No puedo creer lo que acaba de ver. ¡Se ha vuelto loco! Ese hombre no habían dado ni cuatro pasos, y ya está su cuerpo tirado en el suelo, con las manos en su quijada quejándose del dolor mientras Mike está de pie de brazos cruzados viéndolo con ganas de darle más, pero se nota que se está conteniendo. —¿¡Estás loco!? —pregunto poniéndome de pie de inmediato. —Arita, tú siéntate ¿si? Recuerdas que no puedes forzar tu pie. Lo veo incrédula. Está hablándome cómo si nada, pero con la rabia contenida entre sus palabras. —¿¡Y tú quien te consideras para mandarme!? —Soy tu esposo. Siéntate… —demanda con una autoridad que desconocía. Mi bella rubia defensora de acerca a Mike, dispuesta a darle su merecido por hablarme de tal forma, pero al él notar sus intenciones la detiene levantando su ma