—Aria, nos vamos —demando en cuanto llego a ella. Está sentada con porte elegante, pero al mismo tiempo altanero. —¿Tan temprano? —se pone de pie, y mentiría si no digo que justo en este momento quisiera lamer esas tetas. —Hasta donde sé, tú estás cansada, aunque después de semejante actuación creo que me has mentido, Arita… Sonríe, se acerca hasta donde estoy y toma mi mano—. En realidad si estaba cansada, pero no pude desaprovechar la oportunidad de cobrármelas, esposo. Debería de llevarla a una de las habitaciones, arrancarle ese vestido y darle unos cuantos azotes a ese culo por provocadora. —¡Mike! —palmea mi mejilla—. Deja de estar pensando en mil maneras de sacarte la calentura, y enfócate, por favor. ¿Ah? —Ok… ¿Qué deseas hacer Aria? —pregunto perdiendo ya la paciencia. Qu