era muy apuesto, tenía unos ojos azules grisáceos y tes blanca, su cabello era de un rubio oscuro, le gustaba ejercitarse para estar en forma y como un plus, eso le permitía llamar la atención de todas las mujeres a su alrededor, todas excepto una. Daphne Taylor.
La vio en muchas ocasiones, al pertenecer al mismo circulo social, la veía a menudo en fiestas y reuniones. La joven no era fea, pero tampoco era una mujer fácil de abordar y eso le restaba puntos, se la pasaba sola, sin mostrar algún tipo de interés en nadie y con una cara de pocos amigos, cuando algún hombre la invitaba a bailar simplemente lo rechazaba y de esa forma poco a poco fue alejando a todo posible buen partido, era motivo suficiente por el cual William siempre había preferido pasar de ella y si a eso le agregaba que él era casi diez años mayor, ella quedaba completamente fuera de su lista de conquistas, en esos eventos que cualquier familia pudiente organizaba, él prefería acercarse a mujeres un poco más extrovertidas, más maduras, esas que no le ponían ninguna traba, aquellas con escotes pronunciados que solo necesitaban de una de sus sonrisas seductoras para que se animaran a caminar hacia él.
Mientras que Daphne simplemente ignoraba a todo hombre que quisiera entablar una plática con ella, William aprovechaba para acostarse con diferentes mujeres.
¿Cómo lidiaría con Daphne? pedirle, quizás incluso rogarle que le devolviera el patrimonio de su padre, de solo pensarlo se le revolvía el estómago.
Pero estaba decidido a ir a hablar con aquella joven, tal vez si se esmeraba, con sus encantos podría persuadirla de devolverle aquello que a su familia tanto le había costado conseguir.
Justo cuando pensaba en ello, se dio cuenta de que eso no iba a ser necesario, él no tendría que ir a buscarla, pues ella había ido sola hasta él…
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—Y bien ¿a qué debo el honor de su visita? —con ese tono arrogante y lanzando una mirada que dejaría enamorada a cualquier mujer sin importar la edad cuestionó William a la jovencita que estaba parada cerca la puerta de su oficina.
Daphne no se inmutó, cerró la puerta y camino para aproximarse a él.
William descansaba en el respaldo de la costosa silla de su oficina en Bass Company, y desde su lugar la observaba, la joven frente a él no vestía de forma excepcional, había ido hasta una de las empresas más importantes en publicidad y aun así llevaba una chaqueta de mezclilla, no se parecía en nada a las mujeres con las que solía compartir la cama, aquellas cubiertas por joyas y que presumían ostentosos atuendos de diseñador, bien perfumadas y con unos tacones enormes que retumbaban en los pasillos cada que iban a buscarlo para rogar por tener una cita romántica o tal vez algo más con él.
William esperó a que Daphne dijera algo, no le ofreció asiento pues no creía que aquella chica con jeans y botas de estilo rudo fuese a tardar mucho frente a él.
Al contrario de lo que pensaba, Daphne se acercó, haló la silla frente a su escritorio y se dejó caer en ella, recargo ambos codos en aquel escritorio y después de detallarlo con la mirada al fin termino con ese largo silencio que tanto lo estaba impacientando.
—He venido a hablar de negocios —dijo ella con seguridad, manteniendo la barbilla en alto.
William esbozó una sonrisa burlona.
Él, a sus 32 años, era un hombre muy audaz, inteligente, era el CEO de la compañía que heredó con su padre aún en vida, pensaba que no tenía nada qué hablar con una pequeña joven, inexperta en cualquier sentido de la palabra.
No habían entablado una conversación por más de 10 minutos cuando él ya la estaba subestimando, pero a Daphne parecía no importarle, ella lo seguía viendo con la misma mirada dura.
—Dígame señorita Taylor ¿qué negocios podría usted tratar conmigo? — Cuestionó William mientras cruzaba los dedos de ambas manos y posaba su barbilla sobre ellos.
Tratando de ocultar su inquietud por la presencia de esa joven, William le lanzó una mirada aún más intensa, solo quería que la joven expresara algo.
Deseaba con desesperación que aquella que había ido hasta él, le dijera que le iba a devolver lo que su padre le había entregado al suyo en un momento de estúpida borrachera.
Supuso que después de todo esa jovencita tendría un corazón noble y era incapaz de conservar una fortuna que no le pertenecía y que obviamente no necesitaba, pues al morir su padre seguramente sería dueña de una millonaria fortuna.
Otra vez estaba pensando de más, haciéndose una idea equivocada y se llevaría una gran sorpresa al enterarse del porque estaba ahí.
—He venido a verte, porque quiero casarme contigo— Declaró al fin.
Las palabras de Daphne fueron claras y concisas, William la miro atento durante unos segundos en los que esperaba que ella sonriera y dijera que era una broma, una muy absurda y de mal gusto para romper el hielo, pero esperó y esperó. Daphne nunca cambio ese aspecto sereno, lo cual solo le indicaba que sus palabras iban en serio.