—Ven el agua esta caliente. —No. —Vienes o te traigo. —No puedo ir por la vida haciendo tu santa voluntad, Frederick. Tengo derecho a decidir por mi. Para Danielle aquello fue más una broma, pero para Frederick era una verdad que se decía todos los días sin embargo no podía evitar ser tan controlador con la chica, no la había dejado decidir sobre el matrimonio, sobre le viaje, sobre nada, simplemente estaba allí tomando de ella lo que quería. —Lo siento, Danielle, tienes razón. No le dio tiempo de contestar o refutar aquello, quería decirle que estaba bromeando y que no importaba cuanto el le pidiera, ella estaba dispuesta a aceptarlo y cumplirlo. No necesitaba que le dijeran que aquello era misoginia o machismo, porque para ella era amor. Uno sano, inocente y puro. Y aunque a al