Como el mismo adolescente me masturbo. Mi pene está erecto y yo sin perder tiempo, acelero el movimiento de mi mano, imaginando a Arita. Con una mano en la pared, y la otra, complaciendo mi lado carnal, me toco de arriba hacia abajo, con mis ojos cerrado, jadeando, mientras mi mente reproduce la escena una y otra vez. Lo hago con lujuria, con cabreo por ella hacer lo que yo nunca he hecho aquí, y con un deseo por haberla visto dejarse tocar, aun sabiendo que yo la estaba viendo. No me puedo sacar de la cabeza su mirada encendida, llena de lujuria, de victoria al saber, que ahí estaba yo. Siento el presemen gotear en mi glande, sigo sin detenerme. Oigo sus gemidos en mi cabeza, y el movimiento de su cadera me prende, me vuelve loco. Y cuando recuerdo la mirada que me dio la muy desc